La máquina estadística del Instituto Nacional de Estadística (INE) no cesa de escupir malos datos sobre la economía española. El último fue el relativo al IPC que el organismo dio a conocer ayer. La tasa de inflación subyacente –que mide la temperatura de la demanda interna de un país– disminuyó en enero dos puntos porcentuales hasta situarse en el 1,3%.
La caída en esta cifra –que mide el crecimiento de los precios descontando el de materias primas y alimentos frescos (por ser más volátiles)– despierta en España los fantasmas de la deflación: algunos expertos vaticinan desde hace tiempo esta persistente bajada en los precios de los bienes. Sin embargo, el Gobierno se apresuró ayer a descartarlo: “No vemos riesgos de deflación”, afirmó ayer tajante y sin florituras el secretario de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa, Fernando Jiménez Latorre. El Ejecutivo quiso despejar así toda sospecha sobre al temido fenómeno y sus posibles efectos devastadores para la economía.
Pero los datos están ahí y la moderación en la inflación es evidente en España. Latorre lo achacó a la depresión de la demanda y a la contención de los sueldos, y subrayó el efecto positivo que tiene este efecto sobre la competitividad. En ese sentido, las reacciones de los sindicatos no se hicieron de esperar: las dos centrales mayoritarias de trabajadores del país UGT y CCOO criticaron que solo se pida moderación salarial a los trabajadores. Mientras que UGT demandaba un reparto de esfuerzos haciendo hincapié en los sueldos de los altos directivos, CCOO señaló que ahora depende de los empresarios la contención de los precios internos durante los próximos años.
¿Deflación o desinflación?
Debates salariales al margen, la discusión entre los expertos se centra en el mismo punto: ¿se aboca España a un pernicioso proceso de desinflación? Los analistas se debaten entre deflación –descenso persistente en el nivel de precios– y la desinflación –una contención en el crecimiento de la inflación–.
“Hay varios factores que juegan a favor para que se de este fenómeno”, subrayó Alberto Matellán, analista macro de Inverseguros. Elementos tan familiares a los españoles como el paro, la fuerte restricción al crédito, la caída en picado del precio de los pisos, o el endeudamiento privado podrían propiciar la caída de precios.
“Deflación es una palabra muy fuerte”, apuntó José Luis Martínez Campuzano, economista jefe de Citi en España . El experto descartó la posibilidad de una persistente bajada en los precios, aunque sí admitió que los datos de ayer revelan una fuerte caída. En opinión de Campuzano, España se encuentra inmersa en pleno proceso de desinflación, esto es, de contención en el crecimiento de los precios. Un fenómeno que el experto de Citi achaca al riesgo de que el Gobierno suba los impuestos indirectos, a la posible subida en el precio de las commodities y el crudo, y al proceso de depreciación que está experimentando el euro. Desde la entidad estadounidense pronosticaron que la inflación se situará este año en torno al 2%.
Japón, una historia de deflación
La larga crisis japonesa ha supuesto para los economistas un inmenso laboratorio en el que estudiar este tan temido fenómeno de la deflación. Pero la historia parece estar dando a su fin. Fuentes del sector indicaron a Vozpópuli que el Banco Central de Japón (BoJ) está decidido a borrar del mapa la deflación con medidas nada convencionales. De hecho, la entidad emisora del yen aseguraba esta semana estar preparada para comprar lo que hiciera falta hasta que el IPC nipón se situara en el 1%.