Los polos opuestos se atraen, no lo digo yo, lo dice la Ley de Faraday. Se atraen tanto que sus ciervos terminan berreando en el mismo páramo, en este caso Vallecas. Allí se juntaron seguidores de Vox y Podemos, viéndose mutuamente como los sapiens ven a los neandertales, sin saber que los últimos se integraron en los primeros, o eso dicen los estudios de ADN.
El casus belli fue un mitin de Abascal, que fue a Vallecas como lo hizo Figo al Camp Nou a sacar su primer córner vestido de blanco. De verde en este caso el Capitán España, con una camisa dos tallas menos de lo debido, como acostumbra, para vislumbrar un pecho ibérico cinco jotas.
Ahí empezó una tangana con todos sus elementos clásicos: el “es que van provocando” como justificación para soltar una hostia, Abascal fingiendo que lo sujetaban para evitar bajarse a repartir mamporros, y argumentos filosóficos entre el público disidente del tipo “Es que esta gente genera odio y violencia y para combatirlo tenemos que abrirles la cabeza con una piedra”.
Unos días antes había visitado Vallekas (esta vez con ‘k’) Pablo Iglesias, que se agachó para besar el suelo como el Papa cuando llega a Tierra Santa. Lo hizo deshaciéndose del moño por primera vez en mucho tiempo, recuperando la coleta y cambiando la camisa ministerial por una sudadera con capucha y mensaje político.
Un outfit que sus asesores consideraron más apropiado para esa audiencia. Y es que, desde hace tiempo, la política es postureo. Campañas de márketing que evitan hablar del producto y se centran en generar emociones para una generación que se ha politizado a base de memes, zascas y demagogia en 280 caracteres y sólo desea escuchar mensajes vacíos como ‘España’. ‘La gente’ o ‘El pueblo’. Twitter a cambio de habernos atontado al a generación centenial, nos deja unas risas cada semana.
En otro orden de cosas, ha fallecido el Duque de Edimburgo, y el efecto mariposa tuitero ha hecho trending Topic a Jordi Hurtado. Se ha ido un hombre que ha vivido el último siglo completo de Gran Bretaña y de cuya salud se había hablado mucho últimamente tras su reciente salida del hospital con un aspecto mejorable.
Se habla mucho de la dieta mediterránea y muy poco del carajillo de Beefeater diario que conserva en alcohol a la familia real británica, cuya esperanza de vida rivaliza con la de las tortugas gigantes.
Y el fenómeno viral de la semana ha sido el Spanish Civil War, un juego en el que los tuiteros se han animado a compartir estampas antiguas de la guerra civil primero, y más tarde de otros eventos históricos, pero con una pequeña trampa.
“Anarquista de la CNT-FAI durante los sucesos de mayo del 37”.
“Mi abuelo, republicano, tras recibir un disparo durante la Guerra Civil. (El frente del agua, 1937)”.
“Mi bisabuela, falangista, siendo arrestada por los rojos durante la Guerra Civil”.
“Mi abuela en un baptisterio paleocristiano romano utilizado como trinchera durante la Guerra Civil española. (Las Gabias, Granada)”.
“Mi abuela protegiéndose de la radiación en Hiroshima (1945)”.
“Mi padre tras el accidente nuclear de Chernobil de 1986”.