Este 1 de julio el Teatro Real reabre sus puertas con el estreno de La Traviata, ópera verdiana que cierra la temporada del coliseo madrileño en unas condiciones extremas de seguridad: mascarillas, músicos e intérpretes separados para garantizar la distancia, ausencia total de programa de mano en físico... Menos personas y más representaciones. Esa es una de las claves. De las 19 funciones programadas originalmente ha pasado a 27 representaciones con un aforo limitado de 869 localidades, un 50% del aforo, aunque a partir del 6 de julio valorarán aumentar el aforo al 75%.
La experiencia para asistir a las funciones contempla un minucioso protocolo : toma de temperatura y alfombras desinfectantes en los arcos de entrada; asientos asignados y una distancia de 1,5 metros entre los espectadores; uso obligatorio de mascarilla entre el público y medidas como 138 puntos fijos de hidrogel. En estos días, se repartirán más de 30.000 mascarillas de protección y se utilizará un sistema de programa de mano digital con código QR, que durará hasta que las autoridades autoricen la impresión (estimada para el 06 de julio).
Cada planta tendrá espacios independientes y franjas horarias de entrada y salida, para que sea posible moverse con aglomeraciones. Durante e acceso al teatro se abrirán todas las puertas, incluidas las laterales ue dejarán de ser giratorias. Cada espectador tendrá asignada una puerta de acceso y una franja horaria. Asimismo, ha cambiado la dinámica del propio edificio:dispone de ocho nuevos aseos y un sistema de grifería digital, para que no sea necesario manipular o tocar, entre otras medidas. Asimismo, el 18 mayo se practicaron las pruebas serológicas a todo el personal.
La producción de La Traviata que se ofrecerá a lo largo del mes de julio ya no será la que estaba anunciada, con dirección de Willy Decker, ya que los contantes, coro y orquesta deberán adecuarse a las directrices de seguridad sanitaria. Para representar una versión de la ópera que respete esas normas , el director artístico Leo Castaldi ha idea una versión de concierto semiescenificada, utilizando elementos de atrezzo, vestuario y caracterización procedentes de los fondos del Teatro. Partiendo de la "contundencia" con la que la distancia de seguridad se está interponiendo en la vida cotidiana, Castaldi ha concebido una escenografía marcado por un reticulado de cuadrados de dos por dos metros dibujados en el suelo y proyectados sobre los muros del escenario, "aprisionando psicológicamente a los personajes. Los solistas guardarán una distancia mínima de dos metros entre ellos.