"Un ataque terrorista con un dispositivo nuclear improvisado sembraría el caos político, económico, social, psicológico y ambiental en todo el mundo. No importa dónde se produzca. La amenaza es global". La advertencia es de la asesora principal del presidente de EEUU, Barack Obama, enfrascado estos días en una Cumbre de Seguridad mundial marcada por el temor de que los materiales necesarios para fabricar un arma atómica caigan en manos de grupos terroristas como el autodenominado Estado Islámico.
En clave nacional, la voz de alerta la ha dado el think tank del Ministerio de Defensa, el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), que en un dossier avisa, precisamente, del uso de nuevas tecnologías como las impresoras 3D para fabricar armamento químico o biológico "por parte de agentes no estatales". Actores, dice, que sin necesidad de una gran infraestructura podrían producir, aunque sea de forma rudimentaria, armas químicas, biológicas o radiológicas.
"En el futuro y a medida que la impresión 3D se desarrolle, se podrán crear cabezas de misiles", advierte el IEEE
"El rápido desarrollo de las tecnologías de la información y la posibilidad de materializar esa información mediante el empleo de impresoras 3D han generado un nuevo escenario de riesgo, tanto para el tráfico de armas convencionales como para la proliferación de armas de destrucción masiva", apunta la analista María del Mar Hidalgo, subrayando que tal uso cuestionaría la validez de los acuerdos internacionales de control de comercio y exportación de armas.
El dossier, titulado Las impresoras 3D: un desafío en la lucha de la proliferación de armas de destrucción masiva, advierte de que aunque todavía no se puede fabricar material fisible con una impresora 3D "en el futuro y a medida que este tipo de impresión de metal se vaya desarrollando, se podrían crear centrifugadoras o cabezas de misiles".
En lo que a armas químicas respecta, la analista del organismo de Defensa subraya que las impresoras 3D también ofrecen la posibilidad, hasta ahora de manera incipiente, de "combinar diferentes reactivos para crear un producto químico", algo que se está llevando a cabo principalmente en la industria farmacéutica permitiendo fabricar un medicamento donde se necesite. La contrapartida, sin embargo, es temible: la "síntesis de compuestos susceptibles de ser empleados como armas químicas".
Asimismo, destaca que las posibilidades de las impresoras 3D son "infinitas" en el terreno de la biología. Nuevamente, enfrenta beneficios como la creación de piel humana, partes de intestino o corazón, que siembran esperanza en la curación de enfermedades, con la posibilidad de que tal proceso se aplique de forma "malintencionada". En este sentido, concluye: "La biología sintética abre la puerta a la creación de nuevos patógenos o modificar los existentes haciéndolos más resistentes a los medicamentos".
"Con las impresoras 3D, la proliferación de armas de destrucción masiva será más difícil de controlar", subraya el informe
Alerta general
Teniendo en cuenta todos estos elementos, el informe concluye que con las impresoras 3D la proliferación de armas de destrucción masiva, en las que se incluyen las nucleares, biológicas y químicas, "será más difícil de controlar porque el problema traspasará el acceso físico de los materiales para trasladarse al ámbito de la información que los produce, dando un salto cuantitativo y cualitativo hacia una nueva dimensión como es la transferencia de tecnología intangible, muy difícil de controlar".
El estudio finaliza destacando la necesidad de que se fomente una cultura de seguridad en la comunidad científica que evite el uso malintencionado, voluntario o involuntario de los avances científicos y tecnológicos.