Fátima es siria y lleva décadas en España. Su padre, Mohamed, abrió un negocio en Barcelona hace más de veinte años. Vino solo, pero en cuestión de meses toda la familia (mujer y los cuatro hijos) estaban con él en suelo español gracias a las gestiones diplomáticas de unos parientes. Fátima tenía entonces siete años. Hoy, a los veintisiete, con acento catalán, a punto de formar su propia familia y con un buen currículum (licenciada en Derecho con una media de sobresaliente), cuenta historias de terror sobre su ciudad de origen, la tumultuosa Aleppo.
La segunda ciudad más importante de Siria ha sido objetivo de los misiles de uno y otro bando en la contienda. De allí y de todos los rincones del país, más de cuatro millones de personas (más de la mitad de la población, cifrada en 7.300.000 habitantes) han escapado del peligro de muerte. Estos días, muchos se encuentran en la frontera húngara, en la isla griega de Lesbos o en Alemania, buscando asilo político, el estatus de refugiado, para empezar de cero sus vidas en Europa.
"Si en 2011 Occidente hubiera elevado el coste a Al Asad de mantener la represión sangrienta sobre la población, quizá hoy no tendríamos Daesh (Estado Islámico)", aventura Amirah Fernández
Fátima no es refugiada política pero ella y sus familiares han intentado por todos los medios desde 2012 que sus primos, tíos y amigos salieran de Siria y entraran en España como refugiados. "Una vez dentro, es más difícil que te hagan volver", asegura. "El Estado tiene más problemas si devuelve a un país en guerra a quien le ha pedido ayuda y ha cruzado la frontera", dice, pero no ha sido el caso de sus parientes sirios. El Ejército gubernamental, del bando de Bachar el Asad, reclutó a civiles para engrosas sus filas. Y entre ellos, estaban muchos de la familia de Fátima.
"Ninguno de los varones ha tenido la más mínima posibilidad de venir", afirma. Algunos han muerto en el frente o víctimas de atentados del Estado Islámico. Los procesos jurídicos y diplomáticos para sacarlos del país se complicaban antes incluso de iniciarlos. "Te exigían documentos contradictorios. ¿Cómo voy a ser residente de Aleppo y a la vez ejercer mi profesión de manera estable en España? Hacían lo posible para que no huyeran de Siria", relata Fátima.
El origen del caos
¿Todo comenzó en 2010 con la Primavera Árabe? Las manifestaciones contra las dictaduras y los regímenes autoritarios en Túnez, Egipto y Libia se extendieron a la Península Arábiga primero, y a Siria después, exigiendo libertades democráticas. Ante la represión del Gobierno, los rebeldes se enzarzaron aún más en sus protestas, y Al Asad, presidente de Siria tras dos generaciones de su familia como jefes de Estado del país, ordenó en 2011 la salida de las tropas a las calles con licencia para usar la fuerza. Así se inició una sangrienta guerra fratricida, cuyo fruto más radical es el citado Estado Islámico, grupo yihadista radical contrario al Ejecutivo chií y sembrador del pánico por sus macabras matanzas.
Muchos países han tenido su papel en la guerra siria: Estados Unidos, los miembros de la UE, los países del Golfo, Rusia, Israel o Irán
¿Es esto entonces lo que han dejado a su paso las revoluciones árabes? "Niego la mayor", asegura a Vozpópuli Haizam Amirah Fernández, investigador del Real Instituo Elcano especialista en el Mediterráneo y el Mundo Árabe. "La pregunta es: ¿la situación hoy sería la misma si se hubiera adoptado otra vía por parte de Occidente, apoyando las reformas de más democracia?", se cuestiona. A su juicio, Europa y Estados Unidos pudieron hacer mucho más para que Asad aceptara introducir más libertades en Siria. "En Europa, alguien esperaba que el problema se resolviera sólo. Y el coste de permitir el desastre es cada vez mayor", afirma Fernández con rotundidad. Los primos de Fátima ni siquiera estaban involucrados en las manifestaciones. "Su compromiso político era nulo, pero han terminado muriendo por algo que no les tocaba", dice con indignación en su voz.
Por eso, lo grave de estos días "no es la ola humanitaria. Lo graves es la situación en Siria", denuncia Amirah Fernández. "Da la impresión de que Occidente se ha lavado las manos para evitar mancharse de sangre, pero finalmente ha sido salpicada por la llegada de refugiados a sus costas", corrobora Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Alicante. "Mientras sus intereses económicos no estén en peligro, prefiere no involucrarse. No le preocupa la población siria", afirma.
"Siria será completamente diferente de ahora en adelante", vaticina Fátima
"La situación ataca al corazón del proyecto europeo", asegura Amirah Fernández. "La UE cuenta con los medios económicos y diplomáticos para intervenir, y es su obligación", dice, antes de quejarse de que los expertos llevan "más de tres años advirtiendo del caldo de cultivo del radicalismo" que se estaba gestando y que se debía cortar. Sin embargo, Juan Carlos Jiménez Redondo, profesor de Sociología de la Universidad CEU-San Pablo, discrepa, y cree que Europa no está preparada ni para “una intervención militar en Siria” que ponga fin a Al Asad, ni para “adoptar verdaderas medidas de integración” de los sirios que lleguen a suelo europeo,” más allá de crear inmensos campos de refugiados”. "El problema es mucho más complejo que echar la culpa a Occidente", avisa.
Más preguntas que respuestas
Así que ahora, con 300.000 refugiados en Calais aguardando su entrada en Reino Unido, y con Hungría levantando vallas para contener la entrada de miles de inmigrantes al día camino de Alemania, entre los que puede haber infiltrados del Estado Islámico, ¿qué deben hacer los miembros de la UE? La Comisión Europea ha distribuido a 120.000 refugiados entre los Veintiocho y ha pedido a España "de manera vinculante" que acoja más de 14.000.
Los expertos dudan. Para Bryan Turner, profesor de la City Univeristy de Nueva York, está claro que "la intervención militar de Estados Unidos en Afganistán, Irak y Libia generaron millones de desplazamientos", y nuevas intervenciones en Siria podrían agravar la situación en lugar de mejorarla. Sin embargo, se pregunta a sí mismo por qué Occidente consintió dejar en el poder a Gadafi y demás dictadores: “eran unos hijos de puta, pero eran nuestros hijos de puta”. Denuncia que se debió actuar contra ellos hace veinte años, cuando llegaron al poder.
"Tengo más preguntas que respuestas", dice Turner, como: "¿Deben las democracias permitir que tiranos como Sadam Hussein o Gadafi permanezcan en el poder? ¿Cuántos infiltrados del Estado Islámico hay entre los refugiados? ¿Por qué fracasó la Primavera Árabe, excepto en Túnez?"
Muchos más protagonistas
Amirah Fernández apunta a una "solución forzada" en Siria por parte de Europa. Y señala también a otros países que han permitido llegar a la grave situación humanitaria actual: los países del Golfo y Rusia. A su juicio, Moscú "tiene una responsabilidad descomunal: mantener el apoyo al régimen [de Al Asad] con la muerte de centenares de miles de personas en cuatro años, la mayor catástrofe desde la Segunda Guerra Mundial". Los países del Golfo, con más capacidad económica y un discurso religioso suní, acorde con los rebeldes sirios, han tenido también su peso en el conflicto, así como Israel e Irán.
Si Europa no quiere "un vecindario en el que todos están tensos y con rencor", debe actuar, explica el analista, porque el Estado Islámico "no es el colofón" si se deja crecer el radicalismo. "Habrá que rediseñar fronteras y hacer un nuevo reparto de poder", aventura.
Tal y como vaticina Fátima, "Siria será completamente distinta de ahora en adelante". "Casi con total seguridad, no volveré a mi país de origen ni a mi casa. De hecho, ya no existe. Hace tres años un misil explotó cerca y la destruyó", afirma.
*Los nombres de Fátima y su padre Mohamed son ficticios