Un 58,7% de los españoles considera que hay motivos para convocar elecciones anticipadas, según se desprende de la encuesta de Hamalgama Métrica para Vozpópuli. Por contra, tan solo un 28,1% cree que no. Y un 13,2% no sabe o no contesta. Además, el sondeo refleja que el 62,2% de los ciudadanos cree que los escándalos de corrupción que rodean al entrono del presidente perjudican la imagen internacional del país. Un 26,2% estima no y un 11,6% no sabe o no contesta.
Por partidos, la radiografía es clarividente. El 94,5% de los votantes del PP y el 97,3% de los de Vox son quienes con más rotundidad sostienen que hay motivos de sobra para el adelanto. Mientras que entre los del PSOE y Sumar -22,9% y 8%, respectivamente- cae esa opinión. Algo parecido ocurre con la pregunta sobre la imagen internacional.
El 97,3% de los votantes del PP y el 100% de los de Vox afirman que los escándalos que salpican al presidente del Gobierno están enturbiando al reputación española en el extranjero. Y, de nuevo, los porcentajes descienden entre los votantes confesos de los partidos que conforman el Gobierno de coalición (26,3% de los socialistas y 20% de los de Sumar).
Hace tiempo que en el PSOE se empieza a vislumbrar la posibilidad real de que la salida de la legislatura del callejón sea una nueva convocatoria de elecciones. Moncloa, no obstante, confía en poder evitar la llamada las urnas. Sobre todo, si consigue sacar adelante los Presupuestos que Junts retrasó con un torpedo. El núcleo duro del presidente sabe que un adelanto electoral debe obedecer a un criterio de beneficio político. Y en estos momentos, con Sánchez acorralado, no es buena idea concurrir a unos comicios.
En términos políticos, casi todo lo que puede ir mal, va mal. El Gobierno es incapaz de controlar la agenda. Está asediado por la investigación a Begoña Gómez, las rebajas de penas a etarras, las cuitas internas en el PSOE y las novedades de la trama Koldo. Pedro Sánchez está en el centro de una tormenta perfecta.
En verdad, el Ejecutivo hace semanas que ha perdido la batalla del relato. Muestra de ello fue el puñetazo que le dio el prestigioso semanario británico 'The Economist' la semana pasada al destripar en un artículo al presidente del Gobierno en poco más de mil palabras encabezadas por un titular que indignó a buena parte del Ejecutivo: "Sánchez se aferra al poder a costa de la democracia española". Todo un ejemplo de esa quiebra en la imagen internacional que detectan los ciudadanos.
Desde que estalló la crisis de Begoña Gómez, hay sectores del PSOE que están preocupados por la posibilidad de que el presidente cierre su etapa envuelto en esta maraña y arrastre a su familia, a la que ya ha utilizado políticamente, tras sus "muchas virtudes". Las fuentes consultadas comparten el diagnóstico: la presidencia de Sánchez ha sido positiva en numerosos aspectos. Por eso, no merece un final así (si es que este, en efecto, termina siendo su final). En general, la sensación que atraviesa al partido es de desconcierto puro y duro.
Cada día que pasa, Sánchez está más débil. Es un hecho. Basta escuchar la ristra de problemas que se le acumulan y acrecientan. Todo ello no hay quien lo justifique ante los militantes, los simpatizantes y los votantes de buena parte del país. Los cuadros socialistas intermedios de media España están de uñas. Por eso, el líder socialista vislumbra el Congreso Federal más convulso desde que dirige el partido.
Y hay que sumar la creciente pelea interna. La dirección federal se ha impuesto a varias federaciones que pretendían adelantar sus propios congresos autonómicos para llegar al gran cónclave de Sevilla, que se celebrará del 29 del noviembre al 1 de diciembre, con sus liderazgos ya resueltos. Pero Sánchez lo ha impedido. El aparato socialista quiere colocar en algunos territorios a sus particulares delfines. La planta noble de Ferraz está promoviendo candidaturas alternativas en territorios como Madrid.