Nunca fue tan cierta como ahora aquella frase, casi tópica, de la “victoria con sabor a derrota”. La de ayer del Partido Popular en Andalucía es una victoria inútil, puesto que en modo alguno le sirve para gobernar. Cabría decir incluso que las expectativas de los populares en la Comunidad andaluza estaban tan altas, habían sido tan reiteradamente aireadas, que esos 50 escaños, que se quedan nada menos que a 5 de la mayoría absoluta, se antojan derrota sin paliativos. El PP y su candidato, Javier Arenas, han fracaso en su intento de acabar con 30 años de poder socialista, y ello a pesar de contar con “la mejor oportunidad que vieron los siglos”, la que representa una Autonomía devastada por el paro y los escándalos de corrupción de la Junta presidida, y que seguirá presidiendo, José Antonio Griñán.
Para el PSOE, estas elecciones suponen un freno parcial (apenas ceden 74.000 votos) a la sangría sufrida el pasado 20 de noviembre, cuando el partido pagó el amago de Zapatero de enfrentarse a la crisis económica. La derrota del socialismo andaluz, en cualquier caso, no tiene paliativos: las huestes de Griñán han sido abandonadas por la friolera de 656.000 votantes con respecto a las Autonómicas de 2008. El palo, aunque no vaya a tener una traducción traumática en términos de pérdida de poder (su continuidad en el Gobierno autonómico está asegurada, gracias a la fuerte subida de IU), es la última factura que aL PSOE le pasa la gestión manirrota de los recursos públicos, los escandalosos casos de corrupción nacidos al calor de un poder sin límites, y un nivel de paro debocado cuyos efectos siguen disfrazados por la red clientelar del PER, descripción precipitada que se resume en la realidad de una sociedad instalada en la cultura de la subvención.
Es evidente que el PP y Javier Arenas no han sido capaces de recoger las nueces de ese árbol tan castigado por todas las tormentas. El fracaso del dirigente popular andaluz es palmario, y no se entiende su empeño mostrado hasta antes de ayer asegurando en Génova que, por descontado, la cosa iba a andar entre los 56 y los 58 diputados. La dura realidad es que la derecha ha cedido 200.000 votos respecto a las Autonómicas de 2008, y nada menos que 420.000 frente a las últimas generales del 20-N, un detalle convertido en tumba política de Don Javier. ¿Los efectos de las medidas de ajuste conocidas hasta ahora e impuestas por el Gobierno Rajoy? Es muy posible, pero también la atroz desconfianza provocada en unas clases medias urbanas ahítas de corrupción por casos tan vergonzantes como los de “los maridísimos de las señoras poderosísimas” y sus colocaciones, asuntos que han vuelto a recordar a mucha gente las peores pulsiones de una derechona que creíamos arrumbada con Rajoy.
Después de la doble elección en Andalucía y Asturias (cuyos resultados deben leerse con otra clave, debido a la fractura de la derecha en el Principado), el presidente del Gobierno se ha quedado sin excusas para enseñar todas sus cartas y contar a los españoles la magnitud del ajuste que prepara bajo un secreto que se antoja ya inadmisible. Así calmará a los mercados y evitará humillaciones como las que nos acaba de infringir Mario Monti, poco presentables por venir de un país tan desastroso en sus finanzas públicas como Italia. Es otra lectura que el PP podría extraer de los resultados de ayer. Salvo que se quiera incurrir en la grave irresponsabilidad, estilo Zapatero, de llevar al país al desastre, no merece la pena andarse con paños calientes. El ejemplo catalán es de manual: desde la celebración de las últimas autonómicas, Artur Mas se aplicó a la tarea de poner en marcha los duros ajustes que necesitaba Cataluña, sin por ello ser penalizado en las urnas.
Los Presupuestos de 2012 que conoceremos el próximo viernes deben estar a la altura de lo que necesita un país secuestrado por los condicionamientos políticos, el capricho de los sindicatos y una administración más que mejorable de los recursos públicos. Ahora es cuando vamos a tener la oportunidad de conocer al auténtico Rajoy, aunque es una pena no haber tenido noticias suyas, las auténticas y las que urgían para España, inmediatamente después de haber ganado con mayoría tan aplastante las pasadas elecciones generales. A Rajoy se le agota el tiempo para coger de verdad el toro por los cuernos. Se acabaron los paños calientes