Economía

Enel esperó al fin del mandato de Prado para evitar un escándalo en Italia por su indemnización

La cúpula de la compañía italiana llevaba un tiempo dando por amortizado a Borja Prado como presidente de su filial Endesa pero un factor por encima de todos frenó su defenestración anticipada: el ruido que hubiera generado en Italia el pago de una cantidad en el entorno de los 30 millones de euros a un ejecutivo a cargo de una empresa pública

  • El presidente de la compañía de electricidad Endesa, Borja Prado.

El relevo de Borja Prado como presidente de Endesa estaba más que decidido en la sede central de Enel, accionista mayoritario de la eléctrica española, desde hace algunos años. La cúpula directiva de la energética pública italiana, con su CEO, Francesco Starace a la cabeza, no terminaba de compartir la necesidad de contar con un presidente con poderes ejecutivos (al contrario de lo habitual en las mercantiles italianas) y que, además, pretendía dejar de ser precisamente eso, un ejecutor de la estrategia que llegaba desde Italia. Sin embargo, un factor de tinte político-económico le ha llevado a demorar la decisión hasta el vencimiento del mandato de Prado: evitar un más que probable escándalo en Italia por el montante de una indemnización que podría haberse ido el entorno de los 30 millones de euros, costeados en su mayor parte por una empresa con capital público.

En los últimos años ha sido más que evidente el distanciamiento de Prado con la matriz italiana de Endesa. Tras las operaciones corporativas llevadas a cabo por Endesa bajo el control de Enel (entre las que destaca la venta de los activos de la española en Latinoamérica al grupo transalpino, que a su vez lo autofinanció con el gran dividendo que pagó Endesa con los ingresos), un Borja Prado con más poder ejecutivo que ahora y con la firmeza que le daba ser el hombre fuerte de Mediobanca en España, determinó que había llegado la hora de que Endesa comenzara a actuar por libre, con casi absoluta independencia. En una palabra, sin apenas tener en cuenta a la empresa que controlaba el 70% del capital.

Fue el principio del fin de Prado, cuya figura comenzó además a ser vista en Enel como una herencia del pasado, es decir, de la operación desarrollada a mediados de la pasada década y que terminó con Endesa en manos italianas (en competencia con las alemanas de E.ON y con la previa intervención de Acciona).

Por entonces, la presencia de Prado en Endesa como presidente era un mensaje de que la españolidad de Endesa estaba asegurada, aunque por entonces más del 90% del capital estaba en manos de Enel.

El mando de Enel

"En Italia nunca terminaron de entender este movimiento, aunque lo aceptaron. A lo que no ha estado dispuesta Enel en ningún momento es a no tener el mando absoluto en una empresa de la que controlan la mayoría del capital", señala una fuente conocedora de la operación. Al fin y al cabo, el grupo italiano consideraba que hechos como los de mantener el nombre de Endesa o la sede en España ya suponían suficientes compromisos con el país a los que no estaban obligados.

Así las cosas, en Enel se valoraba el perfil financiero de Borja Prado, especialmente oportuno para operaciones como la de Enersis o Enel Green Power. Pero a partir de ahí, Prado volvió a ser considerado, especialmente por la nueva cúpula de Enel (que no era ya la misma que había llevado a cabo la compra de Endesa, con Fulvio Conti a la cabeza), como el anacrónico representante de la españolidad que, además, había sido incluso reforzada con la sustitución en el puesto de consejero delegado de Andrea Brentan por José Bogas, que se mantiene y quedará reforzado con la salida de Prado. 

Precisamente, ese relevo ya le costó a Enel dar muchas explicaciones en Italia. Brentan se llevó una indemnización de 11 millones de euros tras dejar Endesa en 2014. Y aquello generó un cierto ruido político en Italia.

Recuperar la senda italiana

Al fin y al cabo, Enel está participada por el Estado en un 28%, un carácter semipúblico que tiene innumerables ventajas pero también algún que otro inconveniente, especialmente en un escenario político tan complicado como el transalpino en los últimos años.

La suerte de Borja Prado en Endesa estaba echada pero en diferido. Negociar una salida a falta de un par de años para el vencimiento de su mandato le costaría demasiado caro a Enel y, especialmente, a sus directivos. Y no solo desde el punto de vista económico.

Acabada la etapa de Prado, Enel recuperará la senda italiana: un presidente puramente institucional (español y no muy caro) y un consejero delegado con todo el poder ejecutivo, con perfil técnico y en sintonía con la matriz.

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