Esto no es una guerra. Por más que el Gobierno y algunos medios de comunicación lo repitan y utilicen un vocabulario belicista. Esto no es una guerra. Por más que la mayoría de los integrantes de las sociedades occidentales no se han visto jamás en una parecida y, por tanto, todo se nos haga un mundo y nos parezca catastrófico.
¿Es importante tener claro que no lo es? Es importante porque cada acontecimiento tiene su término y, al usar uno inadecuado, trivializamos o enfocamos mal lo que expresa el término que usamos mal. Esta sociedad es muy dada a este mal uso de los términos. Ni presos políticos, ni conflicto, ni guerracivilismo ni otros muchos conceptos se han utilizado como lo que son, de manera que los que sí han sufrido persecución política, sí han padecido en sus carnes un conflicto, los que sí han vivido una guerra civil ven como su padecimiento queda diluido y minusvalorado en su intensidad y el sufrimiento que ellos sí padecieron.
¿Y por qué esto no es una guerra? Pues por varios motivos que, aunque resulten obvios, parece evidente que hay que enumerar:
- En las guerras los soldados que luchan en el frente, en primera línea, reciben la especial atención de la sociedad y el Gobierno para poder defendernos mejor, mientras que en esta no creo que sea necesario recordar las deficiencias de material que están padeciendo los sanitarios.
- En las guerras la economía se vuelca toda ella en la victoria en el conflicto, todos los recursos se dedican a este fin. En este caso se aprecia más bien un continuado ejercicio de improvisación para lograr mascarillas, batas, respiradores por parte de la sociedad civil y que no hacen sino enmascarar la gran incompetencia de los dirigentes que son incapaces de suministrar los recursos necesarios allí donde hacen falta.
- En las guerras cuando los mandos o generales cometen errores, se sufren derrotas y el número de bajas se dispara se producen relevos y destituciones algo de lo que aquí, ni por asomo, hay atisbo alguno.
- En las guerras se destruyen viviendas, infraestructuras, los campos quedan yermos por falta de brazos mientras que de aquí las economías sufrirán y mucho, pero todo lo construido estará ahí cuando la economía vuelva a echar a andar, simplemente habrá que darle lejía o desinfectarlos.
- En las guerras a los civiles se les lleva al combate a luchar, a matar y ser matados, se les moviliza para cubrir los puestos de los que luchan en el frente cosa que en este caso ni por asomo y parece que su único papel es lavarse las manos, apañarse como puedan una mascarilla, permanecer en casa y aplaudir a las ocho de la tarde.
- En las guerras la población no sale a la calle no porque se lo prohíban sino porque en la calle un francotirador o un bombardeo puede acabar contigo.
- En las guerras la distribución de alimentos se detiene y se raciona finalmente cuando escasean, mientras en esta crisis los supermercados están llenos.
- En las guerras normalmente la población civil se ve obligada a comerse los animales domésticos, no se dedica a pasearlos.
- En las guerras los estados controlan la economía y los recursos para dirigirlos y centralizarlos para maximizar su uso, algo que en España ya hemos visto el catastrófico resultado que ha dado.
- En las guerras la preocupación no es que falte lo que se utiliza para limpiarse el culo o la materia prima para hacer bizcochos. Normalmente el problema es que falta de comer y medicinas.
- En las guerras la iniciativa privada queda sometida a las directrices de los estados mientras que en este caso, afortunadamente, es lo que mejor está funcionando (caso del transporte, la logística y distribución de alimentos, las telecomunicaciones o el crédito).
En definitiva, en las guerras el sufrimiento es mucho mayor y generalizado, la incertidumbre acecha a cada momento. Desde luego los que en esta epidemia han sufrido la pérdida de un familiar, de un amigo, de un ser querido está claro que la sufren de forma intensa y les da lo mismo la forma en la que lo han perdido, sea una guerra o una epidemia. Pero los que no, aunque ciertamente tendrán angustias y temores en cuanto al futuro, en cuanto a su trabajo o a que los que les importan no sufran daño alguno pero, si logran esquivar esos embates, la situación pasará como un largo confinamiento, un punto y seguido en sus vidas.
Vivimos una epidemia, tan sencillo y tan dramático como eso. Los que sufrieron grandes epidemias en el pasado y sobrevivieron a ellas se sintieron igualmente dichosos al pasarlas
¿Y por qué si no es una guerra se utiliza este término? Porque en una guerra, en aras a lograr la victoria, en pos de vencer al enemigo, se aprietan las filas tras los dirigentes y se ven con mayor comprensión las vacilaciones o los errores, los gobernantes aprovechan para atesorar un enorme poder que luego tratan de retener, se practica la censura para ocultar las malas noticias o airear los tímidos avances buscando distraer a la población. En definitiva, tras la guerra la incompetencia se disimula, se construyen leyendas en torno a líderes para la posteridad que no resisten en realidad el más mínimo análisis. No hay político que pueda resistir por tanto esa tentación de recurrir al lenguaje bélico ni medios de comunicación que no sucumban al recurso fácil de la época guerrera cuando lo que hacen no es comunicar sino únicamente entretener.
Vivimos una epidemia, tan sencillo y tan dramático como eso. Los que sufrieron grandes epidemias en el pasado y sobrevivieron a ellas se sintieron igualmente dichosos al pasarlas y así debemos sentirla los que afrontamos este reto. No debemos esperar desfiles de la victoria, ni medallas o condecoraciones. Porque esto no es una guerra sino una prueba de vida.