"¿A qué juega Rajoy?". Ni siquiera sus más fieles lugartenientes entienden la actuación del presidente en cuanto rodea al caso Barberá. La exalcaldesa de Valencia no ha comparecido en público desde que estalló el escándalo de la 'operación Taula'. Permanece encerrada en su domicilio, ni siquiera se ha acercado al Senado, donde este miércoles debería comparecer a la sesión del grupo parlamentario de su partido que presidirá el propio Mariano Rajoy. No parece que se digne a aparecer por la sede parlamentaria.
Portavoces de todos los niveles han instado a la 'jefa' valenciana a que rompa su silencio, que explique cuanto sabe del procedimiento judicial en marcha, por el que nueve de sus diez concejales están siendo investigados, y que aclare su futuro. Pablo Casado, vicesecretario de su formación, anunciaba el lunes que se había decidido apartarla de la presidencia de la Comisión Consitucional del Senado, que ya ocupó en la anterior legislatura y en la que pretendía mantenerse. Una decisión tajante, adoptada por el propio Rajoy, quien hasta ahora sólo ha hablado de este asunto para recordar que Barberá no está imputada judicialmente, ni hay nada contra ella.
Circulaba la versión de que se trata de un gesto de estricta amistad por parte de Rajoy
Una gestora de excepción
El PP valenciano arde por los cuatro costados. Tal es la magnitud del desastre que la actual preesidenta, Isabel Bonig, ha decidido, con el beneplácito de Génova, montar una gestora en el caso de la mayor parte de su cúpula resulte imputada. La formación que gobernó con holgura la capital levantina durante 24 años, está ahora reducida casi a cenizas. Se habla incluso de refundar el partido con otro nombre. El escándalo ha estallado en el peor momento, cuando se llevan a cabo las negociaciones para la investidura de un futuro presidente del Gobierno.
Los dirigentes del PP daban por hecho que este empeño en presionar a la exalcaldesa para que salga de su cueva y entregue el acta de senadora iba a dar resultado. Cuando parecía que todo progresaba en la línea adecuada, se produce el desconcierto. La dirección del PP la acaba de colocar de suplente en la Comisión Permanente del Senado, un puesto que la blinda en el caso de que haya que disolver las Cortes y celebrar elecciones anticipadas. Una protección excepcional que conlleva que mantendrá su condición de aforada en el caso de que vengan mal dadas. Dada su conmdición de senadora elegida por la vía autonómica, semantendría su aforamiento aún en caso de disolución de las Cortes. Pero rentendría asímismo el puesto, salario y retribuciones especiales, es decir, un tratamiento muy especial para alguien a quien se pretende alejar de la estructura del partido.
No es un paso atrás
Nadie entiende esta medida. En la tarde del martes, reinaba el desconcierto en la Cámara Alta entre los senadores del PP. La medida ha sorprendido a todos y enojado a muchos. Circulaba la versión de que se trata de un gesto de estricta amistad por parte de Rajoy a una persona por la que siempre ha tenido enorme afecto, fruto de una estrecha relación de lealtad y entrega a prueba de bombas. "Esto no es exigirle un paso atrás, esto es ponerle una peana, garantizarle el puesto para los restos", comentaban algunos parlamentarios de su partido, convencidos de que en la dirección de Génova ocurren cosas que nadie explica y que casi nadie entiende.
"Esto no es exigirle un paso atrás, esto es ponerle una peana, garantizarle el puesto para los restos", comentaban algunos parlamentarios
Barberá controló el PP valenciano durante más de dos décadas. Desde su puesto en la Alcaldía, Barberá hacía y deshacía, quitaba y ponía cargos. Era la 'jefa' absoluta en un bastión clave para los conservadores, tanto en influencia como en votos, militancia y financiación. Caída ahora en desgracia, Rajoy no parece dar con la fórmula para apartarla, alejarla de una línea de fuego que perjudica enormemente a sus correligionarios. En su comunidad no entienden nada. En Madrid, tampoco. Nadie explica nada. Hace unas horas, el ministro Alonso hablaba de que "esta señora sabe que no tiene nada que hacer en el futuro del partido". Y ahora, la blindan, en un gesto inesperado e inexplicable.
El presidente del partido, mientras tanto, se prepara para reunirse con Rivera y con Sánchez, en dos encuentros en los que pretende sacudirse la imagen de inactividad que venía ofreciendo en las últimas semanas. Acudir a estos encuentros con el brote levantino sin atajar, con el cráter de Barberá sin apagar, es incómodo. El presidente en funciones lo sabe, pero confía en la integridad de su exalcaldesa. El precio que está pagando por no forzarla a abandonar el escaño y a olvidarse de la política activa está resultando demasiado elevado.