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Cinco razones para no ver Eurovisión

Ruth Lorenzo representa a España en un festival cada vez más friqui. Las votaciones más que previsibles, la proliferación de disfraces horrendos o la imposibilidad de la victoria son algunos de los motivos que invitan a cambiar de canal este sábado...

  • Ruth Lorenzo ensayando para la final de Eurovisión en Copenhague, Dinamarca / Gtresonline.

No hay medias tintas. En España, país de etiquetas y cainismo, existe un pequeño y menguante porcentaje de la población que idolatra el festival de Eurovisión. Frente a ese grupúsculo que disfruta viendo cantar a seres desconocidos de toda Europa, crecen quienes pasan olímpicamente de este aquelarre europeísta. Este año la cita es en Copenhague y nos representa la tal Ruth Lorenzo. Fracaso asegurado, dicen los sabios de la cosa. Pero conviene no adelantar acontecimientos y analizar, en cambio, los motivos por los que suena más apetecible cualquier otro plan imaginable antes que ponerse frente a TVE este sábado para presenciar la 59ª edición del certamen. 

1. Votaciones previsibles y victoria imposible. Cualquier que haya visto dos veces o más Eurovisión sabe que los votos de unos países a otros no es que sean fáciles de predecir, es que sin duda están apalabrados de antemano. Cada año los defensores de Eurovisión nos aportan curiosos argumentos y sistemas de votación presuntamente novedosos para ensombrecer la luminosa sensación de fraude. Allá cada cual con lo que quiera creer. Además, sean limpias o no las votaciones, no parece que el tema Dancing in the rain vaya a ser capaz de vencer.  

2. Exceso de friquismo. Si aquel maravilloso personaje llamado Gurb que ideó Eduardo Mendoza aterrizase este sábado en Copenhague, sería uno de los participantes en representación de cualquiera de los países. En la Eurovisión del siglo XXI se trata, ante todo, de ser el más friqui, el más llamativo, el más anecdótico y no necesariamente el que mejor canta. Extremo harto difícil de entender teniendo en cuenta que se trata, hasta donde sabemos, de un concurso de cantantes. 

3. El mal gusto nunca gustará. Sí, este tercer motivo es una obviedad. Pero corren tiempos en que se hace necesario remarcar lo obvio ante la imbecibilidad de buena parte del respetable. En línea con el friquismo narrado, en Eurovisión se ha impuesto desde hace años una estética asombrosamente infumable. Es decir, si uno viera por la calle a cualquier ser humano vestido o, mejor dicho, disfrazado como los aspirantes de este concurso, saldría corriendo o, cuanto menos, se extrañaría. Y se extrañaría, otra obviedad, porque no le gusta esa vestimenta. Pues bien, los fanáticos de este festival aplauden, jalean, vitorean, aman (y todos los verbos que ustedes quieran) a cualquiera que se suba al escenario ataviado con los trapos más horteras. Inexplicable pero cierto. 

4. Vergüenza patriótica. Nos vamos de lo meramente estético a lo que podríamos denominar como lo simbólico, aunque esto no afecta a todo el mundo, claro. El caso es que los diferentes representantes que ha enviado España en los últimos años a Eurovisión han cosechado ridículos espeluznantes. Cada edición el cantante patrio queda en peor lugar que el anterior. Si usted sufre o disfruta algún tipo de amor a este país corrompido por tanto mangante, no debe ver el festival porque le asfixiarán las lágrimas que nacen de la vergüenza. En cambio, si, como aquel cantante, su patria está en sus zapatos, o, como tantos señores hoy, es independentista catalán o vasco, es recomendable que se siente a disfrutar, bien porque le gusta ver la humillación de lo español o bien porque no le afecta nuestro representante más que el de Polonia o Dinamarca.  

5. Con dinero público. No podía faltar, en estos tiempos de deprimente crisis, el motivo económico por el que se debería boicotear este festival absurdo e innecesario. Porque precisamente absurdos e innecesarios son los gastos, imposibles de cuantificar pero no pequeños, eso seguro, que se destinan a Eurovisión con cargo al erario público. O sea, si los fanáticos de este certamen fueran legión, cosa que suena dudosa, podrían acudir a una cadena privada para ver el asunto o, incluso, aportar dinero para que ellos y otros puedan disfrutarlo en la cadena pública. Pero no suena muy lógico que todos paguemos esta memez.

Dicho todo esto, hagan lo que les venga en gana este sábado por la noche. Como decía cierto personaje infecto, cada uno se mata como quiere. 

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