El 11 de septiembre de 1969 la astrónoma ucraniana Svetlana Gerasimenko tomó varias imágenes del cielo desde el remoto observatorio de Almatý, en Kazajistán. Ella y su jefe, el astrónomo Klim Churyumov, escrutaban el firmamento con un telescopio Schmidt de gran angular en busca del cometa 32P/Comas Solá, avistado medio siglo antes por un astrónomo catalán y que debía aparecer en esa región celeste por aquellas fechas. Pero al regresar a Kiev y analizar las placas fotográficas descubrieron que las imágenes tomadas con intervalos de media hora había un objeto que no debía estar allí.
Tras un análisis detallado, los dos científicos llegaron a la conclusión de que aquel objeto borroso que cambiaba de posición en dos de las instantáneas era un nuevo cometa, distinto del que buscaban, y al que bautizaron como 67P Churiúmov-Guerasimenko. Los estudios posteriores mostraron que - a diferencia de otros cometas, que llevan siglos pasando cerca de la Tierra - aquel objeto era nuevo en el vecindario. Los astrónomos calcularon que antes de 1840 el cometa 67P era completamente inobservable debido a la distancia y que solo a partir de 1959, tras un encuentro con Júpiter, se aproximó a una órbita más cercana en la que ha permanecido hasta ahora.
Las dos placas en las que se observa por primera vez al cometa (1969)
El cometa 67P tarda unos 6,57 años en completar su órbita alrededor del Sol, entre las órbitas de Júpiter y la Tierra, y a una distancia entre 186 y 800 millones de kilómetros de la estrella. A mediados de los años 90, y tras el éxito de la misión Giotto para acercarse al cometa Halley en 1986, la Agencia Espacial Europea (ESA) se puso a buscar un cometa sobre el que posar una sonda. Y el pequeño 67P y su aproximación del verano de 2014 parecían el objetivo adecuado.
Una vez aprobada la misión Rosetta, en el año 2003 el telescopio espacial Hubble tomó una serie de imágenes de alta resolución del cometa 67P y los científicos elaboraron un modelo para predecir qué forma tenía. Por las imágenes del Hubble, el cometa parecía ser más o menos redondeado y giraba alrededor de sí mismo cada 12 horas, lo que le hacía propicio para un aterrizaje.
Modelo de 67P a partir de las imágenes de Hubble en 2003.
Pero en el verano de 2014, cuando la sonda Rosetta se acercó a unos cientos de kilómetros de 67P y pudo tomar fotografías con muchísimo mayor detalle, los científicos se llevaron una primera sorpresa. El cometa era muy diferente a lo que pensaban y tenía dos cuerpos claramente diferenciados entre sí que le dan una característica forma de patito. Desde entonces, la sonda se ha acercado hasta el cometa hasta situarse en órbita y los astrónomos están obteniendo centenares de datos nuevas sobre la evolución de uno de estos objetos celestes en su aproximación hacia el Sol. La superficie presenta una serie de irregularidades en forma de dunas que pueden deberse a la formación de gases y a las sacudidas del propio cometa y la cola empieza a nacer en la zona en que las dos partes del "patito" (cabeza y cuerpo) tienen su unión.
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Una de las últimas imágenss de Rosetta, donse se observa el lugar de aterrizaje de Philae.
Dentro de unas horas, a las 17h (hora peninsular española) del día 12 de noviembre, la sonda Philae se fijará a la superficie de 67P y obtendremos las primeras imágenes desde la superficie de un cometa. Entre las dos imágenes- la de la llegada de Philae y la de las placas del descubrimiento en 1969- habrán pasado 45 años y una serie de misiones a distintos cometas que incluso han traído a la Tierra muestras de polvo cometario. Pero ésta será la primera vez en que un dispositivo humano "cabalgará" junto al cometa en su aproximación al Sol mientras toma muestras de su interior. La historia que nos cuente Philae ayudará a conocer qué sucede dentro de estas grandes bolas de polvo y hielo y nos dará nuevas claves de cómo se formó nuestro Sistema Solar.
Más info: Así se posará Philae | Por qué Rosetta debería ponerte los pelos de punta
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