El que fuera presidente, entre otras, de Bami, Metrovacesa y Gecina fue un empresario a la vieja usanza, hecho a sí mismo y con la figura de su padre como único referente en los negocios. Superviviente de las crisis de los 70, 80 y 90, no pudo con la mayor de la historia pero, por el camino, dejó una trayectoria plagada de grandes operaciones empresariales. Sus pasiones fuera del ladrillo se centraron en el arte y las bodegas.