No sé ustedes, pero a mí me cuesta mucho entender los movimientos de Isabel Pantoja -madre, debería especificar-. La cantante sabe desde hace muchos meses que existe no sólo una posibilidad de entrar en prisión, sino, sobre todo, la obligación de pagar una multa -que supera el millón de euros- y de ingresar una cantidad a Hacienda, que también supera el millón de euros -roza los dos, de hecho-.
Ante esta situación, cualquier hijo de vecino se hubiese puesto manos a la obra. Bueno, seguramente, cualquier hijo de vecino se lo hubiese pensado dos veces antes de poner las manos en la masa equivocada, pero eso es pasado, así que dejémoslo como está. La cantante, lejos de trazar un plan para obtener los fondos necesarios, ya sea desprendiéndose de algunas propiedades o gestionando actuaciones, entrevistas y exclusivas por cuantiosas remuneraciones, ha preferido no hacer nada hasta el último momento, como el que saca la maleta a dos horas de coger un avión. Y tan tranquila.
La vida de la Pantoja daría para una serie de varias temporadas
Isabel -madre-, como Piper en Orange is the new black fue víctima del amor, o eso nos quieren hacer creer ambas. Una cayó en las garras de una atractiva morena dedicada al narcotráfico y otra en los de un altivo alcalde que hacía y deshacía desde el cargo que ostentaba. Una vio como normal el lujo que rodeaba a su amada, las malas compañías y los viajes constantes alrededor del mundo, otra creyó legítimo el ingreso de cantidades diarias en su cuenta corriente y la compra de propiedades a precios inusitados. Una, Piper, decidió ingresar voluntariamente en prisión para cumplir la condena que se le había impuesto. La otra, Isabel, todavía está pendiente del trámite. Y eso que España no es Estados Unidos. Aquí, al jefe de los Miami, aquella banda que salió a la luz en la trifulca entre Ana Obregón y Jaime Cantizano, no le hubiese pasado nada. En Estados Unidos, ha sido condenado a 150 años de prisión. Es triste, sí, pero esa es la imagen que tenemos de la justicia. Alguien debería tomar nota.
No obstante, entre Piper e Isabel hay tantas diferencias como similitudes. Mientras la pobre protagonista de la serie tiene que ver como su familia asume su comportamiento delictivo con indiferencia y entienden que debe cumplir su condena, los familiares y allegados de Isabel se aferran a un clavo ardiendo. Como si de una desgracia natural se tratara, como si la cantante no hubiera sido consciente de sus actuaciones, sus amistades han orquestado una campaña desesperada para reunir una parte de la multa, con la esperanza de convencer al tribunal de la buena voluntad de la tonadillera para que retrase su ingreso en prisión. Como si de un mensaje de felicitación se tratase, los 'pantojalibers' se ponen en contacto con grandes figuras de la televisión para pedirles su apoyo y, de paso, unos doscientos mil euros. Por mensaje. ¿Dónde ha quedado el decoro? ¿Dónde queda aquello tan manido de 'triste es pedir, pero más triste es robar'? Yo, como les decía, no entiendo nada.
Quiero imaginar el paso por la cárcel de Isabel Pantoja como si fuera una producción de Netflix. La visualizo uniéndose al grupo de las latinas, tratando de ganarse el favor de la rusa encargada de la cocina y riéndose con las bromas absurdas de las reclusas. La imagino contándoles su vida, sus conciertos, los famosos a los que ha conocido y arrancándose por sevillanas si la ocasión lo requiere. La veo sufriendo por sus hijos, pidiéndoles al resto de internas que no pongan el Deluxe y maldiciendo con toda su alma a Alberto Isla, ahora mismo, el menor de sus problemas.
La ficción nos ha hecho creer que la cárcel es así, aunque viendo el poco esfuerzo del que ha hecho gala la tonadillera durante los últimos meses, la Pantoja también se lo ha creído. El pago de la multa, sin duda, no hubiese garantizado su no ingreso en la cárcel -algo que todavía está por ver-, pero aquí, servidor de ustedes, hubiese tratado de reunir el dinero. Ella, al menos, puede. Hay otros muchos que no tienen nada.
No sabemos qué pasará los próximos días -echando la vista atrás, cualquier cosa-. Pero Isabel todavía tiene tiempo de meterse entre pecho y espalda las dos temporadas de Orange is the new black. Que tome buena nota, por si acaso.