La capacidad de detectar el campo magnético terrestre para orientarse está muy extendida en la naturaleza, sobre todo entre animales que migran largas distancias, como tortugas y aves. Durante mucho tiempo algunos investigadores indagaron sobre la posibilidad de que los seres humanos tuviéramos algún sistema similar para detectar estos cambios, pero este asunto quedó postergado durante casi dos décadas por falta de herramientas que permitieran medirlo con precisión.
Ahora, un equipo interdisciplinar de investigadores del Instituto de Tecnología de California (Caltech) y la Universidad de Tokio aportan por primera vez una prueba de que la actividad neuronal se modifica con el campo magnético de la Tierra en algunos humanos. En un trabajo publicado este lunes en la revista eNeuro, el equipo de Joseph Kirschvink y Shin Shimojo describe una serie de experimentos mediante electroencefalografía (EEG) en los que los cambios en los campos magnéticos produjeron un cambio de actividad cerebral en los voluntarios.
Se colocaba a los sujetos en diferentes orientaciones mientras se medía la actividad cerebral
Lo que detectaron, en concreto, fue un descenso de la actividad de las ondas alfa, que son las que aparecen cuando un individuo se relaja, cierra los ojos e intenta no pensar en nada. Los voluntarios realizaban las pruebas en un habitáculo de metal que hacía de ‘jaula de Faraday’ para evitar interferencias externas y se les colocaba en diferentes orientaciones mientras se medía la actividad de sus neuronas. Los autores confirmaron que este cambio de actividad neuronal (descenso de las ondas alfa) se producía cuando el sujeto estaba mirando al sur, al girar en sentido antihorario. Esto les permite descartar que fuera una variación debida al propio giro y los efectos fisiológicos de este movimiento.
Con estos resultados, los autores del trabajo creen que se da un requisito preliminar para la expresión de la llamada “magnetorecepción”, aunque “esta respuesta neuronal desatada magnéticamente no significa que el sentido magnético se exprese en el comportamiento o se perciba conscientemente”, escriben. “Concluimos que al menos algunos humanos modernos traducen los cambios en el campo magnético terrestre en una actividad neuronal de respuesta”, aseguran. “Dada la presencia conocida de sistemas de navegación altamente evolucionados en especies de todo el reino animal, no es quizás sorprendente que podamos retener al menos algunos componentes neuronales funcionales, especialmente debido a nuestro estilo de vida de cazadores-recolectores en nuestros antepasados no demasiado distantes”, concluyen. “El alcance pleno de estos restos heredados está aún por descubrir”.
Se ha comprobado que campos magnéticos muy potentes alteran el sistema de equilibrio
En estudios anteriores se habían visto efectos interesantes por campos magnéticos muy potentes como el de las resonancias magnéticas funcionales, que podrían estar alterando la polaridad del sistema vestibular y provocan mareo en algunas personas. Pero se trata de campos muchísimo mayores que el débil campo magnético de la Tierra, por lo que habría que probar cuáles son los mecanismos para que actúe sobre nuestro cerebro, además de aportar una explicación convincente de qué papel evolutivo pudo tener en el pasado, si es que existió esta capacidad de detectar las variaciones magnéticas de nuestro planeta.
Referencia: Transduction of the Geomagnetic Field as Evidenced from Alpha-band Activity in the Human Brain (eNeuro)