Llegó de lo más corporativa. Tres cuartos naranja, el color obligado en cada acto social de Bankinter. Y repartiendo saludos. No en vano, Esperanza Aguirre se mueve con familiaridad en la zona noble de la entidad. Tiene amistad con Pedro Guerrero y María Dolores Dancausa, los dos sheriff de Bankinter. Escuchó sus discursos, sentada en primera fila, como invitada de honor a la Junta, entre las miradas de accionistas curiosos y la elucubración común de muchos otros: "¿Qué hace Esperanza aquí?".
No le es extraño a este Buscón encontrar a presidentes de comunidades autónomas o alcades/alcaldesas en el escenario de una Junta de accionistas de los bancos. Presencias en las que se entremezclan lo personal con lo institucional. Pero rara vez acude un político, sin mando oficial en plaza, y menos con tanta carga mediática como Esperanza Aguirre. Quizás, aparte de amistad con los gestores, es que la ex presidenta a la fuga de la Comunidad de Madrid sea clienta de Bankinter, el banco que maneja parte de los dineros de todas las grandes familias de este país. Una razón de peso para que Dancausa reclame la entrada de pleno derecho de Bankinter en el grupo de los siete grandes bancos españoles.
En otro de ellos, Sabadell, ya hizo su pequeña incursión Aguirre. Menos vistosa que la de este jueves, sin duda. Y más de incógnito. La política le hizo un 'trabajito' al banco del afable Josep Oliú a través de Seeliger y Conde, la empresa catalana de cazatalentos en la que la presidenta del PP de Madrid ejerce de asesora. El encargo consistió en la selección de directivos de Caixa Penedés, la red en Cataluña y Aragón comprada a BMN, para incorporar al 'staff' directivo del Sabadell.
Un servicio, conocido en el argot como auditoría de management, que Aguirre ha intentado vender a otros banqueros por la capital, aprovechando la reestructuración del sector financiero. Un río revuelto en el que Bankinter ha fichado banqueros privados del grupo Santander hasta que un Botín le dijo a otro Botín basta. Como Aguirre hizo con la CAM: Comunidad Autónoma de Madrid, no confundir con la Caja del Mediterráneo. Ya saben, "lo peor de lo peor" para MAFO.