El ánimo de Lewis Hamilton tiene el color del cielo de Montmeló este viernes. Gris tirando a negro. Ni siquiera el anima el hecho de haber obtenido el mejor tiempo de una sesión baldía debido a la lluvía y el frío.
"Creo que la gente está hablando de nosotros en este momento. Vettel, y tal vez Fernando (Alonso) están diciendo que tal vez pueda competir por el campeonato mundial, pero yo realmente no creo que eso ocurra", se sinceró el inglés.
Pero fue cuando lo quiso arreglar: "Por supuesto, esa es nuestra meta, pero hay que recordar que el coche estaba un segundo por detrás de la cabeza, a veces dos segundos, el año pasado y no hemos mejorado. Esperemos hacerlo a finales de año. Eso es nuestra meta, pero definitivamente no al principio".
"Como dije en Jerez, siento que tenemos una buena base con este coche pero aún queda mucho por aprender, y sabemos que la clave está en mejorar nuestra carga aerodinámica", reconoció el campeón del mundo de 2008.
Discurso aparte, basta con fijarse en el lenguaje corporal de los pilotos para atisbar lo que realmente pasa por su cabeza. Nico Rosberg, compañero de Hamilton en Mercedes, suele aparecer relajado y risueño. Lewis, en cambio, se muestra entre taciturno y resignado. En McLaren, una escudería grande y con poder de mejora constante, el británico rara vez dejaba de sonreír. ¿Echará de menos su antiguo equipo?