Hace casi 20 años que el PSOE está fuera del poder en la Región de Murcia –una comunidad azotada por el paro, la corrupción y la deuda-, pero escuchando a algunos de sus dirigentes diríase que éstos no se han dado cuenta de que España lleva más de cinco años en crisis. A mediados de agosto, el líder socialista murciano Rafael González Tovar declaró lo siguiente: “Valcárcel [el presidente regional] firmó un convenio con el anterior ministro de Fomento socialista para que tuviéramos AVE en 2014, y ahora lo único que falta es la voluntad política de terminarlo. No nos valen ni el 2015 ni el 2016 como fechas de llegada del AVE a la Región. No se nos puede marginar”.
Si González Tovar habla así es, en parte, porque la ministra de Fomento, Ana Pastor, no solo no ha cancelado o aparcado líneas de AVE cuyos costes parecen surrealistas para los tiempos que corren; no solo eso: Pastor continúa viajando a Asturias, a Galicia, a Extremadura, a algunas ciudades andaluzas, a la Región de Murcia o adonde haga falta manteniendo las ofrendas de alta velocidad del anterior equipo de José Luis Rodríguez Zapatero. Incluso el lenguaraz Miguel Ángel Revilla, expresidente de Cantabria, se seguía preguntando en julio por qué a su comunidad no iba a llegar el AVE, una “necesidad fundamental".
Un AVE para contentar a Monago
Aunque en los últimos Presupuestos Generales la inversión destinada al AVE se rebajó en un 21%, Fomento ha contado para este ejercicio con 3.302 millones de euros (un 33% de su presupuesto). De esa cantidad, una tercera parte (1.100 millones) fue para la alta velocidad gallega. Las previsiones para los próximos presupuestos son menos halagüeñas y no casan con el café para todos que va aireando Pastor. La tragedia ferroviaria de Santiago (79 muertos el pasado 24 de julio) ha empujado al ministerio a reforzar la seguridad de estos trenes, con el consecuente incremento de gasto.
La ministra, que desde la tragedia acapara cada vez más atención mediática, no ha zanjado el quiero y no puedo del AVE (una inversión de dudosísima rentabilidad pública) con los mandatarios autonómicos, y éstos no se cortan cuando toca pedir el tren a Fomento. Véase si no el regalo que Pastor adjudicó a José Antonio Monago a cambio de la abstención Extremadura en el último Consejo de Política Fiscal y Financiera, pese a estar el PP extremeño en contra del déficit asimétrico favorable a Cataluña. Fomento prometió a Monago que este mes de septiembre se avanzaría en la conexión por AVE de Plasencia y Badajoz, tasada en 100 millones. Y eso que Portugal ya ha dicho en reiteradas ocasiones que no dedicará un euro más a la unión ibérica por alta velocidad, la cual surca Extremadura.
Francia hace lo contrario que Pastor
En otras partes, el AVE sigue siendo una realidad, a veces demasiado tangible: Fomento ha continuado expropiando fincas estos días en Zamora, en la línea que, en teoría, prevé conectar Galicia con Madrid en 2018; también hay expropiaciones en las cercanías de Granada, a la que llegará un ramal desde la localidad malagueña de Antequera (Pastor dijo hace poco que si se hubiera adoptado el plan del PSOE, el AVE granadino “habría llegado en 2033”); y parece que avanza el AVE a Asturias, ya que el Gobierno ha remachado que las obras hasta León estarán terminadas en 2015, el mismo año que se espera el AVE a Murcia…
En el País Vasco, Bildu ha asumido la oposición a la Y Vasca debido a las generosas partidas que le destinan Urkullu y Rajoy, en detrimento de otras áreas. Cada vez son más frecuentes los carteles en la calle de la izquierda abertzale contra el AVE vasco, cuyos trabajos sufrieron un parón por falta de fondos en la primera mitad de este curso.
Casualmente, la Y pretende conectar con la red de alta velocidad francesa. Pero Francia no está ni mucho menos por la labor: en su primer año en El Elíseo, François Hollande ha enterrado los proyectos para construir más líneas de TGV, nombre que recibe el AVE francés. Entre ellos el que pasaba por fundir su red de alta velocidad con España, bien por el País Vasco bien por Cataluña. Dos países, dos políticas ferroviarias completamente antagónicas.