Por entonces, no tenía ni idea de que acabaría rodando tres de los spaghetti western con más éxito de todos los tiempos en ese ‘exótico’ país. Tampoco que aquella decisión que tomó desoyendo los consejos de su agente daría un giro radical a su carrera. Y mucho menos que aquel hombre sin nombre de Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo terminaría siendo una gran estrella gracias a todo eso que ocurrió entre Madrid, Almería y Burgos, los tres rincones de España que Clint Eastwood acabó conociendo al dedillo.
En su primera parada en la capital descubrió Hoyo de Manzanares. Allí se encontraba el poblado del Oeste conocido como Golden City, donde se acabarían rodando más de 50 títulos de este género. Aquel lugar simulaba ser el pueblo de San Miguel, igual que el patio andaluz de un edificio de la Casa de Campo de Madrid representaba el interior de la casa de los Rojo. El director Sergio Leone también aprovechó el río Alberche, junto a Aldea del Fresno, para rodar la masacre de los soldados mexicanos en lo que se suponía que era Río Grande.
Eastwood realizó un viaje “difícil de olvidar” de 9 horas y media entre Madrid y Almería.
Desde allí Eastwood inició un viaje de 9 horas y media por difíciles y estrechas carreteras. Años después calificaría aquella experiencia como “difícil de olvidar”. Pero el trayecto mereció la pena: el destino era Almería, una provincia que le pareció extrañamente similar a algunas zonas de Arizona o California. La localidad de Los Albaricoques acabó convertida en otra parte de San Miguel, las ramblas del pueblo de Rioja y Boca de los Frailes fueron el escenario perfecto para las secuencias de cabalgadas nocturnas, mientras que el Cortijo El Sotillo, en San José, apareció en las primeras escenas de la película.
Antes del turismo
Según cuenta Patrick McGilligan, autor de Clint Eastwood. La biografía (Lumen), el rodaje tuvo lugar “antes del turismo y los hoteles de cinco estrellas”, así que casi todo el personal se alojó en casas de lugareños. Los extras y especialistas eran de la zona, aunque Leone confiaba en que pasaran por mexicanos. Pero el mayor quebradero de cabeza era el limitado presupuesto: Eastwood sufría por su vestuario, porque en caso de romperlo o extraviarlo, no había ni un dólar para reemplazarlo. El actor había traído consigo desde Hollywood vaqueros y botas, pero el poncho lo había conseguido Leone en España, y para Eastwood era un bien tan preciado que se lo llevaba cada noche a su habitación.
Cuando se rodó ‘La muerte tenía un precio’ ya se había levantado el Mini Hollywood de Tabernas.
Al final, aquel poncho tuvo una larga vida porque Eastwood lo usaría en otras dos películas. Volvió a formar parte de su vestuario en La Muerte tenía un precio, que se rodó un año después de nuevo entre Madrid y Almería. Aunque cambiaron algunos escenarios: la primera escena de la película, en la que Eastwood cabalga bajo la lluvia, se rodó en Colmenar Viejo, concretamente en la Dehesa de Navalvillar, que compartió parte del rodaje con Hoyo de Manzanares. En Almería ya se había levantado el Mini Hollywood de Tabernas, y Leone lo aprovechó. Repitieron como localizaciones la Sierra de Alhamilla, el Cortijo El Fraile y Los Albaricoques.
Pocos meses después, Eastwood volvía a viajar a España para rodar una tercera película, El bueno, el feo y el malo, con el director italiano. Pero en esta ocasión se incorporaban nuevos paisajes, los de la Sierra de la Demanda, en Burgos, donde transcurren las secuencias principales de la película. Cuentan que Leone se enamoró del Valle de Arlanza, y allí aterrizó con decenas de técnicos y actores que se repartieron por los establecimientos hosteleros y casas particulares de Salas de los Infantes y Covarrubias.
Ríos represados
Entonces, las ruinas de la abadía de San Pedro de Arlanza se disfrazaron de la Misión de San Antonio; la zona de Carazo acogió el campo de concentración de Betterville; y la batalla del puente de Lagstone se escenificaba sobre el río Arlanza, entre Hortigüela y San Pedro de Arlalnza, donde levantaron un puente de madera y llegaron a represar el río para aumentar el caudal de forma que se pareciera a Río Grande.
El plato fuerte tenía al lugar al final de la película, en el famoso cementerio de Sad Hill. Se levantó a medio camino entre Contreras y Santo Domingo de Silos, en un espectacular anfiteatro natural donde se situaron 6.000 tumbas que 250 militares españoles montaron en un par de días. Allí tuvo el lugar el duelo más famoso de la historia. Y el hombre sin nombre entró en la leyenda del cine.