Mariano Rajoy prepara en serio el debate a cuatro del día 13. La frustrante experiencia del cara a cara con Pedro Sánchez le pasó factura. Una lección aprendida. Días llevan ya los equipos de Génova y Moncloa urdiendo estrategias, reuniendo material, estudiando iniciativas para el choque electoral. Habrá sorpresas, comentan. El presidente en funciones intentará mostrarse más personal, menos distante, 'el Rajoy de los vídeos más que el del Congreso', comentan. Y un mensaje final sereno y movilizador.
No le apetecía nada al inquilino de la Moncloa comparecer en un debate electoral. Le provocan aversión, “a nadie le apetecen, exigen un gran esfuerzo y no son algo cómodo”, explicó en una emisora en una sentencia antológica. Es el líder político, sin embargo, que más los ha practicado. De ahí, quizás, su rechazo. Como el escribiente Bartleby, "preferiría no hacerlo".
El equipo de campaña de los populares se afana en prevenir y escudriñar todos los aspectos del show electoral, primer acontecimiento televisivo en este género
El equipo de campaña de los populares se afana en prevenir y escudriñar todos los aspectos del show electoral, primer acontecimiento televisivo en este género. Nunca un cuarteto de aspirantes a presidente se había enfrentado en un plató. Habrá expectación, sospechan los asesores del PP, pese a las malas audiencias que arrojan estos días las comparecencias de políticos en las teles. Será distinto, simplemente, por la novedad. De ahí el riesgo, de ahí, también, que se haya programado al principio de la campaña, con días por delante para rectificar.
Reformas y cajones de sastre
El candidato-presidente pretende un debate muy tradicional, con un primer bloque de economía y políticas sociales, donde se siente fuerte, en especial tras los datos del empleo. Otro se centraría en la organización territorial, unidad de España, reformas institucionales como la constitucional, la de la Justicia, la ley electoral. Finalmente se plantean otros dos apartados con un perfil más amplio e informe, una especie de cajón de sastre, donde entraría, claro está, la corrupción. Asunto que socialistas y populares pretenderán difuminar. No están los representantes del bipartidismo en buenas condiciones para escavar en ese territorio. Por si acaso, en Génova amontonan artillería contra los socialistas por si hiciera falta repasar los dos centenares de casos que salpican al PSOE. Tras el mazazo judicial a Chaves y Griñán, cabe imaginar que Sánchez no se lanzará con entusiasmo en este frente.
Los ‘fontaneros’ del PP negocian estos días los detalles con sus homólogos de la competencia. Desde el encaje del temario, los tiempos, la posición de los contendientes, si sentados o de pie (Rajoy quiere sentado aunque está abierto a todo) y, naturalmente, el papel de los tres moderadores, un detalle que complica, más que facilita, el formato. Al ser tres los grupos mediáticos organizadores de la ‘soirèe’, tres son los periodistas que dirigirán el programa. Vicente Vallés por Atresmedia, Pedro Piqueras por Mediaset y Ana Blanco por RTVE. Vallés, quien despuntó en el primer encuentro a cuatro, confesaba días atrás en Onda Cero las complicaciones que entraña esta fórmula. Todo es nuevo. Todo hay que hablarlo. Nada se puede improvisar.
Las ‘chorradas’ de Arriola
Rajoy no quería. Pedro Arriola, su asesor áulico, tampoco. Lo ve una ‘chorrada’, un disparate porque es el presidente quien más tiene que perder. El equipo de campaña que dirige Moragas finalmente se impuso. No cabía otra. No había excusas.
El pulso televisivo, ciertamente, beneficia a los aspirantes, en especial a Pablo Iglesias y a Albert Rivera, buenos dominadores del medio. Pedro Sánchez tampoco estaba muy convencido. Su equipo coincidía con el del PP en que con un único debate a cuatro bastaba. Nada de 'cara a cara', como se difundió posteriormente. Sólo Podemos solicitó formalmente celebrar un 'cara a acara' de Iglesias con Rajoy, sugerencia que fue meditada pero desestimada.
La imagen inicial de un contendiente con aspecto de persona mayor frente a tres aspirantes jóvenes no le beneficia a Rajoy
Los equipos que dirigen Jorge Moragas desde Génova y Carmen Martínez Castro, desde Moncloa, con el refuerzo nada entusiasta de Arriola, llevan ya tiempo preparando este compromiso. El agrio duelo con Sánchez de la anterior campaña resultó un desastre, de acuerdo con estas versiones. Rajoy apenas le dedicó unas horas de preparación, le bailaron las cifras, los ejemplos, los gráficos y le faltó sangre fría para no enlodarse en las provocaciones del aspirante. No volverá a ocurrir.
El debate a cuatro diluye la esgrima personal, evita los enconamientos en pareja, piensan en Génova. La imagen inicial de un contendiente con aspecto de persona mayor frente a tres aspirantes jóvenes no le beneficia a Rajoy. “Es el impacto de diez minutos, luego ese efecto negativo se evapora”, comentan las fuentes de Vozpópuli. No será un tres contra uno. Sánchez deberá que arremeter contra Iglesias, su verdadero contrincante, el rival que pretende arrebatarle votos y escaños. Rivera, casi sin discurso, atacará en todas direcciones. Iglesias aprovechará su soltura mediática para hacerse con el control del lance, para seducir a la cámara y para salir airoso, tal y como ocurrió en la anterior experiencia a cuatro, con Sáenz de Santamaría en el papel de digna sustituta de su presidente.