Toda persona que hereda una lengua y se sirve a diario de ella la habla bien. ¡Faltaría más! Otra cosa es que sea más o menos agradable su soltura y entonación. La modulación y armonía del español de Málaga está, a mi parecer, entre las más atractivas, junto con la canaria y algunos dejes de Hispanoamérica. Pero en general en toda España se encuentra uno con gente que da gusto oírla hablar, ya sea la tía Antonia de Villanueva del Condado o el académico más instruido. Pero eso es más cosa de filólogos.
Lo que le ha interesado al Instituto Nacional de Estadística (INE) es la presencia de las lenguas en España por comunidades. Y lo ha plasmado en un extenso estudio que ahonda en interesantes asuntos sobre la sociedad española moderna. Uno de ellos es la calidad en el uso, que no la frecuencia, de las distintas lenguas habladas en el Reino de España.
Se deduce de los resultados que la primera lengua es el español como cabía esperar, y la segunda, a gran distancia, el inglés. Eso no quiere decir que el inglés sea muy utilizado, pues ese asunto no entra en la encuesta. La franja de edad que más lo domina es la comprendida entre los 20 y 29 años. Entre estos jóvenes, el 44,5% dice saber al menos algo de inglés, pero no hay manera de saber cuánto, cómo y para qué lo utilizan. En general no alcanzamos los niveles de los países nórdicos, donde el inglés es una lengua de apoyo imprescindible, ni el de los países centroeuropeos donde es esencial en la formación universitaria. Con el español y el francés, sin embargo, se puede tener un alto grado de cultura sin la lengua de los británicos, por lo que lo necesitamos mucho menos. Por eso también somos más perezosos.
Melilla es la ciudad donde la presencia del español es menor según la encuesta. No porque se hable peor, nada de eso, sino porque muchas familias melillenses de origen principalmente marroquí, el 7,1%, tienen al árabe como lengua propia y lo transmiten. Por otra parte, su integración con la ciudad es moderada. Por eso solo el 93,4% de la población dice hablar bien el español.
El gallego dice hablarlo y entenderlo bien en Galicia el 83%, el catalán el 75%, el vasco el 44% y el asturiano el 2,8% de los ciudadanos de las respectivas autonomías
Le sigue Murcia donde también según la Encuesta de Características Esenciales de la Población y las Viviendas (Ecepov) del INE solo alcanza al 93,5%. Quienes dicen no hablarlo, conocerlo poco o conocerlo mal es la población extranjera instalada en la huerta murciana donde la mano de obra se nutre más en África que entre los desempleados españoles. Aparecen en tercer lugar las Islas Baleares donde alcanza, esta vez por la presencia de ricos europeos, solo al 94,1%. En los primeros puestos, el Principado de Asturias (98,4%) y Cantabria (98,2%).
En el resto de las autonomías, incluso en las que se habla otra lengua autonómica, el conocimiento del español es muy amplio. En Galicia, Cataluña y País Vasco, 94,4%, 95,3% y 96,6%, que es prácticamente la totalidad de la población.
Resulta particularmente interesante la presencia de las lenguas autonómicas en la población. El gallego dice hablarlo y entenderlo bien en Galicia el 83%, el catalán el 75%, el vasco el 44% y el asturiano el 2,8% de los ciudadanos de las respectivas autonomías. Es sabido que muchos interrogados dicen saber hablar lo que apenas balbucean, sobre todo cuando está de moda el conocimiento de las lenguas autonómicas. Me pregunto si algunos de los que en esas autonomías hablan habitualmente español y se defienden en gallego, catalán o vasco, no se han concedido la medalla. Esa tendencia se agranda porque una población esencialmente castellanohablante de vez en cuando dice algo en lengua autonómica. Para el asturiano, los resultados parecen más reales porque, faltos del aliciente autonómico, sus hablantes no parecen incentivados a reconocerse ambilingües, pues esa cualidad los identifica con el aislamiento y la vida pueblerina.
Por otra parte, ni las encuestas de la Generalitat o la Lehendakaritza ofrecen cifras tan altas en sus resultados cuando la pregunta se orienta al uso cotidiano del catalán o el vasco. Suelen unos y otros ocultar o enmascarar la transmisión familiar, tan importante en la estabilidad de las lenguas.
Que el gallego es la lengua autonómica más hablada es algo que cabía esperar pues la realidad así lo muestra, si bien en las grandes ciudades su presencia es mucho menor, al igual que entre los jóvenes que, a pesar de conocerlo, no lo usan.
Que el catalán alcanza al 75% de la población de Cataluña tampoco es una sorpresa. Los agresivos programas de inmersión lo justifican. Una cosa es saber catalán y otra utilizarlo en el día a día cuando no es la lengua del ambiente familiar. Suelen los estudiantes conocerlo, pero una vez abandonadas las aulas el uso casi desaparece, aunque, eso sí, se sigue la lengua porque está viva en la administración, y en la información callejera.
La sorpresa aparece con el vasco, que es una lengua instalada en el 20% de las familias. Que digan hablarlo y entenderlo bien el 44% de la población solo puede ser el resultado, a mi parecer, de una sobrevaloración de las capacidades para decir de vez en cuando unas frases. Las últimas cifras claras de las familias que transmitían el vasco a sus descendientes apenas alcanzaban el 20%. Pero me puedo equivocar, claro. Solo valoro el resultado de poner el oído allí donde uno viaja o sondea a los vascos, muchos de ellos hastiados de la imposición vascófona. Bienvenida, en todo caso, una encuesta que dice mucho sobre el estado de las lenguas en nuestro país y que bien puede servir de referencia para otras investigación.