Revisaron informes previos y repasaron los datos de contabilidad de las entidades. Tenían como misión redactar el informe del Banco de España sobre la integración de las siete cajas. Según los análisis, en Caja Madrid y Bancaja faltaban entre 8.000 y 10.000 millones de euros de saneamientos. La intención era reflejar esta carencia en el informe final. Pero no. "Poned una cosa que no comprometa mucho", dijo el entonces número dos del organismo supervisor, Pedro Comín. Y así fue. Al final, los inspectores dieron por bueno los saneamientos de Bankia.
Así ha narrado José Antonio Casaus el preámbulo del episodio de la salida a bolsa de la entidad presidida por Rodrigo Rato. Lo ha hecho en calidad de testigo ante el tribunal que juzga la causa en la Audiencia Nacional. Según su versión, el propio Banco de España mandó a suavizar aquel informe del 31 de marzo de 2011 en el que finalmente se dijo que los saneamientos realizados en los tres últimos años contra reservas eran "suficientes para afrontar el deterioro de los activos crediticios e inmobiliarios" de los dos ejercicios posteriores.
"Le dijimos, Pedro, no lo vemos". Pero no quedó por escrito. El inspector ha admitido que el "gran error" fue añadir ese último párrafo en el que se aseguró que los saneamientos eran suficientes. "Lo metimos contra lo que pensábamos", ha dicho durante el interrogatorio de la Fiscalía.
Tras estas afirmaciones, las defensas han interpelado a Casaus sobre las presuntas presiones ejercidas desde el Banco de España. Tras más de cinco horas de declaración, el inspector ha matizado: "A mí no me han impuesto nada en el Banco de España. Yo no he dicho que fueran presiones". Ante la insistencia de los letrados, ha añadido: "A mí no se me ha dosificado ningún informe en la vida".
La imagen real
Lo cierto es que, según la versión que ha dado el inspector ante el tribunal, el informe no reflejaba la realidad de la entidad. "Era un grupo generador de pérdidas recurrentes que, sin ayudas pública, se hubiera asfixiado por liquidez porque se encontraba en un punto de no retorno. Se destruía valor cada día e iba directo a la intervención", ha explicado.
Casaus ha recordado que el contexto no ayudaba. El grupo solo tenía tres opciones si quería cumplir con los requerimientos de capital de los nuevos decretos del entonces ministro de Economía, Luis de Guindos. O encontraba un inversor extranjero, o era intervenido por el Frob, o salía a bolsa.
Las dos primeras opciones no calaban en la entidad. "Vino a decir el presidente [Rodrigo Rato] que eso supondría cambios en la gobernanza de la entidad", ha dicho Casaus a la Fiscalía, en referencia al "interés personal" de varios directivos de "permanecer en los puestos". Finalmente, triunfó la tercera opción.
Una vez que los directivos se inclinaron por la primera opción, el grupo pasó a cumplir formalmente con los requisitos. Según el inspector, BFA solo podía "captar 3.000 millones y a aguantar como con una bombona de oxígeno".
"Caos" en Cibeles
Los inspectores no advirtieron de la situación financiera de BFA-Bankia hasta tres meses antes de la salida a bolsa. La foto era cruda: "un banco en caída libre". El testigo ha asegurado que para entonces ya se notaba el "nerviosismo" en Cibeles. "Lo viví como un caos absoluto. Yo estaba descolocado. Que si el Ministerio, que si no sé qué, mucha prisa, cambiando cosas con errores".
Días antes de la reunión con la intervención del grupo, el caos se mantenía: en la sede del supervisor no se sabía aún cuáles activos iban a ir a Bankia y cuáles a BFA. Según ha relatado Casaus, no estaban dadas las condiciones para sacar a bolsa una entidad. "No estaba delimitado el perímetro de lo que salía a bolsa; eso fue una imprudencia", ha zanjado.