Enrique Notivol se salva de morir atravesado por un disparo gracias a un ejemplar del ensayo de Sergio del Molino, La España vacía, que el joven lleva en el bolsillo de su cazadora. Así, a lo película de la guerra civil española. Es una de las tantas hipérboles y parodias que pueblan la nueva novela del escritor Daniel Gascón. Se trata de Un hípster en la España vacía (Literatura Random House), una sátira que retrata el voluntarismo con el que los habitantes de la ciudad perciben la vida rural y que le permite a Gascón desplegar un retrato irónico e hilarante de la España actual.
El protagonista, el joven universitario Enrique Notivol, llega a la casa de su tía en La Cañada, un pueblo de Teruel al que se ha marchado porque quiere dejar atrás la agitada vida urbana y, cómo no, olvidar un fracaso amoroso. Pertrechado de sus mejores intenciones, y prejuicios, se propone montar un huerto colaborativo en el lugar e incidir en la vida de una comunidad de la que él tiene sus propias ideas, que tengan que ver con la realidad… esa ya es otra cosa.
Adaptarse le toma su tiempo, pero él está por la labor. Hace yoga en el corral por las mañanas, busca quinoa (infructuosamente) en la tienda del pueblo, intenta encontrar cobertura para subir fotografías a su cuenta de Instagram y hasta decide comprar café orgánico por Internet, con la mala suerte de que el dron de Amazon que reparte el pedido se estrella y provoca un incendio en la serrería… del Alcalde. Entre medias, él continúa adelante: organiza un taller sobre nuevas masculinidades (al que sólo van las abuelas del pueblo) y se propone seguir con su idea del huerto.
Para el lector resulta imposible no imaginar a Notivol como un Íñigo Errejón cualquiera en la España vaciada
Notivol comienza a visitar el bar y en sus conversaciones con los parroquianos constata algunos otros aspectos de la vida en el campo en las que no había reparado: racismo, machismo, antiecologismo. Un buen día, aparece una pintada en un tabique del pueblo: “Forastero, gilipollas”. Enrique da por hecho que el insulto va dirigido con el moro del pueblo, que en realidad está mucho más integrado que él y que, para no liarse, decide seguirle la corriente: simula no beber y se esconde para no tener que hacer el ayuno.
El lector avanza guiado por las entradas del diario de Notivol. Pero cuando el libro abre el registro y coloca en un primer plano las voces del pueblo la novela se vuelve aún más hilarante e irónica. Hasta que un hecho todo en la vida del recién llegado: su intervención para evitar el robo de una imagen de la ermita hace posible, al fin, que los lugareños dejen de verlo como un extraterrestre. En una cadena de episodios berlanguianos, Notivol consigue hacerse alcalde del pueblo.
Para el lector resulta imposible no imaginar a Notivol como un Íñigo Errejón cualquiera en la España vaciada: "El hipster presentó a la ministra. Estaba un poco nervioso, pero cuando se quedaba en blanco hacía lo mismo que había hecho en la campaña: traducía trozos de canciones de Bruce Springsteen, cambiando las referencias geográficas, porque se adaptan bien a Aragón", escribe Gascón con un estilo, entre sobrio y desternillante.
Como alcalde del pueblo, Notivol se ve envuelto en cosas como esta: la colaboración con la emprendedora del pueblo –la dueña del puticlub-, los problemas y disputas con las localidades vecinas, el rodaje de una película sobre la Guerra Civil que hace pensar a unos miembros de Vox que la revolución anarquista ha estallado en Teruel, el secuestro de Greta Thunberg durante la cumbre del clima, la exhumación de unos huesos del museo de las Atrocidades para hacerlo pasar por víctima de la guerra en una conferencia de prensa o una cantante estadounidense que, tras su visita al pueblo, utiliza en un concierto el traje tradicional de La Cañada, en un caso flagrante de apropiación cultural.
No hay nada que no esté satirizado: el guerracivilismo, el paternalismo implícito de quienes viajan al campo y sin entenderlo, pretenden imponer sus propias ideas
En ese microcosmos que componen los habitantes de La Cañada, Gascón elabora una sátira al uso: exprime el humor de los pueblos y el campo, que él conoce muy bien, ya que durante años vivió en uno. Su madre era médico rural y fue asignada a muchas de estas poblaciones. Gascón, sin embargo, no plantea sólo ese humor. No hay nada que no esté satirizado en este libro: el guerracivilismo, el paternalismo implícito de quienes viajan al campo y sin entenderlo, pretenden imponer sus propias ideas (proyectar cine coreano en el frontón del pueblo, por ejemplo), las falsas ideas de integración. En este libro todo es una gran ficción, empezando por la propia idea que tiene Notivol del lugar al que llega. La España despoblada de los pueblos adquiere una visión menos voluntariosa y ejemplarizante, para convertirse en una parodia de los buenismos que tiñen la mirada que se tiene sobre ellos.
Si en su primera novela, Entresuelo, Daniel Gascón retrataba tres Españas: la de sus abuelos, la de sus padres y la su generación, en este libro retoma esa pulsión pero por la vía de la sátira. Si aquella novela compartía el espíritu de autores como Saul Bellow o Roth, aquí se respira un aroma más similar a los Cuentos sin plumas, de Woody Allen. Licenciado en Filología Inglesa y Filología Hispánica, Daniel Gascón debutó en la narrativa con un libro de relatos, La edad del pavo (2001). A ese siguieron El fumador pasivo (2005) y La vida cotidiana (2011). Coguionista de la película Todas las canciones hablan de mí (2010), dirigida por Jonás Trueba, Gascón es conocido por su columnismo sobrio e incisivo, jamás desprovisto, eso sí, de ironía. Así lo demuestra en sus columnas en el diario El País y en sus textos para la revista Letras Libres, de la que es editor.