Un relefonazo personal de Mariano Rajoy al presidente de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, y a otros líderes regionales del PP puso punto final este jueves a la denominada "rebelión de los barones" contra la posible implantación de un "déficit asimétrico" o "a la carta", en beneficio básicamente de Cataluña.
Apenas dos semanas ha durado el ostensible malestar, calificado por algunos de "sublevación", de los barones del PP contra los gestos de Haciendo en favor de Cataluña y de otras comunidades incumplidaoras con el objetivo del déficit y en contra precisamente de las regiones que, mediante duros ajustes y dolorosos recortes, habían acatado las cifras impuestas desde el Gobierno central.
José Antonio Monago, presidente extremeño, ha sido uno de los dirigentes populares más activos en este movimiento. Se le fueron sumando Madrid, La Rioja, Galicia, Aragón, Baleares y en alguna medida, Castilla y León, todas ellas conscientes de que la cifra del techo del déficit de un 1,2, fijada por Montoro, era innegociable. La posibilidad de que esta cifra se relajara desde el Gobierno para algunas autonomías, en particular para Cataluña, que insiste en reclamar un dato por encima del 2 por ciento, agitó las aguas en el seno del partido, hasta convertirse en uno de los temas recurrentes en los medios de comunicación, eclipsando iniciativas de tanto calado como la nueva Ley de Educación puesta en marcha por el ministro José Ignacio Wert.
Ante la posibilidad de que esta rebelión quedara ostensiblemente plasmada en la cumbre interparlamentaria que el partido ha celebrado este fin de semana en Salamanca, Mariano Rajoy decidió tomar cartas personalmente en un asunto con derivas inciertas ya que Dolores de Cospedal, secretaria general de la formación en el Gobierno, no lograba hacerse con las riendas de la situación.
Posibles compensaciones
Así, este jueves, horas antres de que celebrarse el encuentro en Moncloa entre el presidente del Gobierno y los líderes sociales de CC.OO, UGT y CEOE, Mariano Rajoy decidió telefonear a alguno de los barones díscolos, empezando por Núñez Feijóo, con quien mantiene una relación de confianza y quien actúa como uno de los principales referentes del partido en cuestiones de la adminsitración periférica. Rajoy les cantó las cuarenta, reclamó prudencia y mesura, les convocó a actuar en forma solidaria en este delicado trance y les prometió negociar algún tipo de compensación individualizada a las comunidades que más se han sacrificado en aras del cumplimiento del déficit.
Dicho y hecho. Las llamadas telefónicas funcionaron como un bálsamo. La auctoritas presidencial funcionó como una eficaz vacuna. Ese mismo día, Feijóo protagonizó una rueda de prensa en la que anunció que Galicia estaba dispuesta a "arrimar el hombro" en bien del interés general y mencionó que "sólo habrá salvación si se hace un esfuerzo común". Paralelamente, el resto de los barones díscolos suavizaron el tono de sus quejas o evitaron más pronunciamientos sobre este particular.
El templado Juan Vicente Herrera
Este mismo sábado, el presidente de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, en su mensaje como anfitrión de la XIX Interparlamentaria popular y uno de los posibles interlocutores telefónicos de Rajoy, redujo ostensiblemente el tono de los decibelios de la queja para trasladar toda la responsabilidad del problema a la actitud de Cataluña y evitó referencias a Montoro, a Hacienda y a la gestión de Moncloa. "Tal vez todos hemos precipitado un debate público, lleno de gestos y de declaraciones individuales y poco favorecedor de acuerdos, muy condicionado por la actitud irritante de algún gobierno autonómico", dijo Juanvi, cariñoso apelativo con el que el propio Rajoy se refirió al presidente de Castilla y León al cierre de las sesiones.
El propio presidente del Gobierno, prometió "llegar a un acuerdo entre todos" sobre el reparto del déficit, anunció que "haremos una distribución ordenada entre todas las administraciones" y agradeció a Herrera su "lealtad" por su contemporizadora intervención. Eso sí, no se pronunció la posibilidad del "déficit asimétrico" y eludió responder al ser preguntado si el déficit de Cataluña será mayor que el de otras comunidades "cumplidoras". Al final, el proyecto de rebelión que ciertamente existió ha quedado sofocado. Cuando días atrás se le preguntaba sobre el asunto, Mariano Rajoy respondía desdeñosamente: "A mí no me precoupa nada este tema. Seguro que llegaremos a un acuerdo". El acuerdo está por ver, pero la rebelión se ha evaporado. Al menos, formalmente, ¿todos contentos?