Nada atrae tanto la atención como un famoso que, de repente, se encierra tres meses en el gimnasio y reaparece en público sin lorzas y, ya puestos, sin camiseta. Es la dictadura de los cuerpos de escándalo. Todos, actores, cantantes, celebrities de tres al cuarto, deben lucir unos abdominales esculpidos en acero y unos pectorales prominentes si quieren continuar triunfando. Y lo peor de todo es que esta misma moda ha terminado calando en la calle. ¿No ven demasiados bíceps desproporcionados cada vez que salen de casa? Se nos ha ido la mano con el culto al cuerpo y no sabemos dónde parar.
La reivindicación de las mujeres reales, el contrapunto a los absurdos estereotipos físicos que lleva décadas exigiendo la publicidad, empieza a calar también en el sector masculino. Para eso sí nos hemos dado prisa. Mientras ellas llevan luchando años, nosotros, en cuanto hemos visto que esto de los músculos se ponía demasiado en auge, hemos contraatacado. Y, en realidad, reconozcámoslo, nos merecemos que nos señalen con el dedo y nos llamen gordos, tal como hemos hecho -y seguimos haciendo- con las mujeres durante demasiado tiempo. ¿O no recuerdan cuando Tania Llasera tuvo que dar explicaciones públicas por su aumento de peso? A Kiko Rivera no se lo hemos pedido.
Pero, por mucho que los músculos nos tengan obnubilados, no todos los famosos han terminado cayendo en la trampa de las mancuernas. Los hay que lucen redondeces sin demasiado problema y nos cautivan incluso más que las tabletas de Mario Casas y Zac Efron. ¿Por qué hemos demonizado la tripa? Sí, acumular peso y grasas no es demasiado saludable, pero tampoco vamos a negar que otorga cierto atractivo. Sobre todo, si se lleva tan bien como lo hacen estos famosos:
Leo DiCaprio
La tripa de Leo DiCaprio va y viene, dependiendo de su agenda laboral. Si tiene rodaje, se pone las pilas y vuelve a ser aquel chico delgado que todos conocimos. Pero, cuando las vacaciones se lo permiten, se entrega a los placeres de la comida como si no hubiese un mañana. ¡Y para qué criticar si los demás haríamos lo mismo! La tripa le queda bien al actor. Le da un aire de humanidad, de cercanía.
Chris Pratt
Volvamos atrás en el tiempo. ¿Se acuerdan del actor Chris Pratt antes de volverse loco con el gimnasio? Lucía unas redondeces más que prominentes y era uno de los actores más deseados y reclamados. Claro que, más tarde, Hollywood le dijo que o se centraba en ponerse en forma o no tendría cabida como héroe de acción. Y no es que ahora no esté estupendo, pero es que antes ya nos gustaba.
Gerard Butler
Llega un punto en la vida de las estrellas que deciden pasar de los sacrificios y abrazar una vida más relajada. Les pasa a muchos. Gerard Butler, sin ir más lejos, fue aquel guerrero de 300 que abandonó el escudo y la espada y se dedicó a vivir la vida. ¿El resultado? Pues una tripa que en cualquiera sería normal, pero en un actor de Hollywood llama la atención. ¡Todos somos Gerard!
Javier Bardem
Sabemos que Javier Bardem es de estos actores que, como se le plante delante un guión interesante, es capaz de cualquier transformación física con tal de conseguir el papel -lo suyo, eso sí, son las pelucas-. El paso del tiempo ha hecho que Bardem deje las contemplaciones y se entregue a su propia naturaleza. De ahí que cada vez le veamos más grande, más rotundo. Cuando tienes un Oscar, ya puedes hacer lo que quieras.
David Bustamante
Incluso a su mujer, Paula Echevarría, le gusta más el David Bustamante de ahora. Uno menos marcado y musculado. El cantante se puso muy firme con la dieta y el ejercicio y se convirtió en casi un superhéroe. El año pasado decidió volver al redil -motivado por una lesión- y luce un cuerpo más acorde con la realidad, menos cristianoronaldizado. Se lo agradecemos todos.
Jorge Javier Vázquez
Es un clásico en Sálvame que Jorge Javier Vázquez le pregunte al público si le ven más delgado al natural que en la televisión. Y como se anime la cosa, se atreve a dejarse tocar para que todos veamos que está fuerte como un roble. Y no lo dudamos. El presentador cuida mucho su imagen y su físico, aunque también ha reconocido que, con la edad, no está dispuesto a determinados sacrificios. Hace bien. Las tabletas están sobrevaloradas. Y los batidos de proteínas, más.