Por si no fuera suficiente con la que se avecina, a Mariano Rajoy parece que se le complican las cuestiones domésticas. Sus dos damas de hierro, los dos pilares, que en ocasiones más parecen muletas, sobre los que tan cómodamente se sostiene, María Dolores de Cospedal, responsable de mantener en orden el gallinero popular, y Soraya Sáenz de Santamaría, Vicepresidenta primera y personaje se supone que fuerte de este gobierno, tienen a su vera, verita, vera a un par de mozos que no hacen ascos a las sinergias que trae consigo ser consortes de tan distinguidas y poderosas damas.
Según relataron en su día personas cercanas, poco antes de decidir quiénes serían finalmente los ministros de su nuevo Gobierno, Don Mariano, al calor de sus más fieles se sinceró y expresó sin ambages que lo que quería era “gente dispuesta a incinerarse”. Expresión inequívoca, dadas las circunstancias por las que atraviesa el país, de una necesidad más que de un deseo. Y es de presumir que aquella revelación, lejos de pretender encontrar héroes donde de seguro no los había, buscaba al menos que los elegidos tendieran más al sacrificio –o al menos al disimulo- que a la estruendosa obtención de réditos del poder que les sería entregado, bien cartera de ministro en mano, bien secretaría general mediante. Pero, en política, las buenas intenciones, al igual que las palabras, se lleva el viento y sirven de poco o de muy poco. Es más, parece que estas bondades son entendidas como debilidades que estimulan a los más espabilados a tratar de hacer justamente lo contrario de lo que se espera de ellos.
Es de suponer que ni Ignacio López del Hierro –más que fogueado en estas lides de hacer carrera de forma oblicua-, por la parte que le toca a Doña María Dolores, ni Iván Rosa, por la correspondiente a Doña Soraya, fueron testigos privilegiados de aquella revelación. Es más, por lo que parece, ni les consta. Y estos dos mancebos no sólo han permanecido lejos de todo cuanto entrañe excesivos sacrificios, sino que prueban suerte y revolotean de flor en flor como dos zánganos al amparo de sus abejas reina. A fin de cuentas, aprovecharse de ventajosas relaciones personales es, en España, una costumbre mucho más arraigada que las corridas de toros. Y, en política, lo que en la calle es costumbre, se convierte en tradición. Así nos luce el pelo.
Del marido de María Dolores de Cospedal, Don Ignacio, qué decir. Gobernador de Toledo a la temprana edad de 29 años, el más joven de la historia, abandonó su carrera política para recalar en el aún más provechoso sector inmobiliario a la sombra de Joaquín Rivero. Como consejero independiente de la Corporación Industrial de CCM, favoreció a Bami Newco – de la que también, por pura casualidad, era consejero - en la OPA a Metrovacesa. Y meses después, de nuevo la casualidad, CCM Corporación adquirió más de 1 millón de euros en acciones de Bami Newco. El último episodio de este personaje, aún reciente en la memoria de todos, ha sido su nombramiento también como consejero independiente, que debe ser lo más cool, de Red Eléctrica de España (REE), puesto al que tuvo que renunciar porque en el Partido Popular la maniobra sentó como un tiro. Y es que, a cuenta de esta crisis, España ya no es lo que era y en la calle la gente, como está muy canina, anda mosca y se sulfura por cualquier tontería.
"Casi todos podemos soportar la adversidad, pero si queréis probar el carácter de un hombre, dadle poder”. La frase, de Abraham Lincoln, parece estar escrita para Doña María Dolores, de quien se dice que es una persona en exceso ambiciosa. De Doña Soraya se esperaba un poco más de decoro, al menos por ser nueva en las lides de ocupar el poder. Pero está visto que es sentarse en los bancos azules y nublarse el sentido. Y sin haber pasado ni 100 días desde que fuera nombrada Vicepresidenta, a Telefónica se va su marido. Esa transnacional española que parece no tener fondo a la hora de poner en nómina a ex políticos que, dicho sea de paso, de telecomunicaciones no tienen ni idea. Esta es la España que de verdad necesita reformas: la del compadreo y el favor político, la que mezcla desde hace décadas lo público y lo privado. La España de la corrupción. No la otra doliente, la que paga y calla y ya no se sorprende por nada. ¿Se sorprenderá usted, Don Mariano, si le hacemos saber la profunda decepción que hoy nos embarga tras lo ocurrido? Esto no se hace.