En horario de máxima audiencia y en una entrevista retransmitida simultáneamente por nueve canales de televisión, dio a conocer a los franceses las medidas decididas tras la "cumbre de crisis" del pasado 18 de enero, en la que convocó a patronal y sindicatos.
Una de las más impopulares, adelantada por los medios galos, es un aumento del IVA en casi 1,6 puntos, que desde octubre pasará del 19,6 al 21,2 por ciento, para poder reducir las cargas que pagan las empresas a la Seguridad Social.
El llamado "IVA social", palabra que evitó pronunciar, afecta tanto a los productos franceses como a los de importación, pero aseguró que no se reflejará en una subida de los precios porque "la competencia los mantendrá".
Otra de las que había recibido la oposición de los sindicatos supone el fin efectivo de la semana laboral de 35 horas, con un llamado contrato de "competitividad" que debe negociarse todavía y permitirá a los empresarios decidir si se "privilegia el empleo sobre el salario o el salario sobre el empleo".
Desde este agosto y para "evitar las deslocalizaciones", el presidente añadió que toda empresa que cotice en Francia pagará una tasa del 0,1 a las transacciones financieras, que confió en que sea copiada por el resto de países en sus respectivos territorios.
Este paquete de cambios trata de aportar un balón de oxígeno que contrarreste las elevadas cifras de desempleo del año pasado, que se cerró con 2,8 millones de parados en la Francia continental y 4,5 millones si se cuentan los territorios de ultramar, el nivel más alto desde 1999.
Sarkozy aprovechó para precisar que la crisis económica ha afectado a todo el mundo, y que las medidas adoptadas hasta el momento han permitido que Francia vaya por "el buen camino" y que su déficit público se haya elevado en 2011 al 5,4 %, "o puede que al 5,3" del PIB, entre tres y cuatro décimas menos de lo previsto.
El nuevo ajuste se anuncia un día antes de la cumbre extraordinaria en Bruselas dedicada al crecimiento y la lucha contra el paro, en la que los líderes europeos prevén impulsar medidas para el fomento del trabajo juvenil y apoyo a las pymes.
Ese conjunto de cambios se completa entre otras con una propuesta para que, una vez que el Parlamento la vote, durante los tres próximos años todo terreno o inmueble vea sus posibilidades de construcción aumentar un 30 por ciento, un punto que espera que presione a la baja sobre los precios de alquiler y venta.
Con esta intervención, según los medios galos, buscaba ofrecer la imagen de un presidente "valiente", sin miedo a decretar medidas polémicas al final de su quinquenio y a menos de tres meses de la primera vuelta de las presidenciales el 22 de abril, para las que todavía no se ha proclamado candidato.
El partido gobernante, la conservadora Unión por un Movimiento Popular (UMP), dejó claro ayer no obstante en la ratificación de su programa que cuenta con él en esos comicios, y nueve de cada 10 franceses dan por hecho también que va a intentar un nuevo mandato.
Pero Sarkozy dejó claro que no va a ceder a las presiones porque el calendario fija la fecha límite a mediados de marzo y su labor y responsabilidad como jefe de Estado, apuntó, le impide compatibilizar ese papel con el de candidato.
"Tengo la responsabilidad de un país durante cinco años y no quiero meterlo en la situación de tener un presidente candidato en los últimos meses", precisó un día después de haber cumplido 57 años.
Sarkozy evitó también hacer balance sobre su mandato por considerar que les corresponde a los franceses hacerlo, y aunque dijo que se explicará "cuando llegue el momento", no contó con escribir un libro a modo de testimonio por sentirse incapaz de ser a la vez "actor y comentarista"