La evolución del índice Fedea de actividad sobre la economía española, sugiere que la economía española se desacelera de manera notoria a partir de mayo de 2010, cuando empieza a implementarse una política fiscal claramente restrictiva. Por el contrario, la recuperación desde mínimos de 2009 hasta mayo 2010 coincide con la expansión fiscal vinculada al Plan E. Las conclusiones que se extraen, por lo tanto, difieren de la visión generalizada de que para salir de la crisis es necesario un duro ajuste fiscal.
El Índice Fedea es un indicador que refleja la evolución de la actividad económica en España. Existen otros indicadores similares, como el Ñ-Sting y el Euro-Sting elaborados por de Banco de España, para la economía española y europea, respectivamente, pero que por razones inexplicables no son de acceso público.
El índice Fedea tiene como objetivo permitir, con la mayor información disponible hasta la fecha, un juicio sobre la situación actual de la coyuntura económica. Para ello, se nutre de variables que ofrecen información relevante para elaborar este tipo de análisis: PIB, índice de sentimiento económico, ventas minoristas, IPI, matriculación de turismos, consumo de electricidad y trabajadores afiliados a la Seguridad Social.
Por la construcción del Índice (normalizado para que su media sea 0 y su desviación típica 1), valores mayores a 0 se interpretan como desarrollos en la actividad económica española por encima de la media histórica. Valores inferiores a 0 indican condiciones económicas peores que la media. Los valores son además comparables entre sí; por ejemplo, si el Índice toma un valor de -0,5 en febrero de 2005 y -2 en marzo de 2009, puede inferirse que la actividad económica en el segundo periodo fue sustancialmente inferior a la del primero.
Si observamos su evolución, tras el colapso de la economía española en 2009, se inicia una recuperación desde abril-mayo de 2009, y que dura hasta mayo de 2010. A partir de ese momento, cuando el gobierno Zapatero implementa un duro ajuste fiscal, empieza de nuevo una clara desaceleración económica.
¿Cómo es posible este comportamiento de la economía española, frente a un consenso generalizado sobre la necesidad de restricciones fiscales? Muy sencillo, el sector privado de la economía española es el que realmente está endeudado. La suma de la deuda de familias, empresas financieras, y no financieras se aproxima al 340% del PIB a cierre de 2010 frente a niveles próximos al 65% del Estado. Por lo tanto, si no reduce tal volumen de deuda, ni crece ni podrá crecer en los siguientes años.
La dinámica es muy sencilla. Al estar altamente endeudadas, las familias disminuyen el consumo y recuperan ahorro, las empresas no financieras no invierten, destruyen capital ya instalado, y despiden a trabajadores. Además, las entidades financieras cortan el grifo del crédito, cuando más falta hace, especialmente en un contexto de incremento de la mora, y tratan de recapitalizarse en un período de mayor aversión al riesgo y cierre de mercado de capitales.
En este escenario el gasto público como motor de la economía es vital, especialmente el gasto en infraestructuras, el gasto en capital humano, y el consumo social.
Es indudable que un aumento exponencial del déficit público y deuda pública no es sostenible. Sin embargo, la mejora del déficit no debe hacerse a través de un descenso del gasto en infraestructuras, del gasto en educación, o eliminando proyectos que permiten reducir los costes de reproducción de la fuerza de trabajo, sino vía un mayor incremento de ingresos, aumentando impuestos y luchando contra el fraude.
Por un lado, los gastos en infraestructuras, educación y consumo social aumentan la demanda efectiva, y por lo tanto el crecimiento económico. Por otro lado, las sociedades occidentales más endeudadas (Irlanda, Reino Unido, España, Estados Unidos), son aquellas donde se ha producido un descenso de impuestos más pronunciado, bajo el criterio de que menos impuestos generan más actividad y bienestar.