Un último instante que queda en la memoria gráfica, perdida en una red social o como testimonio de la barbarie, de la intolerancia o de la mala suerte. No son fotos de culto. Ni la última de Elvis ni la primera de Mark David Chapman. Son Héroes o villanos anónimos que se despiden en una foto no buscada. Una historia que, al menos, merece contarse.
Los límites del equilibrio
Andrey poco antes de caer al vacío. Fuente.
Andrey Retrovsky era un ‘Roofer’ ruso. Uno de esos jóvenes que vive del peligroso matrimonio entre riesgo y adrenalina, parkour y redes sociales. Los tejados de la ciudad rusa de Vologda eran su verdadera casa, Instagram su cuaderno de hazañas y locuras. Una pasión que se ha vuelto habitual entre adolescentes rusos. Con él otros 10 murieron por ese ‘selfie’ durante el último año. Más de 100 heridos. Una nueva plaga.
En octubre de 2015, Andrey encontró la muerte en uno de sus experimentos. Para destacar tienes que innovar. Ser original. Conseguir esa foto que nadie tiene. Colgado de una azotea, sujeto solo del deltoides y una cuerda de seguridad escondida. Pero su brazo derecho y la cuerda fallaron y Andrey cayó al vacío desde treinta metros de altura. Los árboles frenaron su caída pero solo consiguieron retrasar el trágico desenlace.
Queda la última foto de su vida (y su cuenta de Instagram) como testimonio de su valor o de su locura.
Riesgo y mala suerte
Última foto de Connor. Fuente.
No siempre hay valor o un reto en la última foto. No siempre. Connor Cummings simplemente se cayó mientras fotografiaba el abismo. Mientras daba rienda suelta a lo que prometía iba ser su profesión... Y era bueno. Tenía solo 20 años cuando subió con un amigo las 52 plantas del Hotel Four Seasons de Nueva York para fotografiar el skyline más famoso del mundo. No cayó desde lo alto con la grandeza y el vértigo de sus fotos. No tuvo esa suerte poética. El accidente ocurrió en una pasarela de la azotea, con una caída de solo 3 metros. Resbaló, perdiendo el equilibrio, la vida y toda una prometedora carrera.
Nos queda su mano, como queriendo volver desde ese abismo y fatalidad que no merecía.
La intolerancia del verdugo
Ejecución de un homosexual por Daesh. Fuente.
Una imagen brutal. Un monumento a la intolerancia. Soldados del Estado Islámico ejecutan a un hombre en Mosul, al norte de Irak, tirándole desde lo alto de un edificio público simplemente por ser gay. Por amar a otro hombre. Por ser “de Sodoma y Gomorra”, según los descerebrados. La foto es en color, es de este siglo, es del año pasado, retransmitida a todo el mundo. Propaganda belicista del peor fanatismo religioso.
No les importa el nombre que hay detrás. La historia de terror del que espera en el patíbulo su ejecución. Mirando al suelo lo que será su destino. Otro cuerpo yace inmóvil, descompuesto al final del tremendo viaje. Probablemente sea su pareja. No se me ocurre peor viaje para un amor olvidado, anónimo y para siempre ignorado.
El guion de tu propia muerte
La leona a punto de atacar a Katherine. Fuente.
A veces tu destino está escrito como el guion de la película para la que trabajas. Katherine Chappell, de 30 años, era una de las guionistas de Juego de Tronos cuando encontró la muerte entre los colmillos de una leona en el ‘Parque Lion’ de Johannesburgo’. Una ventana mal cerrada, una imprudencia y el instinto natural del felino que solo quería proteger a sus crías recién nacidas. Paradójicamente, igual que Katherine, que había iniciado en ese viaje una misión de voluntariado para proteger la vida silvestre en África del Sur. No pudo, no supo, proteger la suya.
La vida en el alambre
El viento en el pelo, el asesino de Kar Wallenda. Fuente.
El 22 de marzo de 1978, en San Juan de Puerto Rico, el funambulista Karl Wallenda desafió a la gravedad y a las condiciones meteorológicas durante su último paseo entre las dos torres de diez pisos del Hotel Condado Plaza.
Un alambre estirado de 550 metros sobre el pavimento, 50 metros más abajo. El viento era racheado y no aconsejaba el intento. Karl Wallenda solía trabajar sin protección ni red de seguridad … “las redes son para el pelo de la mujer”, solía decir. La prensa, los técnicos y hasta su mujer le advirtieron: “No hay manera de medir ni prever las corrientes ascendentes que vienen desde el mar”. No lo hagas. Lo hizo. Él era dueño de su destino: “La vida está siempre en el alambre, el resto está esperando”.
El último salto de Pavel Kashin
Pavel Kashin perdió el equilibrio tras caer después de esta foto. Fuente.
El riesgo se minimiza entrenando, pero aún así existe. Pavel Kashin era un reputadísimo traceur, un practicante ruso de parkour, que encontró la muerte escasos segundo después de tomarse esta fotografía.
San Petersburgo. Era solo un vídeo más pero fue el último. Se colocó en el borde del edificio para hacer un ‘backflip’, un mortal hacia atrás que debía acabar unos metros más abajo. El backflip fue perfecto, no así la recepción. El borde no fue lo suficientemente ancho como para admitir su rectificación. Su cuerpo terminaría 16 pisos más abajo. Su foto compartida por sus amigos en todas las redes sociales.
El miedo de sentirse inferior
El miedo del que se sabe presa. Fuente
El hombre frente a la naturaleza. Lucha de supervivencia. El pánico.
Se llamaba Maqsood. Un indio que cometió un error tan solo unos segundos antes. Se asomó demasiado tras la barricada del cutre foso de tigres del Zoo de Delhi, en la India. Y lo pagó con su vida. Abajo un tigre blanco. Una especie en peligro de extinción que solo se encuentra en el sur y el este de Asia y que debe su color a un gen recesivo. Puro instinto.
Acabó con Maqsood tras agarrarle del cuello en una lenta agonía de 10 minutos. Nadie pudo hacer nada por salvar su vida.
Un selfie y una maldición como última voluntad
Lee Jia Yao, antes de saltar desde la azotea de su casa en Shangai. Fuente
Antes de tirarse, maldijo al hombre al que amaba: "Cuando esté muerta, me aferraré a ti el día y la noche. Nunca te dejaré”.
Es Lee Jia Yao, alias JoJoTsai1012 en Instagram, una joven de 18 años de Shangai que tras enterarse que su novio estaba casado se tiró desde la azotea, no sin dejarle unos cuantos mensajes en su cuenta de Instagram: "Quiero dejar de llorar por la noche, pero no puedo hacerlo. Todo esto es tan injusto para mí. No puedo soportarlo en absoluto ".
Su última foto, un selfie de sus extremidades, es también la prueba de un plan premeditado. La última voluntad, la nota escrita del suicida, ahora con cuenta de instagram...
¡Papi, no te mueras!
Aylan poco antes de alcanzar la orilla. Fuente.
Sí, es él. Aylan, el niño que conmovió a todo un continente y que luego este también olvidó. Horas antes de llegar a la orilla de aquella playa de Bodrum, Turquía. Sin vida, tras el naufragio en el bote inflable y después de gritar a su padre: ¡Papi, no te mueras!
Quizás conmueva más esta foto que la de su cadáver. Los sueños dulces de un niño sin futuro. Las esperanzas truncadas de él y de todo un continente. Su muerte sirvió solo para llorarla...
Puedes conocer otras fotos e historias como estas (y más clásicas) en la recopilación que hice hace algún tiempo: ¡Sálvame! Fotografías en la frontera de la vida.