El 7 de agosto de 2014 el misionero español Miguel Pajares viajó a España desde Liberia dos días después de anunciarse que había contraído el ébola, una enfermedad que provoca la muerte entre el 50% y el 90% de las veces. El 20 de septiembre, en medio de la polémica que había suscitado la primera repatriación, se confirmó que el religioso Manuel García Viejo había contraído la misma enfermedad, en este caso, en Sierra Leona. Ambos fallecieron en España después de dar su vida por los demás lejos de su país.
El primer contagio del peligroso virus dentro de nuestras fronteras se conoció el 6 de octubre. Una de las enfermeras del hospital donde se había atendido al segundo de los misioneros ingresó con fiebre en urgencias. Según la versión que se ofreció entonces, la auxiliar María Teresa Romero Ramos se había tocado la cara con los guantes infectados y había contraído el virus del Ébola, su marido tuvo que ser aislado por precaución y su perro Excálibur, sacrificado. Nunca se había estado más cerca de sufrir una pandemia en España, una realidad desconocida para la población en aquel 2014.
La ciencia ha aprendido de lo sucedido y el protocolo actual impide muchas de las prácticas que se llevaron a cabo hace diez años. El Ministerio de Sanidad fija como obligatoria la investigación de todas aquellas personas que hayan estado en un área en la que se conozca la transmisión del virus, que haya tenido contacto con los fuidos —corporales o biológicos— de alguien que haya sido investigado o que tenga una fiebre de más de 37,7 grados con, al menos, otro de estos síntomas "compatible con la enfermedad: cefalea intensa, vómitos, diarrea, dolor abdominal, dolor muscular o manifestación hemorrágica no explicada", explica la normativa.
El caso se considera confirmado cuando se detecta en el laboratorio y es en ese momento cuando la parte central del protocolo se lleva a cabo: los sanitarios que han estado en contacto con el enfermo son los primeros que son estudiados, así como familiares y contactos que haya tenido de forma cercana. Todos ellos tienen que ser trasladados en una ambulancia preparada a un hospital especializado en la atención de enfermedades infecciosas EIAR (Enfermedades Infecciosas de Alto Riesgo). A su llegada al mismo, el personal debe recibirlo con un EPI, mientras que la cabina del conductor de la ambulancia es obligatorio que esté separada del resto del vehículo de emergencias.
A partir de ese momento, tantos los investigados como los confirmados deben estar en una habitación individual aislada en un área del centro poco transitada, con el acceso reservado para el personal estrictamente necesario, que debe estar registrado con hora de entrada y salida para hacer el posterior seguimiento en caso de ser necesario, y que desechararán los equipos utilizados para el paciente. Durante este periodo, no se le deben utilizar aerosoles con el paciente investigado o confirmado, siempre que sea posible.
A raíz de este acontecimiento, la medicina española inició nuevos métodos para combatir la enfermedad, como tratamientos y vacunas, y “se pudieron hacer estudios y ensayos clínicos” por primera vez. Además, en España se desarrollaron Unidades de Aislamiento de Alto Nivel (UAAN), necesarias para tratar “de una forma más conveniente, específica y rigurosa” enfermedades de este tipo y, a su vez, garantizar la protección de los trabajadores sanitarios.
Primera aparición de Fernando Simón y el alta de Teresa Romero
El riesgo de que aparezca un caso de ébola en nuestro país es extremadamente bajo, prácticamente nulo", aseguró un por aquel entronces desconocido Fernando Simón, después portavoz de Sanidad durante la crisis del coronavirus. "El riesgo está limitado a la zona epidémica en el noreste de la República Democrática del Congo" —apostillaba el que fuese nombrado en 2012 director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) por la ministra Ana Mato— un país con el que apenas había conexiones por aire o mar.
El 16 de octubre de 2014 Simón informó de que una de las 68 personas que habían estado en contacto con la auxiliar de enfermería desarrolló un cuadro febril esa misma mañana, aunque no se le diagnosticó la enfermedad. Ocho días después, el Hospital Carlos III comunicó que a la auxiliar de enfermería se le habían practicado cuatro PCR en las que daba negativo, por lo que se cumplían los criterios de duración fijados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el 1 noviembre fue dada de alta de manera oficial. Teresa pudo abandonar su aislamiento y volver con su marido. Exacálibur había sido sacrificado el día 8 de octubre.