La idea de crear un museo en honor a la labor de los espías no es nueva. Desde 1998 existe un espacio así en la ciudad finesa de Tampere, el Vakoilumuseo, que se reivindica como “el primer museo del espionaje”. En Alemania ya existía un Museo del Espionaje en Oberhausen, cerrado en mayo de este año. Ahora, sin embargo, le toca a Berlín reivindicar su centro dedicado al espionaje. Porque en la capital alemana, protagonista de los últimos grandes escándalos políticos de espionaje internacional y espacio donde proliferaron los espías durante la Guerra Fría por ser zona de contacto entre “el mundo libre” y “el bloque soviético”, acaba de abrir las puertas del Spy Museum Berlin. Situada en la Leipziger Platz, junto al Museo Dalí de Berlín y a dos pasos de la Potsdamer Platz, esta sala aspira a quedarse con la etiqueta del “único museo del espionaje de Alemania”.
Hace 3.500 años ya había especialistas en conocer secretos enemigos en el Antiguo Egipto.
Para monopolizar esta temática expositiva juega a favor del museo su cercanía con uno de los puntos donde se ha urdido parte del último gran escándalo de espionaje internacional: la embajada del Reino Unido en Berlín. En 2013, en el marco del escándalo de espionaje de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) estadounidense, proliferaron informaciones que describían a esa embajada como un lugar destinado a las escuchas. El Spy Museum Berlin está a diez minutos andando de dicho centro de representación diplomática. De la embajada del Reino Unido se llegó decir que en su techo había un puesto capaz de interceptar comunicaciones en toda la capital, incluyendo las de la Cancillería. No es casualidad que la propia canciller Angela Merkel estrenara móvil antiespías hace un año. Por todo esto también, Joachim Thomas, responsable del Spy Museum Berlin, asegura que “no hay mejor lugar para este museo que la capital del espionaje”.
La segunda profesión más antigua del mundo
El espionaje, según se cuenta al visitante del Spy Museum Berlin, es “la segunda profesión más antigua del mundo”. Porque se ha practicado desde siempre, especialmente en tiempos de guerra, algo que a lo que el hombre se viene dedicando, desgraciadamente, desde tiempos inmemorables. Hace 3.500 años ya había especialistas en conocer secretos enemigos en el Antiguo Egipto, por ejemplo. Con todo, en los 3.000 metros cuadrados que dispone la flamante pinacoteca berlinesa se pone el acento en esas sorprendentes herramientas que otrora sirvieron a los espías del siglo pasado. Destacan, por ejemplo, aquellos paracaídas para palomas utilizados para las comunicaciones en el frente durante la Segunda Guerra Mundial.
En el museo hay un vehículo Trabant modificado para albergar cámaras y poder realizar ‘flashes’ infrarrojos.
En la otrora República Democrática de Alemania (RDA), se disponía, por otro lado, del olfato de los perros para detectar el olor de los opositores. Éste quedaba preso en austeros botes que también podrían servir para conservar mermeladas o patés. Eso sí, en la RDA de los años 70 no todo era persecución olfativa. También se utilizaron herramientas más sofisticadas. Así, en el Spy Museum Berlin hay un Trabant, el coche emblema de la dictadura comunista alemana, modificado para albergar cámaras y poder realizar flashes infrarrojos.
Llama la atención en la muestra ese paraguas convertido en arma para inyectar veneno sobre sus víctimas. Es como el que sirvió para asesinar al escritor y disidente búlgaro Georgi Ivanov Markov (1929-1978). Cuando iba de camino a las oficinas de la BBC, el 7 de septiembre de 1978, un viandante le pinchó en una pierna con la punta de su paraguas, supuestamente de forma accidental. El desconocido se disculpó y siguió su camino. El escritor falleció cuatro días más tarde porque había sido envenenado con ricino en ese pinchazo.
‘Gracias, Snowden’
En un museo con semejante armamento, no pueden faltar – y no faltan – las referencias a James Bond. Hoy, sin embargo, y con el permiso del personaje de la saga que encarna actualmente el actor Daniel Craig, los espías tienen otra cara, sin duda menos atractiva que la de la estrella británica del cine. Por ejemplo, el espionaje masivo desarrollado por el programa de vigilancia electrónica PRISM, que saltó a la luz en 2013 gracias a las filtraciones de Edward Snowden – célebre ex trabajador de la NSA refugiado en Rusia – no lo encarna nadie en concreto, sino una serie de instituciones dedicadas a recabar secretos sin aparente ton ni son.
De ahí el importante detalle del museo de Joachim Thomas: al final de la muestra, el Spy Museum Berlin da las gracias al propio Snowden, a los activistas de Anonymous, y a todos aquellos que oponen resistencia a esos sistemas y formas de espionaje moderno que, como el PRISM, nos acercan el Gran Hermano imaginado por George Orwell (1903-1950) en su 1984.