La sincronía de la pareja, aunque parezca un anuncio, no tiene por qué significa que compartamos tiempo de descanso. Quererse, seamos parejas de hecho o matrimonios, está muy bien, pero a la hora de conciliar el sueño nuestro organismo no siempre tiene tantas ganas de que compartas lecho, sea marital o no, con otra persona.
Dormir con otra persona no es sencillo. Se mueve, da calor, tiene distintos ciclos de sueño o, en algunos de los peores casos, ronca, habla o se despierta a menudo. Es posible que a fuerza de costumbre acabemos asimilando estos hábitos y nuestras noches sean relativamente plácidas, pero la realidad es que si te preocupa la calidad de tu sueño, deberíais dormir en camas separadas o, en su defecto, en camas mucho más grandes.
Es cierto que existen estudios que prueban que "dormir junto a un ser querido tenga ciertas ventajas, pero no son la mayoría de los casos", explica el doctor Alejandro Guillén-Riquelme, de la Cátedra de Investigación del Sueño de la UGR - LOMONACO, aunque ciertos ejemplos apuntan a que generamos mayores cantidades de oxitocina cuando dormimos acompañados.
"La variable que lo explica es que esos compañeros de cama tengan un mismo ritmo: mismas horas de sueño, mismo ciclo o se vayan a dormir al mismo tiempo", añade. Es en ese caso donde también interviene la famosa melatonina, que segregamos de forma natural, pero que también encontramos como suplemento nutricional -y que no siempre es la solución-.
Sin embargo, no es lo más frecuente y la mayor parte de la literatura médica, como este ejemplo de la Universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, apunta en la otra dirección: dormir separados nos viene mejor, y no necesitamos estar mal con nuestra pareja para que así lo deseemos. "La otra persona es una fuente de ruido, además de generar movimientos y tener una temperatura que altera nuestro descanso", apunta, además de que no debemos olvidar que ciertos estados como irnos con el estómago lleno, estresados o sin cenar provocarán malos descansos.
Además, incluso encontramos ciertas variables de género. "Las mujeres son más sensibles a estas alteraciones, e incluso nuestra fisionomía influye en la forma en que dormimos o marcamos a la otra persona", prosigue.
"Los hombres tienen tendencia a acumular más grasa en la parte superior del cuerpo, mientras que las mujeres suelen acumularla en las piernas. Esto hace que los hombres suelan roncar más que las mujeres, además de tener una respiración más fuerte", advierte.
La complejidad de un buen descanso y un buen sueño
Para ser algo que hacemos, si no somos insomnes, alrededor de un tercio de nuestra vida, no siempre prestamos demasiada atención a cómo dormimos. "El sueño es un mecanismo muy complejo, sometido a cambios muy sensibles", indica el director de la la Cátedra de Investigación del Sueño de la UGR - LOMONACO.
"Imaginemos dormir en verano, donde hay más luz y las horas de sueño se ven mermadas por una excesiva luminosidad o por una mayor temperatura", sugiere. Por eso, el doctor Guillén-Riquelme, comenta que "las mejores estaciones del año para dormir son primavera y otoño porque no hay tanta luz y los cambios de temperatura no son tan notables".
Todo ello sin perder el hábito de un descanso saludable, que sitúa "entre siete y nueve horas al día, aunque los niños y las personas mayores necesitan más horas de sueño". En el caso de estos últimos, generalmente un colectivo que duerme poco por la noche, "se compensa con microsueños o siestas a lo largo del día", aunque según incide el doctor, "la calidad del sueño diario la da el sueño nocturno".
No eres tú, soy yo, y el tamaño importa
Todo aquel que haya intentado dormir con otra persona en una cama de 90 centímetros de ancho se habrá percatado de que es completamente inviable. Afortunadamente, las camas 'de matrimonio' empiezan a moverse en horquillas de los 150 centímetros de anchura en adelante, aunque en este supuesto el doctor habla claramente de un mayor tamaño.
"Lógicamente, cuanto más grande sea una cama, menos percibiremos los movimientos de la otra persona y más espacio tendremos nosotros para sentirnos cómodos", sintetiza, así que si no nos queda más remedio que compartir cama, mejor que sea de buen tamaño.
Sin embargo, no es solo una cuestión de centímetros, sino también del propio espacio del dormitorio. "Para lograr un buen descanso hay que tener claro que hay que controlar los estímulos. Debe ser un cuarto para dormir y la cama no debe ser el lugar al que llevarte la tablet, el móvil o ver la tele", advierte.
"Se puede leer, a modo de ritual, y es conveniente cuidar la iluminación, ya sea con lámparas de noche o con luces graduales", añade también. Aún así, los milagros no existen a la hora de dormir, sea solos o acompañados, y en este último caso puede provocar un pequeño cisma dentro del hogar.
Entonces, ¿cómo intentamos convencer a nuestra pareja de que no es una cuestión de cariño, sino de descanso? "Vivimos en una sociedad que vincula el descanso a un momento de intimidad, pero hay que proponerlo desde una forma racional y que eso pueda ayudar al descanso de ambos", inicia.
"Es conveniente plantearlo como una cuestión de salud, pero entendiendo que es un momento de vinculación emocional y por tanto buscar una vía para mantener ese vínculo", advierte. Si aún así tenemos dudas de cómo intentar negociar esta tregua en favor del sueño, acudamos a otra literatura, como el libro Two in a bed, del doctor estadounidense en Psicología Paul C. Rosenblatt, que habla del sistema social en torno a compartir cama.
Y tú, ahora que ya sabes que quizá dormir separado te haga bien, ¿cómo lo vas a proponer?