El pasado lunes, el diario británico The Guardian publicaba un artículo sobre los esfuerzos de las promotoras de conciertos para no morir a causa de la crisis de la covid-19. La información más importante la aportaba Lisa Meyer, fundadora del festival Supersonic de Birmingham, que explicaba que el siguiente verano será “de transición” y que se espera recuperar la normalidad para 2022 ó 2023. ¿Qué significa realmente “de transición”? Se alude a medidas tan concretas como escáneres de temperatura, pulseras que vibran cuando rompes la distancia social y test rápidos cuando la situación lo requiera. Un escenario distópico, sobre todo para los festivales, donde la sociabilidad es tan importante como lo que ocurre sobre el escenario.
El articulo también mencionaba al festival madrileño Mad Cool, sobre todo la arriesgada decisión de tener ya anunciado el cartel de 2021, una estrategia que busca que se devuelvan el mínimo número de entradas de la edición 2020. ¿Movimiento legítimo de supervivencia o truco de trilero que en realidad no puede asegurar lo que vende, que es la propia celebración de los conciertos? En el fondo, se trata de combatir el mayor problema actual de la industria de los festivales: la incertidumbre, según explica Gordon Mason, director de la revista IQ, una de las referencias del sector. Manson incluso adelanta que el Gobierno británico puede usar los festivales de música como campo de pruebas para comprobar la eficacia de algunos “productos y procedimientos” de seguridad.
Experimento en Barcelona
Mientras tanto, en España, la barcelonesa Sala Apolo prepara un experimento esperanzador. Se trata de el primer concierto con público de pie y sin distancia, aforado en más de mil personas y dirigido por el hospital Can Ruti. Los asistentes podrán arrimarse a menos de dos metros, pero deberán usar mascarillas y gel hidroalcohólico. El proceso estará dirigido por el médico internista Boris Revollo, acompañado por los también médicos Bonaventura Clotet y Oriol Mitjà. La prueba, que no tiene fecha asignada todavía pero será inminente, se espera con interés en la industria nacional del directo, que en muchos casos mandará personal propio al experimento, invitados por la empresa organizadora del concierto. En todo caso, el sector tampoco lo ve como una panacea, sino como “un primer paso, importante pero el primero” para recuperar el pulso de un sector en la lona, explica un promotor que prefiere no identificarse.
Si en diciembre no hay certezas sobre la temporada de festivales de 2021, muchos preferirán cancelar las próximas ediciones
¿Cómo están los ánimos en la industria del directo? Obviamente, por los suelos. Los cierres de locales emblemáticos han sido constantes, con nombres como Rocksound, Opal, Casa Patas y el Café de Chinitas entre los primeros en bajar la persiana. El pasado fin de semana, reabrió la legendaria sala Loco en Valencia, con público sentado pero sin barra. El gerente del local, Lorenzo Melero, explicó a los medios locales la frustración de no poder servir copas cuando a cien metros, en la misma acera de su local, el público podía beber después del concierto hasta la una de la madrugada (por no hablar de los que bebieron antes, en casa o en ese bar). La crisis laboral y el miedo al contagio hacen que merme la afluencia de público, dejando a las salas en una situación muy complicada. En el campo de los festivales, se marca el próximo diciembre como un mes clave para la temporada 2021. Si a esas alturas no se tienen unas mínimas garantías de celebración, muchos preferirán volver a suspender antes que pasar seis o siete meses en la cuerda floja.