ETA apuntaba a las estructuras más altas del Estado. El franquismo se debatía entre sus últimos estertores y la banda terrorista, que operaba con completa connivencia desde Francia, quería dar un golpe encima de la mesa. Lo había hecho con el asesinato de Carrero Blanco y ahora, en verano de 1974, había puesto el foco en la familia real. Tenían un plan. El objetivo era secuestrar en Montecarlo a don Juan de Borbón, padre de Juan Carlos I, y exigir una abultada suma de dinero a cambio de su liberación. También la entrega de decenas de presos de la banda.
Estaba todo dispuesto. La infraestructura. Los terroristas en sus posiciones. Un lugar donde retener por tiempo indefinido tanto a Juan de Borbón como a su esposa, María de las Mercedes. Y también la disposición de la cúpula de ETA de acometer el que sería, presumiblemente, su plan más ambicioso. Sin embargo, algo se truncó en el camino y las autoridades rápidamente evacuaron a los padres de Juan Carlos I. ¿Cuál fue la razón? La colaboración de dos individuos, un infiltrado en la banda y un topo, sería clave, provocando la sorpresa de los dirigentes terroristas, tal y como consta en documentación a la que ha tenido acceso Dignidad y Justicia.
El escenario político en España se sacudía con incertidumbre. Franco había depositado toda su confianza en Carrero Blanco para tomar las riendas del país tras su muerte y el almirante se desempeñó como presidente del Gobierno entre el 9 de junio y el 20 de diciembre de 1973, fecha en la que ETA culminaba con éxito la Operación Ogro: un magnicidio en plena vía pública de Madrid que cambió los derroteros de la Historia en España.
De forma paralela ETA mantenía activa su agenda de posibles secuestros. Uno de sus objetivos era Luis Gómez-Acebo, casado con la infanta Pilar de Borbón e hijo del banquero Jaime Gómez-Acebo. La idea era aprovechar sus largas estancias veraniegas en la playa de Zarauz para montarlo en un yate y trasladarlo a la fuerza hasta Francia. Pero diferentes avatares frustraron la operación.
La cúpula de ETA, no obstante, no cejó en su empeño. Fue entonces cuando miraron hacia Montecarlo, donde habitualmente veraneaban varios miembros de la Corona, incluidos Juan Carlos I y Sofía junto a su familia, así como los padres del entonces príncipe, Juan de Borbón y María de las Mercedes. Para llevar a cabo su plan compraron un barco y un chalé en Niza, donde estaba previsto retener a los secuestrados.
Toda la ofensiva estaba dispuesta. En el planeamiento participaron varios miembros del frente militar de ETA, como Txomin Iturbe, Juan José Rego Vidal, Isidro María Garalde, alias Mamarru, José Luis Arrieta, alias Azkoiti, Juan Manuel Galarraga Mendizábal, alias Potxolo, Miguel Ángel Apalategui y José María Arruabarrena Esnaola, alias Tanque.
Todo su plan se derrumbó, ante su sorpresa, por filtraciones entre sus propias filas.
Un infiltrado y un confidente
Uno de los intervinientes en el boicot del secuestro fue Mikel Lejarza, El Lobo; histórico infiltrado dentro de la organización terrorista. Su información fue clave para la desarticulación de comandos etarras y para desbaratar algunos de los planes más ambiciosos de la banda. Ese fue el caso de la intentona fallida contra la Familia Real.
El Lobo llegó hasta las mismas entrañas de ETA, sin levantar sospechas de que, en realidad, era un informante del recientemente constituido SECED [Servicio Central de Documentación]; a la postre, el germen del actual Centro Nacional de Inteligencia. La banda terrorista ya había alcanzado unas dimensiones que hacían necesaria la participación de todos los medios posibles para frenar -o amortiguar- sus embestidas.
Mikel Lejarza era uno de ellos. Estando en Hendaya en compañía de algunos miembros de ETA recibe información de los planes de secuestro de autoridades españolas en el país vecino. En cuanto le fue posible buscó un teléfono -una maniobra complicada al vivir rodeado de terroristas- y advirtió a su contacto en los servicios de inteligencia.
Igualmente, Jokin Azaola Martínez, miembro de ETA, facilitó información clave. Había sido detenido años antes, pero la policía siempre lo consideró un hombre “razonable”. Se le dejó en libertad a cambio de colaborar de forma puntual. Y así ocurrió en 1974, cuando ya convertido en confidente -o topo- llamó para detallar los planes de Montecarlo.
Las autoridades actuaron en consecuencia y cambiaron el destino vacacional de Juan Carlos I y Sofía, así como de su familia. Pero un grave fallo de seguridad hizo que nadie avisara a Juan de Borbón y María de las Mercedes. Su barco llegó al puerto de Montecarlo el 18 de agosto de 1974 y ETA ya acariciaba su secuestro. Pero ese mismo día Jokin Azaola, el confidente en la banda, volvió a alertar a las autoridades e inmediatamente se envió un avión militar para evacuar a las personalidades.
Se frustra el plan
El episodio no pasó desapercibido para las principales cabeceras de la prensa. Y, al mismo tiempo, provocó el estupor entre los dirigentes etarras, que veían cómo su plan más ambicioso se derrumbaba en el último momento. Por supuesto, no sabían que la labor de los dos informadores había sido clave.
Dignidad y Justicia, dentro de las investigaciones que se siguen en la Audiencia Nacional con la actividad de los jefes de ETA, reconstruye la forma de actuar de la banda desde sus orígenes. Así, Daniel Portero, presidente de la asociación, ha tenido acceso a documentación con la declaración de algunos de sus dirigentes. En los informes se aprecia su sorpresa por el secuestro frustrado de don Juan de Borbón.
Es el caso de Iñaki Múgica Arregui, alias Ezkerra, capturado en 1975. En su declaración en dependencias policiales, el dirigente de ETA -que constituía la cúpula junto a otros destacados miembros como Francisco Javier Aya Zulaica, Trepa; Jose Manuel Pagoaga, Peixoto; o Domingo Iturbe, Txomin- detalla cómo, ante el ingreso hospitalario de Franco, no se desplaza casi ninguna personalidad española a veranear en el sur de Francia, como venía siendo habitual.
Sin embargo, estando ubicados en Cannes, Peixoto y Ezkerra reciben la información de que don Juan de Borbón va a estar allí y optan por planificar su secuestro. Todos los detalles están dispuestos cuando la noticia salta a los medios: el padre del príncipe es evacuado ante la tentativa contra su integridad.
Ezkerra se enteró de la noticia precisamente por la radio, tal y como trasladó a las autoridades policiales. Ante el estupor que le generó el traslado del padre del príncipe cuando todo estaba dispuesto para su secuestro, el dirigente etarra se reunió con otros miembros de la organización. Ninguno de ellos encontraba explicación a los hechos, más aún teniendo en cuenta que ni siquiera habían llegado a intentarlo.
La historia cuenta con un triste epílogo. La condición del confidente Jokin Azaola Martínez quedaría expuesta poco después a partir de un reportaje publicado en Interviú y un libro. Un pistolero de ETA militar acabaría con su vida el 19 de diciembre de 1978, tal y como detallan los historiadores Ana Escauriaza Escudero y Gaizka Fernández Soldevilla en la obra Dinamita, tuercas y mentiras.
Por su parte, la información de Mikel Lejarza, El Lobo, fue clave para la detención de decenas de etarras; hay quienes apuntan a que alrededor de 150. Entre ellos, algunos de sus máximos dirigentes, como el propio Ezkerra, quien confesaría ante la policía su sorpresa por el secuestro frustrado de Juan de Borbón. La identidad del infiltrado también quedó en evidencia y las calles vascas aparecieron empapeladas con su rostro. Se sometió a operaciones estéticas para modificar su apariencia. Aún hoy mantiene estrictas medidas de seguridad y su figura se mantiene envuelta en un inevitable halo de misterio.