La dieta Hunza es una de las tendencias en cuestiones de alimentación de las que más se está hablando en los últimos tiempos. Y no es para menos, ya que es el estilo de vida del pueblo que da nombre a esta dieta hace que sus habitantes sean los más longevos del mundo. Por supuesto, su estilo de vida es difícilmente aplicable a nuestra sociedad occidental, pero sí que ha habido adaptaciones que podemos aplicar a nuestro día a día para tener una salud más fuerte y lejos de posibles enfermedades.
El valle de Hunza está situado en los Gilgit-Baltistan, en Pakistán, una de las dos entidades políticas de Cachemira. Se encuentra a unos 2.400 metros de altura y se extiende por una superficie de 7.900 km y sus habitantes (unos 30.000) pueden presumir de su longevidad, ya que la mayoría de ellos viven más de cien años (algunos han llegado a los 130) y cuando fallecen, las causas se deben en su mayoría a la vejez y no a enfermedades. Incluso dicen que los hombres pueden procrear hasta los 75 años.
Dicen que la felicidad y el estilo de vida que lleva esta población es lo que les lleva a vivir más años que la mayoría de la población mundial e incluso se ha comentado que los más ancianos siguen practicando deporte. Además, su aspecto no se corresponde con su edad real y todos aparentan ser mucho más jóvenes de los años que realmente tienen.
Los pilares fundamentales en el estilo de vida de los Hunza son tres: comida orgánica, beber agua alcalina y practicar ciertos ejercicios a diario para mantenerse flexibles y activos durante más años. Además, dicen que se bañan en agua helada cada día y todo lo que comen es totalmente alcalino, es decir, no ha pasado por ningún proceso industrial o químico. Incluso priorizan la lactancia materna hasta los tres años de vida.
La dieta de la longevidad
Su alimentación saludable básica consiste en vegetales –muchos de color verde– y frutas de temporada que consumen crudos y frescos y solo en algunas ocasiones los hacen calientes, cocidos con agua o al vapor. En verano suelen comer albaricoques secos, maíz y zanahorias, además, complementan la dieta con queso de oveja y granos germinados en los meses más fríos del invierno. Aproximadamente, al día ingieren unas 1.9000 calorías, de las que el 80 por ciento son carbohidratos y muy pocas proteínas. A esto le añaden beber agua del glaciar y tomar leche no pasteurizada de cabra y queso de cabra sin sal.
Al consumir productos con una cantidad muy baja de grasas saturadas, previenen enfermedades como la gota, la artritis reumatoide, los cálculos renales, la diabetes, los problemas cardiovasculares o la osteoporosis, entre otras. Obviamente, en nuestra cultura sería muy complicado seguir sus costumbres tanto físicas, como bañarse en agua helada, como de alimentación y está claro que es necesario ingerir también productos con un buen nivel de proteínas y otros alimentos para seguir una alimentación saludable, tal y como recomienda la Organización Mundial de la Salud.
Pero según un estudio del Instituto Biogénesis de Nutrición Ortomolecular, la adaptación de esta dieta a otras culturas habría surgido cuando el médico británico sir Robert McCarrison, ex director del Consejo de Nutrición de la India, no pudo observar un solo caso de cáncer, úlcera gástrica, apendicitis u otras enfermedades en el pueblo Hunza después de vivir con ellos durante tres años. Los hunzas le impactaron por su belleza, pero sobre todo por su fuerte constitución, su salud de hierro y gran capacidad de trabajo. McCarrison concluyó tras una década de estudios que el elemento fundamental de la extraordinaria vitalidad y longevidad de esta población residía en su alimentación.
De hecho, viviendo con ellos se dio cuenta de que los países y poblaciones vecinas, con unas condiciones climáticas muy similares pero con una alimentación diferente, padecen enfermedades y tienen una esperanza de vida dos veces más corta que los Hunza. A esto se añaden los estudios de R. Bircher, que asegura que estos habitantes llevan a cabo períodos de ayuno de forma regular.
Dieta Hunza adaptada
Según diferentes estudios, el plan de alimentación que se debería seguir con esta dieta sería un plan rico en hidratos de carbono complejos pero bajo en proteínas, que proceden principalmente de plantas (20 gramos frente a los 50 gramos de la dieta occidental), en el que predominen alimentos prebióticos, ya sea en forma de kéfir o de verduras fermentadas, con un consumo nulo de azúcar, hidratos de carbono refinados o cualquier alimento procesado. No incluye pan blanco ni harinas refinadas.
Se puede concluir que su dieta es muy similar a la dieta vegetariana y además es barata y que, si se quisiera, es fácil de autoproducir. Los alimentos integrales sin procesar constituyen la columna vertebral de la dieta Hunza. El 40 por ciento del total de calorías consumidas proviene de alimentos integrales, como el trigo, la harina de mijo, el trigo sarraceno o la cebada molida. El 30 por ciento correspondería a verduras frescas y el 15 por ciento a frutas frescas, entre las que se recomiendan las moras, las uvas o los albaricoques.
Se incluirían, además de alimentos crudos, frutos secos y semillas añadidas a productos como el yogur o la leche, fuente de proteína y que mantiene la flora intestinal a raya. En esta dieta se puede incluir un consumo pequeño de carne (en la cultura Hunza esto se reserva para las celebraciones). La ingesta de fibra a través de los productos integrales hace que el tracto digestivo funcione de manera correcta y mantiene alejado el estreñimiento o los problemas estomacales.
Además, hay que hacer algo de ejercicio a diario para mantenerse más feliz y con el estrés y la ansiedad alejados de nosotros. Con estos trucos, quizá nos podamos aproximar al buen humor y la capacidad de conciliar y evitar conflictos pese a las complicaciones de la vida de un pueblo que puede presumir de vivir más años que ningún otro.