El drama de la inmigración irregular, que no para de crecer en Canarias, tiene que ver en mayor medida con las mafias que controlan los cayucos en los que llegan los migrantes a las islas. Lo que ocurrió el pasado 3 de noviembre en una de las barcas que llegó a El Hierro es el ejemplo más extremo de lo que puede ocurrir.
En el cayuco viajaban 207 personas, entre ellas diecinueve menores, y según los equipos de emergencia los patrones y capitanes tiraron por la borda a cuatro personas. Los migrantes, entre los que se encontraban también diez mujeres procedentes de países como Guinea Conacry, Guinea Bissau, Senegal o Gambia, vivieron durante seis días "una auténtica pesadilla", según la reconstrucción de los hechos que hace la Guardia Civil, que el día 29 detuvo en el campamento de Las Raíces, en Tenerife, a los siete presuntos implicados.
El instituto armado continúa investigando lo sucedido, pues todavía no se ha esclarecido el apuñalamiento de una persona que también viajaba a bordo y que llegó al muelle de La Restinga con una profunda herida punzante en el tórax, por la que tuvo que ser operado de urgencia.
Delirios y una represalia
La embarcación había partido inicialmente de Gambia y realizó una parada en la isla senegalesa de Bassoul, donde subieron la mayoría de los ocupantes. A los tres días de navegación, tres de los patrones, encargados de velar por el orden en el interior de la embarcación, decidieron tomar represalias contra varios migrantes.
Al parecer, los hechos ocurrieron tras un episodio de delirios de uno de los migrantes, una situación habitual provocada generalmente por cuadros graves de deshidratación, que conducen a ese tipo de síntomas.
Una fuente de la Guardia Civil al tanto de la investigación relató a El País que a bordo del cayuco viajaba una suerte de marabú, una figura religiosa a la que se atribuye en algunos países musulmanes el papel de guía espiritual.
Según relataron varios migrantes, fue esta figura la que dijo a los patrones y capitanes que entre ellos viajaba un espíritu maligno que estaba trayendo mala suerte al viaje, de modo que se culpabilizó al migrante con delirios de traer infortunio al trayecto.
Tras presuntamente apalizarlo y maniatarlo, el incidente provocó conflictos con otros migrantes, pues acompañaban a este su hermano y un vecino, que lo defendieron. Ante esta situación, y según la Guardia Civil, decidieron atarlos a todos.
Fue en un segundo enfrentamiento no relacionado con el migrantes que deliraba cuando otro ocupante acabó también atado y golpeado.
Así, a dos días antes de tocar tierra en el muelle de La Restinga, decidieron lanzar a las cuatro personas maniatadas al mar "para atemorizar al resto de migrantes del cayuco", según la reconstrucción de los hechos.
Además de quedar pendiente el esclarecimiento sobre el apuñalamiento que se produjo a bordo, también debe aún conocerse la identidad de la única de las cuatro víctimas sobre la que no se tiene información, tras lograr identificar plenamente a las otras tres y haber informado a sus familias de lo sucedido y de las detenciones.
esnalar
31/12/2024 09:01
Sigamos dando la bienvenida a los asesinos de media África. Son los que nos pagarán las pensiones.
José Alejandro Vara
El socialismo es una agrupación de maleantes. Siempre lo ha sido. Desde aquel Pablo Iglesias tipógrafo, que amenazaba de muerte a los diputados de la oposición.
alexmazallas
31/12/2024 09:19
Parece que esta gente a la que acoge la subvencionada Cruz roja, le importa poco la vida de sus paisanos. Por tanto la nuestra imagínense. Traemos a delincuentes y lo sufriremos
esnalar
01/01/2025 11:29
Señor Vara, no sé como contestar en un mismo comentario, pero le doy la razón. Lo malo es que, además, han cogido la costumbre de borrar y anular lo que no les gusta que se diga en el Congreso, y lo van extendiendo a la calle y a la Justicia, como por ejemplo han hecho con los EREs andaluces. Vamos que, seguimos el camino de Maduro, no gana las elecciones, pero si las pistolas dicen que las ha ganado, pues es el ganador. Este le ganó las elecciones a Feijóo, pero con la ayuda de mercenarios, que de momento no se han convertido en esbirros.