Hace apenas unos días falleció la reina Isabel II de Inglaterra y, entre otras cuestiones, la prensa española se preguntaba si el Rey Juan Carlos I podría acudir a los actos fúnebres de la monarca en un país donde el emérito tiene causas judiciales abiertas. La demanda de Corinna Larsen contra el rey español por acoso no parece ser obstáculo para que acuda a la despedida de la reina británica, con quien tiene lazos familiares, pero el Gobierno no parece estar dispuesto a permitirlo.
Un día antes de la noticia del fallecimiento de Isabel II y sin previo aviso, la plataforma HBO Max anunció el estreno dos días más tarde de la serie documental Salvar al Rey, un conjunto de materiales audiovisuales y testimonios inéditos que saca a la luz grabaciones, relaciones sentimentales y toda la maquinaria que protegió al Rey emérito ante el peligro que suponía para la monarquía española dar a conocer los detalles íntimos de su vida sentimental y sus negocios.
Todo lo que ya se sabía o se intuía, las mismas hipótesis, pero con las voces protagonistas de quienes pueden corroborarlas en un documental que no tiene desperdicio, según esta redactora de Vozpópuli.
Entre los más 50 testimonios destacan voces como las de los políticos José Bono o Guillermo Fernández-Vara; el exbanquero Mario Conde; el juez José Castro, responsable de la instrucción del caso Noos; el exagente del CESID Diego Camacho; la fotógrafa Queca Campillo; el exdirector de comunicación de la Casa Real Javier Ayuso o los periodistas Pedro J. Ramírez, Victoria Prego, Casimiro García-Abadillo, Juan Luis Cebrián, Juan Fernández-Miranda, Pilar Urbano o Rosa Villacastín, así como el el exconsejero delegado de Cepsa Roberto Centeno y varios amigos del emérito.
Junto a todas estas voces, la de la fotógrafa Queca Campillo, fallecida en 2015, se convierte gracias a un audio de archivo, junto al testimonio de su hija, en uno de los bombazos de Salvar al Rey. Aquella mujer de aspecto llamativo, con pelo largo y ojos grandes, a quien el Rey no quitaba ojo en las comparecencias ante los medios gráficos, fue su amante durante gran parte de su vida. Se escuchan grabaciones del contestador que pueden ruborizar al espectador más escéptico cuando se oye al emérito enviar "un besito" a su amante y la propia Campillo describe los encuentros íntimos que mantenían, en una furgoneta cerca de Zarzuela.
Además de amante, Queca Campillo fue uno de los protectores de Juan Carlos I, en quien confiaba siempre para frenar la aparición en la prensa de informaciones delicadas o comprometidas, que revelaran aspectos de la intimidad o de la vida desenfrenada que el Rey mantenía. Cualquier detalle podía poner en peligro la continuidad del rey, de la monarquía y del propio régimen político del país, según señalan en el documental.
Salvar al Rey, salvar al país
"¿El Rey estuvo implicado en el 23-F?". Diego Camacho, exagente del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), tiene clara no solo la implicación del monarca, sino su responsabilidad. "El Rey es el motor del golpe, lo que pasa es que los reyes ni entran en los asaltos ni ejecutan nada. Él tiene una frase que lo dice todo: "A mí dádmelo hecho", cuenta el militar. Cuando Queca Campillo llamó al Rey desde el Palace, tal y como ella relata, Juan Carlos I le respondió: "Tranquila, que todo va bien".
Tras la muerte de Franco, el Rey emérito subió al trono siendo casi un desconocido para la gran mayoría de los españoles y siempre estuvo protegido para evitar no solo su caída, sino la de todo lo demás. Según se recoge en este documental, los jueces no le investigaban y tanto los medios de comunicación como los grandes sectores empresariales le consentían, a pesar de los abusos de Juan Carlos I.
Entre otras anécdotas, se hace referencia a la carta que envió al Sha de Persia, en la que le pedía una importante cantidad de dinero para UCD que el partido nunca recibió, según aseguró Suárez. Cuando aquel mensaje salió a la luz en los años 90, de nuevo no se supo nada.
Su obsesión por almacenar dinero probablemente nace de las dificultades que su familia pasó durante sus años en Roma, cuando su madre tuvo que vender incluso sus joyas, pero, tal y como sostienen las voces de esta serie, más allá de las particularidades de su vida, su perfil responde al de los Borbones, amantes del poder, el dinero, las faldas y el deporte, hasta el punto de que los servicios secretos españoles pusieron más empeño en proteger sus excesos de la opinión pública que en proteger al país.
Los 600 millones de pesetas con los que se frenó el chantaje de Bárbara Rey, sus errores frente a sus aduladores, una vida frívola sin control, sus viajes a Rumanía para participar en cazas de oso, que el entonces dictador Ceausescu grababa; su amistad con el banquero Mario Conde; su relación económica y sentimental con Corinna Larsen; los negocios armamentísticos de Manuel Prado y Colón de Carvajal, su administrador privado; sus declaraciones en conversaciones telefónicas grabadas sobre la victoria del PP o su mala relación con Aznar, el único presidente que quiso aprobar por ley el control de las donaciones a la corona, como ocurre en otras monarquías europeas.
Todos los rumores que han amenazado la estabilidad de la corona se desgranan uno a uno en este documental, que de ninguna otra forma podría haberse estrenado en otro momento. Si bien Juan Carlos I estuvo protegido desde 1975, tal y como señalan los protagonistas de esta serie, con los testimonios que se recogen aquí se pone el punto y final al pacto de silencio con el que se protegió al Rey emérito y se arroja luz a una época en la que se aceptaron más abusos de los que la sociedad actual es capaz de asimilar.