Pues eso, que a las novias de hoy en día ya no les vale un vestido de Pronovias. Hay que buscar a alguna diseñadora rara y hipster de esas que aparecen en los blogs de Bodas, que nos hará un vestido tipo camisón pero a razón de 3.000 euros, nos encasquetará una corona de flores y nos hará ir descalzas, con nuestros rizos al viento, y un ramo de flores silvestres y ramas... más o menos.
Tampoco se llevan los míticos “Salones de Bodas” con aquellas fastuosas estatuas semi-griegas y lámparas de araña (qué lejos queda ya aquel momentazo en el los que los camareros venían con el cordero echando fuego al son de la música, en los que la tarta nupcial se cortaba con espadas y la novia troceaba su liga y la pasaba por las mesas a cambio de dinero ¿os acordáis). Todo eso se tiene ya por ordinario.
Ni los hoteles están ya bien vistos para los novios modernos y tampoco las novias llevan liga. Ahora lo que mola es organizar el enlace en un claustro abandonado, en un molino antiguo, en un bosque, en una playa...y claro, eso es tremendo follón, de ahí que haya que prepararlo con meses y meses de antelación. No hay que olvidar que los bosques y las playas hay que customizarlos con farolillos, con velas, con ramajes, con carísimas flores encargadas a carísimas floristerías. Celebrar el amor sale caro hoy en día.
Y después viene el banquete. En mi tierra, en las bodas te ponías ciego de cigalas y bogavantes pero ahora lo que toca es montar una suerte de ferias temática, en donde aquí pones a una señora haciendo burritos, allá a otra cociendo pulpo, a otro cortando jamón y a otra dando mojitos. Vamos, un auténtico parque de atracciones con fotomatones y todo. Por no hablar de la “recena” como se llama ahora. Antes jamás daban nada de comer a las dos de la mañana como no trincaras el limón de una copa. Ahora hay que organizar también una mini-comida en medio de la noche que pueden ser desde hamburguesas de McDonalds en cajas especiales con el nombre de los novios a chocolates con churros o cosas por el estilo.
En los 80 y 90, el máximo sueño de alguien que se casaba era aparecer en la iglesia en un Rolls o un pedazo de Mercedes que le pedías a tu tío o tu padrino. Ahora se prefiere llegar el Vespa, en un sidecar (por supuesto con globos), una bici vintage o en un Mini (pero de hace 50 años).
Tampoco valen los fotógrafos de toda la vida, los de “sonríe al pajarito”. Las fotos deben ser improvisadas, naturales, que capten el momento real (y con el fotógrafo pegado a los novios “como geisha por arrozal durante 15 horas”). Ni se va a los Jardines de Sabatini o la playa. Se prefiere una carretera de La Mancha abandonada, o algún paisaje industrial. El clásico arroz se quedó también para las paellas. Como mucho pétalos de rosa.
De toda la vida como regalo para los invitados se daban cigarrillos y puros a los señores y como mucho unos bombones a las damas pero ahora...¡mi madre! Que si bailarinas, que si alpargatas, pashminas, velas...sólo en eso se debe ir ya el 25% del presupuesto.
Y las madres, aquellas santas abnegadas que se encargaban antes de ayudar a la novia han quedado también relegadas a la nada. Las han sustituido nada más y nada menos que las blogueras de Bodas, seguidas por miles y miles de futuras novias.
Todo este berenjenal es a menudo preparado o auspiciado por la novia, que como una laboriosa abeja reina, organiza todo durante casi un año con ayuda imaginamos del Lexatín. El novio no sabemos dónde está. Aguantado estoicamente, diciendo a todo que sí e intentando no a) cortarse las venas b) dejar a su novia y pasar de todo.
Hay algo que no cambia sin embargo... y son los regalos de boda. Por mucha lista de bodas que se ponga (y que luego los novios cambiarán por lo que les de la santa gana), no hay mejor regalo que la pasta. A mi que queréis que os diga, que me inviten a una boda y me pongan un número de cuenta sí me parece una ordinariez. Y hacer las cábalas para calcular cuánto valdrá el cubierto para así tener una pista del dinero que tienes que dar también.
Admiro a la gente que me dice “este verano tengo cinco bodas”. Yo afortunadamente pocas bodas tengo y menos mal, porque acabaría comiendo choped.
Dicho esto, si me volviera a casar lo haría desde luego o con cuatro gatos en un sitio que significara algo para mi (Ravello en la Costa Amalfitana, por ejemplo) o en unos Salones de Bodas como Dios manda de cualquier barrio.
¿No pensáis que nos estamos pasando de rosca un pelín con este tema de las bodas? ¿qué preferís, las bodas hipster de ahora o las de “toda la vida”? ¿cuál es la boda más divertida en la que habéis estado?