Jorge Fernández Díaz es uno de los ministros menos conocidos del Gobierno. Algo poco frecuente en el titular de Interior, una cartera en la que un político tiende a destacar. Y a despertar simpatías. Hasta Rubalcaba, cuando ocupó ese cargo, aparecía siempre entre los ministros más valorados. Fernández Díaz apenas es conocido por la opinión pública. Pese a que lo intenta. Su obsesión por los medios es ya un clásico entre los periodistas.
Sí es muy conocida, sin embargo, su condición de ser el ministro más confesional, religioso y practicante de todo el Ejecutivo. Pero con la Iglesia ha topado. Un desastre. El nuevo portavoz de la Conferencia Episcopal, el sacerdote José María Gil Tamayo, le dedicó un arreón al Ministerio del Interior en su estreno en el cargo. Sin demasiadas contemplaciones.
Las cuchillas colocadas en la verja de Melilla, que causan heridas "superficiales" según el ministro, fue el motivo de la colleja eclesiástica. Dijo Gil Tamayo: "No es la manera de afrontar, no se puede atentar contra la vida de unas personas desvalidas. Habrá que regular la inmigración, pero siempre desde el respeto básico y esencial a la vida", dijo el vocero de los obispos. Luego recordó que su padre había sido emigrante en Alemania.
Un ministro recogió la anécdota e incurrió en la broma con este asunto. "Si Jorge tiene problemas con la Iglesia, siendo él como todos sabemos que es, qué no nos pasará a los demás", comentó jocoso en una conversación privada.
Fernández Díaz recibió con respeto el reproche del portavoz de la Conferencia. No podía ser de otra forma. Pero, precisamente por venir de quien vino, le produjo un malestar muy especial. Entre otras cosas, según alguno de sus colaboradores, porque este asunto de la verja de Melilla es un ariete que utiliza la prensa poco afín a los postulados del PP para arremeter contra el Gobierno. Que se sume a la cantinela el nuevo secretario general de los obispos no le hizo mucha gracia. Los tiempos en la Iglesia española, evidentemente, están cambiando. El ministro del Interior, hombre sagaz y prudente, seguro que ha tomado nota.