Soraya Sáenz de Santamaría ha cogido el timón de los mensajes del Gobierno sobre Cataluña, en detrimento de José Manuel García-Margallo, quien se centrará a partir de ahora en dirigir la estrategia para cortocircuitar la 'internacionalización' del proyecto soberanista de Artur Mas. Un cambio de papeles, de funciones pero, sobre todo, de protagonistas.
Se normaliza así una situación que en ocasiones aparecía como un exotismo. Ante la prudencia manifiesta de los miembros del Gobierno de Mariano Rajoy, silentes ante el desafío soberanista emprendido por la Generalitat hace más de dos años, García-Margallo aprovechaba cualquier oportunidad para pronunciarse sobre esta cuestión.
Interferencias estrambóticas
Bien desde Shanghái, Uzbekistán o cualquier otro rincón del mundo donde se encontrara en visita oficial, el ministro de Exteriores no tenía reparo alguno a la hora de responder a cualquier diatriba, declaración o investiva emanada desde las filas nacionalistas catalanas. Su especialidad eran las frases ingeniosas y 'mediáticas', como que una Cataluña independiente 'vagaría por el espacio' al quedar excluída de la UE 'por los siglos por los siglos'.
Esta actitud del titular de Exteriores provocaba en ocasiones algunas interferencias en la labor de la vicepresidenta, puesto que Margallo iba por lo libre, sin apenas coordinación con los estrategas de la Moncloa. Su labor internacional para frenar las iniciativas del soberanismo tenían exclusivamente el conocimiento y la anuencia de Mariano Rajoy. Cuestión de confianza, amistad y excelente relación. Pero muy poco ortodoxo en el plano político.
El cambio que ahora se ha producido, más funcional que formal, lo hizo ostensible la vicepresidenta el pasado día de Sant Jordi, cuando se plantificó en Barcelona para asistir a una reunión con los directivos del mundo editorial catalán, el más importante en habla hispana del planeta. Sáenz de Santamaría enarboló la bandera del Gobierno y evitó cualquier tipo de contacto con el ejecutivo de Mas, que respondió con críticas y reproches por esta actitud. "Ha sido una visita colonialista", llegaron a decir desde Convergencia.
En el consejo de Ministros posterior a esa visita, Sáenz de Santamaría se pronunció en forma muy contundente sobre las últimas ocurrencias del presidente de la Generalitat e incluso llegó a decir que "hay vida más allá del debate que plantea el señor Mas". Con este paso al frente de la vicepresidenta, el Gobierno de Rajoy asume que se ha entrado en una nueva etapa en sus relaciones con el Gobierno de CiU. Se ha abandonado toda esperanza sobre la posibilidad de que Mas recapacite y se apee del tren endiablado que conduce a un plebiscito ilegal y, por tanto, imposible.
Propuesta ilegal
Mientras el Ejecutivo mantiene sus relaciones institucionales con la Generalitat, en el sentido de seguir aportando la financiación de los proyectos y compromisos económicos correspondientes, como ocurre con cualquier otra comunidad, el diálogo político se ha roto. Hay algunos 'correos' que transmiten sugerencias o que envían reflexiones al entorno del 'president, pero se han acabado los gestos de comprensión. "No podemos dialogar sobre una proposición ilegal", ratificó Sáenz de Santamaría, en su contundente intervención del pasado viernes.
Desde la Moncloa no se piensa mover ficha en este frente hasta una vez celebradas las elecciones europeas, cuando se analizarán los resultados y se adoptarán decisiones. Hay varias vías de trabajo en curso, como la de endurecer el discurso hacia el Gobierno de la Generalitat y ofrecer comprensión y atenciones a la sociedad catalana. Al tiempo se sondean las diferentes actitudes que se observan en el seno de la coalición nacionalista. El futuro político de Mas está en cuarentena y no pasan inadvertidos determinados movimientos en su entorno de cara a una posible sucesión. El clan de los Pujol ha dejado de mostrar su respaldo sin fisuras al 'president', un detalle que puede acarrear consecuencias.
El abrazo del oso
También desde ERC se sigue con interés lo que ocurre en la interna de sus socios de CiU. Las encuestas les auguran una ventaja notable en las europeas, lo que reforzaría sus planteamientos inamovibles e irrenunciables a la celebración del plebiscito. Si para ello tienen que prescindir del actual acuerdo con Convergencia, lo harían. Ahora mismo ERC, junto con la ANC, ese conglomerado de activistas capaz de movilizar a importantes sectores de la población, aparece como el principal motor de la apuesta independentista.
El Gobierno ha intentado siempre una ruptura entre las dos formaciones, para que Mas se sintiera liberado del abrazo del oso que supone su entente con Junqueras. No lo ha conseguido. Pero confía en que de aquí al 9 de noviembre, se produzcan cambios importantes en el mapa político del secesionismo. Y Sáenz de Santamaría es la encargada de modular y conducir esta fase, delicada y, quizás, determinante.