Ser perfeccionista y tratar de hacer las cosas de la mejor manera posible no es malo en sí mismo, pero puede llegar a ser un problema de salud mental si esa perfección inalcanzable se convierte en una obsesión. En una sociedad cada vez más exigente, esa búsqueda obsesiva de la excelencia está a la orden del día y son muchas las personas que pueden llegar a sentirse frustradas o desanimadas si no alcanzan unos objetivos muchas veces irrealizables.
La perfección no existe. Seguro que esta frase la has escuchado miles de veces pero no por eso deja de ser menos cierta. Nadie es perfecto, todos cometemos errores y no somos infalibles. Y es necesario asumir esa realidad para entender que hay ocasiones en las que por mucho que nos esforcemos, las cosas pueden no salir como esperamos o deseamos por multitud de factores muchas veces ajenos a nosotros o nuestro trabajo.
Cuando una persona tiene su salud mental ‘en forma’, querer hacer las cosas bien y mejorar día a día en todas las facetas de la vida es algo bueno y hace que mejore la satisfacción personal. Todos nos sentimos bien cuando las cosas salen según lo previsto y a nadie le disgusta que le feliciten por una tarea bien hecha o un logro alcanzado. Pero en el momento en el que esa perfección se convierte en ansiedad, debemos empezar a preocuparnos ya que puede afectar a la salud mental y, con ello, a nuestra forma de relacionarnos con los demás.
Qué es ser perfeccionista
Según explican desde el gabinete de psicólogos El Prado, lo primero que debemos entender es que es el perfeccionismo para descubrir si tenemos un problema o no. Hay tres síntomas claros. El primero es la obsesión por mantener la excelencia en todo lo que se hace o se lleva a cabo. En muchas ocasiones, esos estándares tan altos no son razonables y la mayoría de las personas no los entienden de esa manera.
El segundo síntoma que indica que nos ‘pasamos’ de perfeccionistas es “hacer depender tu valor personal única y exclusivamente de tu habilidad para conseguir alcanzar esos estándares”, explican. Además, el tercer síntoma es que se experimentan consecuencias negativas por el hecho de perseguir esa excelencia inalcanzable pero se sigue insistiendo en lograrla pese a sufrir los efectos negativos en uno mismo.
Las personas perfeccionistas suelen ver todo lo que llevan a cabo como un examen en el que se les pone a prueba, ya sea en el colegio, el trabajo o las relaciones sociales. Entre los síntomas que pueden hacernos ‘saltar las alarmas’ están sentir ansiedad a diario, ser pesimista, tratar de controlar todo, sentir miedo constante al fracaso o a lo que piensen los demás de nosotros, obsesionarse demasiado con cada reto o sentir una insatisfacción constante, entre otros.
¿Por qué eres perfeccionista?
Para determinar un problema, es fundamental retroceder a cuál o cuáles han sido las causas que podrían haberlo favorecido. Muchas veces, la causa de esa búsqueda inagotable de la perfección reside en nuestra infancia y en una alta exigencia solicitada por los padres al niño. Hay progenitores que enseñan a sus hijos que tener una autoestima alta está condicionada por los logros conseguidos. De igual modo, si nuestros padres lo son, lo más probable es que nosotros también seamos perfeccionistas como ellos puesto que los niños son esponjas y su ejemplo a seguir es el de los padres.
Siguiendo en la edad temprana, a veces esa autoexigencia se produce después de una situación traumática como un abandono o un sentimiento de abandono familiar. También se puede dar en niños que han tenido que madurar muy rápido o antes de lo que les corresponde por vivir en una familia desestructurada o en la que los padres quizá son menos responsables que ellos mismos.
Además, una baja autoestima o sentirse inferior a los demás por algún tipo de complejo, puede llevar a ciertas personas a tender a compensar esos complejos tratando de hacer todo de la mejor manera posible. “El perfeccionismo cuando se convierte en una obsesión puede ser también síntoma de una personalidad obsesiva o de un trastorno obsesivo compulsivo”, explican los psicólogos.
Cómo ver que no somos perfectos
Por supuesto, cuando sentimos que tenemos un problema, lo primero que debemos hacer es acudir a un psicólogo o a un especialista que nos asesore y nos indique cuál es el tratamiento o la terapia más adecuada para nosotros. Cada persona es un mundo y en este caso también es así, pero hay algunos pequeños detalles que podemos poner en práctica para tratar de no buscar la perfección a toda costa y que no se convierta en un problema para nuestra vida cotidiana.
Aprende de los errores. Debemos saber que no somos infalibles y que de los errores también se aprende. Todo el mundo ha fracasado en algún momento y eso debe servirnos de impulso para mejorar y no para hundirnos. No trates de justificarte, solo reconoce que has cometido un error. Es humano, recuérdalo.
Sé realista. Como decíamos, no es malo tratar de mejorar y de hacer las cosas bien, pero hazlo con una base realista y factible. No te plantees metas inalcanzables porque la caída si no lo consigues (que será probable que sea así), será más dura. Siempre hay condicionantes y factores externos que pueden hacer que tus planes se vayan al traste, tenlo en cuenta y planifica tus metas sobre eso.
Ponte objetivos modestos. Conoce tus capacidades y mira al futuro con ganas pero sin ansiedad. No siempre hay que sacar un 10 en un examen o hacer una tarea en el trabajo con la que ‘te den un premio’ de manera figurada. Hay veces que no llegamos o que tenemos que pedir ayuda y eso no es malo, al contrario, te hará más cercano y dará muestra de tus ganas de mejorar.
Hay vida ahí fuera. Es normal en los más perfeccionistas que dediquen buena parte de su tiempo a estudiar o trabajar para hacerlo todo mejor, pero recuerda que la vida es más que todo eso. Tus relaciones sociales forman parte de tu ser y es importante cuidarlas también porque sino conseguirás quedarte solo. Lo mismo sucede con la vida familiar o la pareja. Si te obsesionas tanto por ser perfecto en el trabajo, dejarás de lado a los que más te quieren. Dedícales más tiempo y disfruta de su compañía.