Uno de los mayores escándalos de la industria del automóvil de los últimos años nació en EEUU, cuando se destapó que los coches principalmente diésel del fabricante alemán Volkswagen ofrecían en los procesos de homologación valores de emisiones contaminantes inferiores a los reales gracias al empleo de un software que lo manipulaba. Eran tiempos de Barack Obama, con una política que buscaba a toda costa reducir la contaminación a nivel global.
Ahora, el Gobierno de Estados Unidos ha dado marcha atrás a su iniciativa más ambiciosa contra la crisis climática, al relajar de manera notable las exigencias para que los fabricantes de automóviles produzcan vehículos más eficientes en cuanto a su consumo de combustible y sus emisiones de carbono. En un nuevo frente abierto a favor de la industria interna, el Ejecutivo del presidente Trump ha publicado la norma definitiva para suavizar los estándares de control de emisiones y consumo para los automóviles que impuso en 2012 el Gobierno de Obama.
"Esta regla es la mayor iniciativa de desregulación que ha emprendido el Gobierno de Trump”, afirman en un comunicado conjunto el Departamento de Transporte de EEUU y la Agencia de Protección Medioambiental del país (EPA). Según la información recogida por el diario The New York Times, la norma permitirá que los vehículos que circulen en Estados Unidos emitan casi mil millones de toneladas más de CO2 durante su vida útil que bajo la norma de Obama, y cientos de millones de toneladas más que si se ajustaran a los estándares de Europa o Asia.
Objetivo, coches más baratos
Con la nueva regla, que entrará en vigor aproximadamente dentro de dos meses, Trump busca deshacer la medida más significativa contra la crisis climática de Obama, tras ordenar la retirada de EEUU del Acuerdo de París sobre el clima y desregular las emisiones de las centrales térmicas de carbón.
Si la regla de Obama exigía que los niveles de eficiencia en el consumo de los automóviles alcanzaran las 54,5 millas por galón en 2026 (el equivalente a 4,3 l/100 km), la nueva norma de Trump rebaja la meta hasta las 40,4 millas por galón para ese mismo año (5,9 l/100 km), una subida considerable opuesta completamente a las tendencias de casi todos los mercados mundiales, especialmente Europa, donde los límites de emisiones pasan por ser los más severos a nivel mundial y que se van a endurecer aún más en el plazo de tres años.
Para lograrlo, los estándares de eficiencia en las emisiones de los vehículos deberán aumentar solo el 1,5% cada año hasta 2026, frente al auge del 5% previsto en la norma de Obama, lo que favorecerá a los fabricantes, que no tendrán que dedicar tantos recursos en el desarrollo de tecnologías para reducir drásticamente los consumos. El Gobierno de Trump argumenta que la mayoría de fabricantes de automóviles no estaban alcanzando esas metas, y que los cambios permitirán reducir el precio medio de un nuevo vehículo en alrededor de 1000 dólares.
El objetivo de todo ello es facilitar que los estadounidenses puedan permitirse comprar vehículos más nuevos, que son "más seguros que nunca", señaló el Departamento de Transporte, que calcula que podría haber hasta "3.300 menos muertes en accidentes" de carretera con los automóviles construidos de acuerdo con los nuevos estándares.
Sin embargo, las estimaciones del Gobierno también indican que morirán más estadounidenses como resultado del aumento en la contaminación del aire que si se mantuvieran en pie los estándares de Obama, según fuentes conocedoras del estudio. "Esto dañará el aire que respiramos, detendrá los avances para luchar contra la crisis climática y aumentará el coste de conducir. La única ganadora de esta medida es la industria petrolera", dice en un comunicado Gina McCarthy, que dirigió la EPA durante parte del Gobierno de Obama.
El miedo de los fabricantes estadounidenses es la más que probable avalancha de demandas en los tribunales, procesos que podrían durar años y hacer que la industria del automóvil quede en un limbo regulatorio.