Ha sido una noche muy larga y tensa. Rubalcaba ha ganado el congreso, pero no lo ha tenido nada fácil para componer su ejecutiva. Cuando comenzó la negociación en la planta noble del hotel Renacimiento, donde se celebra el 38º Congreso, la derrotada Carmen Chacón no se anduvo con rodeos: “Quiero mi 48%”, le espetó al nuevo secretario general. No lo ha conseguido, como tampoco ha logrado un duro voto de castigo a la nueva dirección. A primera hora de la tarde ha obtenido el respaldo del 80% de los delegados. Toca dar la imagen de unidad porque las elecciones andaluzas están a la vuelta de la esquina.
Chacón es consciente de que ha perdido el congreso, pero no quiere estar mucho tiempo derrumbada en la lona. Por eso ha presionado a tope para colocar a sus peones en la ejecutiva federal del partido, donde ella no ha querido estar. Ha conseguido meter a José Zaragoza y a Esperanza Estévez, dos referencias dentro del Partido Socialista de Cataluña, pero ella aspiraba a más y presionó hasta el final. “Quiero mi 48%”, le advirtió a Rubalcaba. Y el nuevo secretario general la contestó que el que había ganado el congreso era él y que tenía todo el derecho a rodearse de su equipo de confianza. Y lo ha hecho, vaya que si lo ha hecho.
Todas las secretarías de la ejecutiva están encabezadas a partir de este domingo por rubalcabistas de pata negra cien por cien, aunque solo hay una excepción. Es la de José Antonio Griñán, aupado artificialmente a la presidencia del partido. Era el candidato de Chacón para este puesto, pero Rubalcaba no ha querido que corra con el dorsal de perdedor hacia las elecciones andaluzas del 25 de marzo. Por eso le ha colocado en este escaparate, el mismo en el que le hubiera instalado Chacón de haber sido la ganadora. Felipe González no ha aceptado al final la oferta que le trasladó Rubalcaba para ser presidente del partido. Ha puesto como excusa que ya le dijo que no en el año 2000 a Zapatero y que hubiera estado muy mal visto hacer discriminaciones en este clima tan aparente de unidad que se quiere crear en la nueva etapa que se abre para el PSOE.
Rubalcaba tendrá a Elena Valenciano como mano derecha en la vicesecretaría general y a Oscar López en Organización. Los dos, de su más estrecha confianza, al igual que Inmaculada Rodríguez Piñero, que regresa después de cuatro años a la secretaría de Economía. En la cúpula de Ferraz se instalan, además, Patxi López, que compatibilizará la lendakaritza con la secretaría de relaciones políticas. Antonio Hernando, otro rubalcabista reconocido, gestionará el área de política autonómica, en colaboración con Gaspar Zarrías, encargado de los ayuntamientos. Los ex ministros Jesús Caldera y Trinidad Jiménez , estrechos colaboradores del nuevo secretario general, se ocuparán de la factoría ideológica del partido y de su estrategia social. Rubalcabismo en estado puro que se completa también con la ubicación de Rafael Simancas, Juan Moscoso, Marisol Pérez y Carmela Silva en otras secretarías de menor rango.
Rubalcaba prometió en su discurso del sábado que si ganaba la secretaría general no haría “rubalcabismo”, que no sería sectario y que no pasaría facturas. Pues bien, esto solo lo ha demostrado permitiendo la entrada en algunas vocalías de la ejecutiva federal a dirigentes socialistas que apostaron por Chacón. Además de Zaragoza y Estevez figura la la valenciana Carmen Montón. Pero la mayoría de los vocales también son de la cuerda del candidato. Los más significados son el vasco Eduardo Madina y el madrileño Jaime Lissavetzky, de factura Rubalcaba al completo.
El PSOE va a salir del 38º Congreso más dividido que nunca, pero en el cuartel general habrá mando único. Rubalcaba es mucho Rubalcaba.