Economía

John Mauldin: "El euro es un esquema Ponzi que hará de Madoff un simple ratero"

John Mauldin, columnista de The New York Times, autor best sellers en Wall Street y reputado consultor, afirma que Alemania está más abierta a que el Banco Central Europeo (BCE)

John Mauldin, columnista de The New York Times, autor best sellers en Wall Street y reputado consultor, afirma que Alemania está más abierta a que el Banco Central Europeo (BCE) calme los mercados mediante inyecciones de liquidez. Imprimir dinero una y otra vez, en un esquema piramidal que hará de Madoff una pequeña anécdota, advierte.

Mauldin predijo hace unos años la crisis bancaria doméstica y, aunque ahora no es benévolo con España, se resiste a focalizar la tormenta financiera en nuestra economía. Pese a la actual crisis del euro, “el problema no termina con España”, y eso que el nuestro es de envergadura.

“España es demasiado grande para caer y demasiado grande para ser salvada. La única manera de que el país mantenga su deuda en el entorno del 6% es básicamente por las compras del BCE”. Si cayera “sería sólo una cuestión de tiempo que fueran detrás Italia y, sí, incluso Francia. La línea debe ser trazada en España”.

El BCE es el único capaz de poner algo de tranquilidad, mediante su gran herramienta: “la impresión de dinero”. Europa necesita, por tanto, “un programa que requerirá billones (trillions) de euros recién salidos de imprenta para mantener la Eurozona”. Alemania ya empieza a ser consciente de esto, aunque Mauldin reconoce que “esto es un esquema Ponzi que hace que a su lado Madoff sea un raterillo de calle”. Lo malo es que hay que aplicar un calmante ya. 

Draghi sabe cómo anestesiar a los mercados: con una dosis de liquidez de caballo. Es urgente ganar tiempo, insiste Mauldin. La pregunta es “¿Para qué?” Las respuestas se le agolpan: “¿Para ajustar los déficit públicos? ¿Para gestionar las deudas de los bancos? ¿Para tratar de arreglar los enormes desequilibrios comerciales entre Alemania y los demás estados periféricos? ¿Para forzar a los votantes a aceptar la unión fiscal?...”

La cábala

No está claro: “Si hay alguna cábala conspiradora que tenga un plan secreto, lo tiene muy bien escondido”. Desde luego, al otro lado del Atlántico “parece que los líderes europeos resuelven los asuntos a medida que surjen”. Sin duda, los políticos del Euro carecen totalmente de una hoja de ruta y eso los mercados lo saben. 

El gurú estadounidense reconoce que la Eurozona necesita un tiempo muerto para decidir qué hacer con su vida en ese interín que sólo el BCE puede facilitar. Deberá ser un paréntesis amplio, que permita a los socios europeos un plan común. Seguramente, Alemania deberá consentir cierta inflación en su economía, a cambio de suavizar la ortodoxia impuesta por Merkel. Y de esta manera, dar aire a los países periféricos.

Lo de menos será si España cumple o no con el déficit (por cierto, no cumple; conforme sus cálculos quedará en el 7%) o si la nacionalización de Bankia es una solución. Al lado de un riesgo sistémico de la moneda única son ejemplos menores. Peores son determinados círculos viciosos en los que está encerrada la economía nacional, como el que sufre el Ejecutivo al intentar poner orden en la banca, cuando está totalmente en sus manos: “el Gobierno ofrece avales a la banca, para que pida dinero al BCE, que a su vez coloca en deuda española, que sirve para afrontar las deudas del elevado déficit creciente, por lo que deben avalar de nuevo a la banca para que pida más dinero que entre en las nuevas emisiones para pagar más déficit...” ¿Cómo se para eso?

“Esto es como un camarero indigente que asegurara copas a sus amigos alcohólicos, que piden, y vuelven a pedir y llaman a otros colegas... El BCE sería el camarero y los contribuyentes los dueños del bar. Cuando algún día aparezca la factura, alguien va a acabar con una resaca de coj...”, acaba Mauldin con humor. Todo el mundo quiere barra libre de liquidez del BCE, aunque conviene no olvidar que, al final, el dinero sale de la ciudadanía. 

Al menos, se agradece su desenfado. Mucho más que el tono cenizo de su compañero de medio, Paul Krugman, que avisa de corralito en España. 

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