Partido a partido, que es como el reo Simeone educó que había que mirar a su equipo, el Atlético mal. Muy mal. Fallón en ataque por la vía de Mandzukic, plano por el medio y, aunque Moyá tuvo que estirarse, seguro eso sí por atrás. Tuvo un tiempo, el primero, y entregó el otro. Poco bagaje para un campeón vigente. Poco sobre todo ante un Rayo al que multiplica por cien en presupuesto, esa variable a la que tanto le gusta recurrir al reo Simeone cuando es su equipo el que soporta la desventaja. Ayer quizás no tanto.
Es pronto para estremecerse, pero el Atlético ya está dos puntos por debajo de como estaba la temporada pasada. De golear en el Pizjuán a empatar ante el Rayo. El equipo es peor de un año a otro y el reo Simeone quiso recrearse en esa circunstancia con unos cambios hacia atrás cuando el partido reclamaba mirar hacia adelante. No tengo otra cosa para escoger, ustedes sabrán si fichan, sonaba como mensaje de fondo a esa entrada de Saúl por Jiménez, de Cebolla por Griezmann y de Héctor por Mandzukic (apunta a tronco, repito).
Pero más allá de eso, lo que ocurrió fue un cambio en la actitud o en la mentalidad. O en el físico. Demasiada diferencia en el arranque de tres días antes frente al Madrid, la vida en cada balón y el cuchillo entre los dientes, con el exhibido ayer al ralentí. No jugó esta vez el Atlético como si fuera la última vez que pudiera hacerlo, como si el fin del mundo aguardara tras el pitido final. La esencia del partido a partido. Ayer el lema se deformó más bien hacia el ya habrá tiempo de ganar, ahora basta con sumar. Y eso es lo grave, no recordar en qué consiste básicamente este Atlético campeón. Aunque todavía unos cuantos días desde prisión, al reo Simeone le conviene reconvencer a los suyos de que el milagro se basa en jugar la Supercopa todos los días.