Atrás quedó el tiempo en el que los comunes representaban la "nueva política" en Cataluña. El partido, que ha celebrado un congreso este fin de semana para dirimir cuales serán sus próximos pasos, se encuentra sumido en una honda crisis a cuenta de los últimos batacazos electorales y el vacío que deja la marcha de Ada Colau. Y es que, aunque el legado de la alcaldesa haya sido fuertemente cuestionado por la crisis de seguridad y vivienda que atraviesa Barcelona, la formación no dispone de un recambio con la misma proyección. Además, el hecho de que Colau mantenga un pie en los comunes a través de su fundación y no descarte su regreso en las elecciones de 2017 sume a la formación en una provisionalidad desconcertante.
A ello se le suma su incapacidad para forjar alianzas políticas solidas y exitosas. La formación rompió su alianza con un declinante Podemos antes de las elecciones autonómicas del pasado 12 de mayo. En aquel momento, los comunes se beneficiaron de la ausencia de rivales —los 'morados' decidieron no presentarse—. Sin embargo, en las pasadas europeas Irene Montero dio la campanada y rebasó a los de Colau por ocho mil votos —convirtiendo a Cataluña en la única comunidad en que se produjo este 'sorpasso'—. Por otro parte, su socio sustituto, Sumar, es ahora un partido en horas bajas del que los comunes pretenden distanciarse. La prueba es que su líder, Yolanda Díaz, ni siquiera ha sido invitada al cónclave del fin de semana —sí asistió a la anterior—.
La cuarta edición de la asamblea ha evidenciado esta desorientación. En primer lugar, el informe de la gestión de la dirección saliente —que abanderaba Colau— ha sido aprobado con más votos en contra y abstenciones que a favor. Lo cual supone un broche agridulce para la etapa de la exalcadesa de Barcelona, en cuyo discurso de despedida reivindicó sin ambages su gestión "valiente" y "rebelde" frente a la "mediocridad" de las elites.
Cambios cosméticos en la direccion
Con todo, la estructura de poder en la formación apenas sufre cambios tras el evento. Y es que lo dirigirán Candela López —en el cargo desde 2019— y Gemma Tarafa, una concejal estrechamente ligada a Colau. Y aunque Jéssica Albiac abandone la coordinación del partido, seguirá como jefa de filas del en el Parlament. Por lo demás, viejos conocidos como Gerardo Pisarello o Aina Vidal alternarán sus cargos en el Congreso de los Diputados con la portavocía de la formación en Cataluña.
Pero si los rostros no han variado, su discurso sí lo ha hecho. La formación ha resuelto emerger de la crisis retornando a la radicalidad de sus inicios y presentándose como un baluarte frente a la presunta derechización que le rodea, de la que no excluyen a la totalidad de la izquierda catalana. En este sentido, Albiach arremetió contra ERC, la CUP y PSC por permitir que la "derecha marque el paso", acometer "políticas de derechas" y pactar con la "derecha independentista". De su parte, Tarafa abundó en la misma línea alertando de que no entra en sus planes subordinarse al Ejecutivo de Illa —al que creen en parte absorbido por un "frente conservador"— al tiempo que prometió resucitar el activismo callejero para "conectar con la clase trabajadora".
Igual de tajante se mostró Ernest Urtasun, que llamó a mantener en el poder a la coalición del PSOE y Sumar en el Congreso como empalizada frente a la "ola reaccionaria" de la extrema derecha. "De nosotros depende sostener uno de los últimos gobiernos progresistas que quedan en el mundo occidental", sentenció Urtasun. Su presencia en el conclave, sin embargo, evidenció otra de las contradicciones de los comunes en la actualidad. Esto es, que uno de los líderes de la formación catalana de mayor relevancia y popularidad —quizá el único que podría hacer olvidar la alargada sombra de Colau— sea ministro de Cultura y portavoz de Sumar en Madrid.