Mediados de julio de 2012. El Rey Juan Carlos, por entonces recientemente operado de la cadera tras su accidente de caza en Botsuana, surca los cielos europeos a bordo del Airbus de la Fuerza Aérea Española con destino a Rusia. Aprovechando la presencia a bordo de varios periodistas, el monarca sentencia: “cualquier otra persona estaría de baja pero yo tengo que currar”.
El “currelo” en cuestión estaba relacionado con el proyecto de línea de alta velocidad entre Moscú y San Petersburgo y hasta tierras rusas se trasladó don Juan Carlos con una notable representación de grandes empresas que podrían estar interesadas en participar en este proyecto: OHL, Talgo, CAF, Iberdrola, FCC, Técnicas Reunidas…
Fue uno más de muchos viajes de este tipo, a los que el Rey iba “a trabajar”, según sus propias palabras. Y con ellas se refería a una misión de tipo comercial que muchas grandes empresas en petit comité, en privado y alejadas de micrófonos y grabadoras valoraban de forma apasionada.
“Es increíble las puertas que puede abrir una simple llamada telefónica del Rey”, aseguraba en los últimos días el presidente de una empresa pública que participa en el consorcio que consiguió el contrato del AVE La Meca-Medina, sin duda uno de los logros más importantes en la historia empresarial española y el episodio más sonado de intervención fundamental de don Juan Carlos en este tipo de procesos.
Del AVE a La Meca a Ence en Latinoamérica
El consorcio francés que llegó a la recta final junto al español mantuvo la delantera durante buena parte del proceso, hasta el punto de que se dio varias veces por hecho que el contrato iría a parar a tierras galas, entre otros factores, por el buen hacer comercial de su entonces presidente, Nicolas Sarkozy.
Cuando el pesimismo cundía en las huestes del Ministerio de Fomento, comandado por aquel entonces por José Blanco, emergió la figura del Rey y las tornas cambiaron. Eso sí, siempre bajo un halo de misterio y opacidad que levantado no pocas polémicas en relación con el papel del monarca y la conveniencia o inconveniencia de tomar partido en estos procesos.
Lejos de los focos que un proceso de estas dimensiones requiere, en ocasiones la labor diplomática de don Juan Carlos ha repercutido en múltiples beneficios para empresas españolas. Fue el caso de la papelera Ence cuando a mediados de la pasada década pujaba con la finlandesa Botnia por hacerse con los derechos para instalar una planta en Uruguay.
Finalmente, la empresa que preside Juan Luis Arregui se llevó el gato al agua y Botnia no tuvo reparos en felicitar a su competidor en un comunicado en el que admitía no haber podido hacer frente al impulso proporcionado por el Rey Juan Carlos, que posteriormente también fue pieza importante para que Ence cambiara la ubicación de la planta.
Los Albertos, Navantia...
La conexión con Ence también tuvo su punto de polémica, toda vez que los empresarios Alberto Alcocer y Alberto Cortina, los Albertos, considerados como grandes amigos de don Juan Carlos, son accionistas significativos de Ence, con una participación que supera el 20% del capital de la papelera.
Por supuesto, el Rey siempre ha insistido en que el esfuerzo principal tiene que ser llevado a cabo por las compañías y que su margen de actuación es limitado si las empresas no muestran un interés prácticamente rayando el delirio en estar presente en un determinado mercado. Sin embargo, el peso de una llamada, de un contacto o de un simple consejo ha sido determinante en múltiples ocasiones.
Sucedió con Navantia y su pelea por lograr contratos en Australia. Don Juan Carlos dio la clave a los responsables de la compañía pública: enseñar al potencial cliente el producto para que lo vea, lo examine e incluso lo toque. “De nada vale que vayas allí cien veces y les enseñes toneladas de papeles”. Y a fe que el consejo abrió las puertas que no lograron abrir decenas de visitas al país oceánico.
El legado final y las dudas
Sin duda, es una de las incógnitas que la abdicación del Rey abre en los círculos empresariales: si la Corona será capaz de seguir ejerciendo este papel que tanto beneficio ha reportado a las grandes compañías pero que, por otro lado, ha constituido uno de esos puntos oscuros que ha contribuido, de alguna manera, al deterioro de su imagen.
A modo de legado final, el Rey ató un gran encuentro con empresarios saudíes a celebrar en Madrid el próximo mes de septiembre en la última etapa de su periplo por Oriente Medio, que ha sido interpretado por algunos como su despedida de su misión comercial.