Cultura

Juan Fernández-Miranda: “El piloto de la Transición fue el rey, Torcuato diseñó las vías y Suárez fue el maquinista”

El periodista relata en 'Objetivo: Democracia' los 19 meses que cambiaron la historia de España desde la muerte de Franco

  • Fernández-Miranda (izqda), Juan Carlos I y Adolfo Suárez (centro)

Hay pocos jefes de redacción que conozcan la historia reciente como Juan Fernández-Miranda (Madrid, 1979), el cual se educó bajo la mitología familiar de su tío abuelo Torcuato; cardenal Richelieu del último franquismo. Como resumen de sus anteriores ensayos del periodo, así, presenta este justo premio Espasa Objetivo: Democracia (Espasa, 2024) donde convierte en pequeñas crónicas los años balbuceantes del sistema del 78.

Pregunta. ¿De dónde surge esta obra de no ficción? ¿Estás bajo la influencia de los libros de Cercas o Espada que pretenden dar formato de crónica a la historia reciente?

Respuesta. Yo estoy muy influenciado por las obras de Cercas y Espada, tanto en el fondo como en la forma. Son dos referentes para mí. El formato del libro es una crónica porque yo soy un periodista. Creo que la labor de un reportero cuando escribe un libro es trasladar la fuerza del presente al relato. Este libro es un libro histórico, pero el que lo lea se trasladará inmediatamente a esos años. Por eso está escrito en presente: es una forma excelente de divulgar y porque creo que este tiene un anhelo esencial y es llegar a generaciones que no conocen la transición.

 

P. Es interesante que aún con este formato has hecho un buen trabajo bibliográfico. Ya no es común en la crónica.

R. No, no, por supuesto. He leído todos los libros de la transición, lo cual no es fácil porque algo...

 

P. De hecho, me sorprende la cita a Gregorio Morán

R. He leído mucho a Gregorio Morán, tiene un libro magnífico de Suárez, con ese lenguaje corrosivo.

 

P. Una biografía de una gran valentía para el tiempo

R. Claro, muy valiente. Hay libros en la bibliografía de la transición muy interesantes, que son los que están escritos en caliente: ahí están Gregorio Morán y Joaquín Bardavío. Y son interesantes porque están llenos de detalles que nutren las crónicas.

 

P. ¿No es el inicio del libro un duelo de pistoleros, de halcones, entre Arias Navarro y Torcuato Fernández-Miranda?

R. Sí, de alguna manera son dos personas que vienen del régimen que entienden de forma contradictoria o contrapuesta lo que había que hacer en el futuro. Arias Navarro era la resistencia y Torcuato Fernández-Miranda era el avance.

 

P. Aunque evidentemente te puede la vinculación familiar, es admirable el ingenio y olfato político de Torcuato Fernández-Miranda. Habría sido un gran cómico “stand-up”, además.

R. Un gran dramaturgo, más bien. Sus discursos están plagados de referencias, de símbolos y de mensajes ocultos. Torcuato Fernández-Miranda tenía una oratoria distinta a la de la época, más elevada. Era una persona muy leída, un intelectual y sabía jugar con las palabras. Por lo tanto, podría haber tenido una tercera faceta a la de político y catedrático que fuera la de dramaturgo.

El periodista Juan Fernández-Miranda.

El periodista Juan Fernández-Miranda.

P. Sus dos anécdotas parlamentarias son de un ingenio británico poco común en Celtiberia: “Su señoría ¿Vota o transita?”. Además de aquello de la “trampa saducea”

R. Él admiraba profundamente el parlamentarismo británico. Cuando abandonó la política lo primero que hizo fue viajar a Londres con su mujer a ver a su hijo. Digamos que su primer gran viaje de ocio después de la política fue ver el parlamentarismo británico en persona.

 

P. ¿Sabes que se rumorea que llegó a denunciar a ‘La Codorniz’ por un perfil crítico con él, le tenían como un ambiguo, en “La Cárcel de Papel” en 1972? Se suspendió medio año la gaceta en consecuencia.

R. La verdad es que lo desconozco, no lo conocía.

 

P. Pero lo gracioso es que era lector de ‘La Codorniz’

R. No me cabe ninguna duda, no me cabe ninguna duda, porque una forma de entender el presente es leer todo lo que se publica, no solo leer lo que te gusta (eso es un error).

 

P. ¿No fue la gran vanidad de Areilza y Fraga la que malogró sus candidaturas a la presidencia del gobierno?

R. No. Fue que eran personas que tenían un plan para la transición y lo que en ese momento necesitaba el rey es una persona sin plan, una persona que asumiera el que había diseñado Torcuato y lo llevara a la práctica. Adolfo Suárez reunía mejor las cualidades que el rey y Torcuato diseñaron en el retrato robot de la persona que debía pilotar la transición. Pilotar no, perdón, conducir la reforma política. El piloto era el rey.
 

P. De hecho, la cultura de estos dos era superior a Suárez -Areilza era lector de Chateaubriand- el cual tiene mucho de petimetre avispado

R. Suárez es un hombre que sabía relacionarse muy bien, era ambicioso y sagaz, audaz, como demostró legalizando el PCE. Era una persona que tenía una ventaja sobre Areilza y Fraga, que era su juventud y no es tontería en ese momento porque hacía falta alguien que representara otro perfil. Esto le benefició.

 

P. Valor tenía: fue a Uruguay en 1984, en medio de la dictadura, a hacer campaña por el centrista partido nacional. Fue detenido y expulsado.

R. Bueno, eso ahora no podría pasar: lo más parecido es que vayan diputados españoles a Venezuela y no los dejen entrar. No es una detención, pero casi.

P. ¿Das credibilidad a la teoría de Gregorio Morán que Fernández-Miranda trucó las votaciones en el consejo de estado? Lo comenta siempre en sus libros transicionales…

R. No, no trucó las votaciones: estas salen adelante, honestamente. Lo que sí hizo fue utilizar un sistema que beneficiaba el resultado que él buscaba. Entonces, como la legalidad franquista era vaga -nadie había preparado cómo debían realizarse las votaciones para elegir temas en el consejo del reino- y ese agujero legal lo usó a su conveniencia a través de una sucesión de votaciones distintas que permitían a Suárez ir pasando los cortes hasta llegar al final.

 

P. La frase clásica “dame los procedimientos y yo te consigo el resultado”

R. Eso es algo que los sociólogos saben y los politólogos conocen perfectamente: el resultado de una votación depende del sistema de votación.

 

P. Me gusta en cómo incides que el búnker bloquea deliberadamente las primeras iniciativas legislativas para romper la dictadura. El año 76 fue casi un año perdido…

R. El rey necesitaba tener al presidente de los cortes y al presidente del gobierno. Como no tenía fuerza para nombrar a los dos el 22 de noviembre, nombró a Torcuato porque hacía falta en las cortes para lo que tenía diseñado: una única votación, un único movimiento, que fuera la ley de reforma política que acabase con el franquismo.

Cuando tuvo fuerza el rey para nombrar a otro presidente habían pasado siete meses. En estos Fraga, vicepresidente aperturista del gobierno inmovilista de Arias, dio muchos pasos hacia el aperturismo: aprobó la ley de asociaciones, la ley de reunión, la ley de manifestación. A la cuarta reforma del código penal, el búnker dijo “hasta aquí hemos llegado”. Ese fue un error de Fraga: querer cambiar pasito a pasito y convencer al búnker cincuenta veces. Hacerlo todo de una vez fue el éxito de Torcuato.

 

P. ¿Se pueden definir estos inicios de la transición como la “aceptación del adversario”? Es un concepto del historiador Carlos Dardé sobre la Restauración válido para este periodo

R. Claro que sí, es exactamente eso. Es la clave de la transición y esto es muy importante sobre todo desde la derecha hacia la izquierda, pero también desde la izquierda hacia la derecha. En ambas direcciones se produce algo que es netamente democrático, que es aceptar que el otro puede tener razón.

 

P. Parece ser, se ve en tu libro y en la entrevista de Fraga con Buckley Jr., que el plan era una democracia sin comunistas ¿Hubiera sido posible? ¿Tenía poder el PCE de desestabilizar la calle para forzar su legalización?

R. Una transición sin el PCE no habría salido bien porque el mensaje que habría enviado al mundo sería de una democracia incompleta, el rey se habría desgastado y la izquierda habría agotado el proceso. El PCE en aquel momento era el partido preponderante, aunque es verdad que luego el partido socialista consiguió un mejor resultado en las elecciones porque así se buscó. Felipe González ejerció un gran liderazgo, pero la “Platajunta” dijo “o todos o ninguno”. Las elecciones sin toda la izquierda habrían supuesto el fracaso del rey, de Torcuato, de Suárez y el de la reforma.

 

P. De hecho, me gusta mucho cómo describes la detención de pantomima de Santiago Carrillo, que a despecho de sus seguidores tiene mucho de personaje esperpéntico de Valle-Inclán (La peluca hecha por el peluquero de Pablo Picasso es puro Ruedo Ibérico)

R. Sí, cuando entran en España, por primera vez, es en el coche de Teodulfo Lagunero, que era un hombre de posibles, rico.

 

P. Otro traidor de clase

R. (Risas) Pues cuando entraron les pararon no en el primer control, sino en el segundo. Allí les detuvo un guardia civil e imagínate la tensión en el coche. Y, de repente, al lado se pasó un camión de mudanzas que ponía “mudanzas Carrillo”. Eso también es Valle-Inclán y sólo faltaba Max Estrella en esa escena. Pero el que les paró no buscaba a un líder político, sino contrabando debajo del asiento.

 

P. Es curioso cómo se ha mitificado a Carrillo en las historias del periodo. Estamos hablando que un tipo que regaló una figura de Lladró del Quijote al dictador de Corea del Norte

R. Sí, sí, tal cual.
 

P. Háblame un poco de los sistemas electorales que se dirimen en la transición, los citas de pasada, y son el origen del revisionismo actual 

R. Bueno, en el pleno de las Cortes del 16 y 18 de noviembre del 76 -justo un año después de la muerte de Franco- es cuando las cortes franquistas se reúnen para negociar y votar la ley de la reforma política. Esta es la llave de la transición, es la ley que redactó Torcuato Fernández-Miranda, y todo va bien hasta que Alianza Popular -Manuel Fraga- dice no vamos a apoyar si no se cambia el sistema electoral que establece la ley de reforma política. ¿Por qué? Porque Fraga quería que se propiciara un bipartidismo fuerte y hacía falta estabilidad.

 

P. El temor eterno a convertirse en la Italia de los 70 o la propia II República

R. Efectivamente. Ante esa exigencia de Fraga, no personalmente sino a través de sus subalternos, Torcuato Fernández-Miranda, Adolfo Suárez y Alfonso Osorio -vicepresidente del gobierno- se reúnen. Torcuato, entonces, pide reunirse con el asesor de Felipe González por si están conformes con el sistema proporcional que pide Fraga. González le dice, así, “adelante”. 

La reforma política estuvo a punto de fracasar por esa cuestión y desde el gobierno, desde las cortes, se llamó a la izquierda que lo autorizó. Al final hacía falta de estabilidad, eso fue una aportación de Fraga y claro la pregunta es ¿Por qué cedieron Torcuato y Suárez a esa presión de Fraga? Porque no sabían a cuánta gente representaban, no sabían si Fraga podía tumbar la reforma política ya que los procuradores no eran el cuerpo electoral.

 

P. Era un sistema representativo por corporaciones y familias, capcioso, pero muy alejado de la base real. Cuando comienzan las elecciones, de hecho, se pasa de la dialéctica derecha / izquierda a estado / nacionalistas

R. Sí, al final yo creo que eso fue un modelo que tenía sentido en aquel momento, pero no quiere decir que sea el mejor modelo para hoy.

 

P. Podría haber un pacto entre extremos, Vox y Podemos, para cambiar la ley electoral y las circunscripciones. La actual les da menos representación.

R. Claro

 

P. Este es uno de los primeros libros transicionales desde el centro derecha que se ocupa con precisión de la matanza de Vitoria. Martín-Villa confesó en el libro de entrevistas de Vázquez Montalbán que fue un cúmulo de desaciertos por no haber un mando férreo ¿Le das credibilidad?

R. Claro que sí: fue exactamente eso. Hubo un cúmulo de desaciertos sin un mando férreo. Me han contado, a raíz de publicar el libro, que el problema que hubo ahí es que Arias Navarro quiso mantener en ese escalón de la seguridad del estado a personas que no tenían voluntad aperturista. Y ahí está el germen de lo que sucedió en Vitoria.

Me preguntabas antes si la izquierda tenía fuerza o podría haber tenido fuerza para paralizar el proceso si no hubiesen participado. Creo que las manifestaciones laborales que se produjeron en toda España y que desencadenaron el suceso de Vitoria son una prueba de la fuerza que tenía la izquierda. España, en aquel momento -gracias a que Fraga aprobó una ley de manifestación- empezó a vivir lo que era la fuerza de las calles. Afortunadamente, Suárez supo contenerlas y contener los tiempos.

 

P. Se pretendía evitar “acción-reacción”., los estados de excepción, que era la política que buscaba ETA y cuya metodología llega a incluso al “procés” 

R. Claro, pero esto es muy importante. Fíjate que la conflictividad laboral es especialmente relevante en el País Vasco. ¿Por qué? Porque está ETA detrás.

 

P. Te adelantas a mi siguiente pregunta, ¿Los sucesos de Vitoria dieron alas al abertzalismo? 

R. De hecho, ese movimiento general laboral -que era una de las herramientas de presión que manejaba la izquierda en el País Vasco- es especialmente intenso porque está ETA detrás. Así Adolfo Suárez, como ministro en funciones -Fraga está ausente cuando se produce Vitoria-, lo gestiona luego estupendamente apelando a la serenidad, al rechazo a cualquier forma de respuesta. 

Es decir, al “acción-reacción”. Eso mismo sucedió tres años antes, con el atentado del Carrero Blanco, y fuerzas del régimen exigieron al presidente en funciones, Fernández-Miranda, una “vendetta”. Torcuato respondió en televisión y hablaba de serenidad: “El dolor no turba nuestra serenidad”.

 

P. Vamos con la gran pregunta del periodo ¿Podía la oposición llegar a la ruptura? Ni Morán, ni Julio Aróstegui -gente de izquierdas- la juzgan posible

R. Hay distintos argumentos para justificar sobre el porqué no fue posible la ruptura, sobre todo por estar en Europa. Hay que entender que, en ese momento, estábamos en un contexto de guerra fría. 

 

P. En el comienzo de la transición existe un temor constante luego de la revolución de los claveles en Portugal. El planteamiento inicial de la izquierda es la ruptura.

R. Creo que Carrillo entendió, en gran medida gracias a Nicolae Ceaușescu como mediador, que había que darle una oportunidad al rey. Yo no sé si hubiese habido ruptura o a lo mejor habría existido un caos. Todo ello si la derecha no entiende que había que pasar página y si la izquierda no comprende que había que darle una oportunidad al rey.

 

P. En muchas ocasiones, en las gacetas más radicales de la transición, “ruptura” es eufemismo de “guerra civil”

R. Claro. Había mucha gente que quería tomarse la justicia por su mano, que es un sentimiento entendible humanamente cuando han matado a tu padre, a tu hermano o llevas 40 años en el exilio. Humanamente puedes entender ese sentimiento, pero intelectualmente es obvio que todo el mundo ganaba si buscaba el acuerdo. El entendimiento; la aceptación del adversario.

 

P. Llegamos a ese oxímoron fantástico del periodo, tan querido por Santos Juliá, “ruptura pactada”

R. Sí, bueno, fíjate, que hay dos enmiendas a la totalidad en la ley de la reforma política: una es de Blas Piñar y otra es de José María Fernández de la Vega (tío de la vicepresidente socialista posterior). Piñar hace un discurso elevado y literariamente bonito.

 

P. Era un fantástico orador

R. Fantástico, sí. Extremo, pero elevado. Y, en cambio, Fernández de la Vega un discurso frontal y tosco. Y dice una de las grandes frases para mí de ese pleno: llama “misérrima oposición” a la izquierda. Los reformistas no querían eso y el propio Blas Piñar habló de que esto era una ruptura: “hablan ustedes que es una reforma, pero esto es una ruptura”. Le pedía debatir a Torcuato personalmente, lo cual no podía ocurrir al presidir las cortes.

 

P. ¿No tienes la impresión permanente que la política franquista se adelanta a toda la izquierda democrática?

R. Hay una desconfianza de origen en la izquierda basada en 40 años de dictadura, pero también en que los políticos transicionales venían del régimen. El artículo de El País sobre el nombramiento de Suárez de Ricardo de la Cierva habla de “inmenso error”. La izquierda, también, acoge este con rechazo. Y el presidente, así, tiene que salir a hablar para convencer de la reforma. Ahora bien, las elites inteligentes de la izquierda sí sabían que estos cambios eran una oportunidad. En la derecha, incluso, los más involucionistas decían “todos menos Torcuato” porque sabían que era un aperturista.

 

P. Hablas de las primeras elecciones democráticas de los 70, 15 de junio de 1977, pero en ellas no se permitieron los partidos republicanos ¿Era algo inevitable? ¿Habría cambiado algo un escaño o dos de ERC?

R. Puede ser, pero yo creo que habría cambiado poco. Lo importante en aquel momento era aceptar a la izquierda en el exilio y la “platajunta” tuvo esa exigencia. Una vez que se acepta el partido comunista, toda la izquierda entra en la convocatoria electoral.

 

P. ¿Existieron posibilidades republicanas dentro del franquismo a través de Falange?

R. Creo que fuertes no. La monarquía tuvo la virtualidad, a pesar de los esfuerzos de Franco de hacerla patrimonialista y enfrentar al hijo con el padre, de buscar a todos.

 

P. Falange criticaba a Franco por aceptar la monarquía

R. Franco creó una monarquía de nueva planta, saltándose al padre. Este último buscaba un régimen representativo estilo británico: la campaña de desprestigio desde el régimen a Don Juan es uno de los mitos que hay que desmontar.

 

P. Para acabar, ves la transición como una obra coral, con el rey como piloto, pero ¿fue la partitura improvisada? Uno tiene la sospecha que se improvisó bastante… 

R. Hubo un diseño. La transición es un viaje en tren: el rey establece la estación de destino, la democracia, mientras que Torcuato diseña las vías y la locomotora. Adolfo Suárez es el maquinista: esa es la parte improvisada. Esto sucedió satisfactoriamente porque los tres estuvieron en su papel.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación Vozpópuli