España

El escritor y pensador Antonio Escohotado sacará nuevo libro el próximo verano

Es un pensador imprescindible. Antonio Escohotado, ensayista y profesor universitario, ha enfocado su trabajo en los campos del derecho y la sociología política, sin embargo se le conoce más por sus investigaciones sobre las drogas, con su obra Historia general de las drogas.

Es un pensador imprescindible. Antonio Escohotado, ensayista y profesor universitario, ha enfocado su trabajo en los campos del derecho y la sociología política, sin embargo se le conoce más por sus investigaciones sobre las drogas, con su obra Historia general de las drogas.

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Uno de sus libros más importantes es sin embargo El espíritu de la comedia, Premio Anagrama 1992, del que pronto se cumplirán 30 años. En éste, Escohotado reflexiona sobre temas centrales que hoy más que nunca atañen a la sociedad española. En una conversación con Vozpópuli, Escohotado da pistas sobre su próximo libro, que saldrá el próximo verano.

En El espíritu de la comedia, Premio Anagrama de Ensayo de 1992, retornó usted a la sociología del poder político abordada en Majestades, crímenes y víctimas. Han transcurrido 20 años desde ese entonces, ¿seguimos, como en el género de la comedia, sin héroe trágico?

La comedia es un género tan intemporal como la tragedia, dedicado el primero al lado ridículo de los asuntos humanos y el segundo al lado noble/terrible. Desde 1992 la sociología del poder político en España apenas ha cambiado, y sigue ausente de ella un héroe trágico en sentido propio, pues para eso no sólo se requieren estadistas competentes sino personas capaces de obrar en conciencia.

¿Qué entiende por obrar en conciencia?

Por ejemplo, el primer ministro inglés Robert Peel logró que el Parlamento derogase en 1846 el arancel impuesto al grano (abaratando así hasta un tercio todos sus derivados) siendo jefe del sector tory, que era precisamente la facción favorable al proteccionismo. Tras lograrlo dimitió, porque su meta no era mandar por mandar y abastecer a una clientela, sino hacer lo que a su juicio resultaba mejor para el país

¿Dónde se han recolocado, a su juicio, el impostor, el bufón y el magnate del que hablaba en El espíritu de la comedia?

Siguen en su sitio. La novedad de estos últimos años es que los dos primeros se convirtieron en legisladores, para redefinir en qué consiste la relación entre padre e hijo y esposa y esposo, gracias a jurisconsultos tan instruidos como el señor Zerolo y la srta. Aido. Es también notable que hace ocho años nuestros bancos no estuviesen obligados a comprar un porcentaje creciente de Deuda Pública. El Estado se financiaba con sus ingresos fiscales y patrimoniales, mientras hoy necesitamos colocar cada día  800 millones de euros en pagarés del Tesoro.  

El tipo de política que surgió durante la transición española cambió pero ¿de qué forma? ¿Se quebró o nunca fue firme?

Para acabar de arreglar su trama de enredos, los dos últimos gobiernos se dedicaron a desenterrar el viejo resentimiento, inventando una memoria histórica tanto más ridícula cuanto que basada en la desinformación, el sesgo y finalmente un culto al maniqueísmo. ¿Se imagina qué pensaríamos si Rajoy apareciese en una cuneta con seis tiros en la cabeza, ejecutado por el jefe superior de la policía madrileña, y alguien de IU (reeditando a Pasionaria y Largo Caballero) alegase en las Cortes que “bien merecido se lo tenía”? Pues precisamente eso sucedió el 17 de julio de 1936.     

En el marco del pronunciamiento de ETA, el último -¿el definitivo?- y su uso en la campaña. ¿Cómo se leería en, ese caso, su tesis sobre el terrorismo como bucle en el que siempre coinciden los intereses del terrorista y el antiterrorista? ¿Ha llegado a su fin ese bucle?

Se han hecho progresos en este orden cosas, no debidos ni al terrorista ni al antiterrorista, sino a la repugnancia cada vez mayor que evoca su chantaje. La atrocidad del 11-S y sus análogos está en horas bajas, pero en este asunto –como en todos- nuestra única brújula es conocer su historia. Marat y Robespierre empezaron legitimando la Grande Terreur como atajo hacia la virtud pública, pero no olvidemos que el procedimiento solo se racionalizó con el Manifiesto comunista de 1848, donde “todas instituciones deben ser demolidas violentamente” (párrafo final).       

Usted analizó, profusamente, el modelo suizo, así como la tensión entre centralismo, federalismo y confederalismo. ¿Cómo leería hoy las comunidades autónomas y el fortalecimiento de los nacionalismos?

A la vista está. Son por una parte apéndices de la grotesca memoria histórica –grotesca por fundarse en la amnesia- y por otra del principio feudal de los territorios como fincas de la clase política. Pretenden convertir la descentralización en centralismos a lo albanés, sostenidos por la rabia de que otros no hablen su idioma y la codicia que crea embajadas catalanas o aeropuertos en Ciudad Real. No podemos sostener 17 Administraciones, y de ello parte en gran medida nuestra depresión económica. Es imprescindible separar a la clase política de la inversión pública, como otrora lo fue separar al Estado de la Iglesia.

El caos actual parece una consecuencia del orden que, pensábamos, tenían sistemas como la democracia o el capitalismo, analizados desde esa perspectiva por su libro Caos y orden.

Con la potencia computacional de los ordenadores pudimos descubrir regularidades inaccesibles para la investigación antigua, y descartadas como “caos de los paganos” en palabras de Newton. Ahora sabemos que muchos procesos etiquetados como caóticos son fruto de un orden de grano más fino y autoproducido, no mero desorden. En cuanto a la democracia, quien haya estudiado su evolución con detenimiento sabe a ciencia cierta que capitalismo y socialismo son fenómenos realimentados, complementarios. A eso llevo dedicando mis últimos diez años y Los enemigos del comercio. Una historia moral de la propiedad, cuyo volumen I apareció en 2008. El II, algo más extenso, aparecerá el próximo verano (si dios con minúscula quiere).   

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