Opinión

¿A quién le tocaba poner la lavadora, Irene Montero?

Por lo menos has cotizado tres meses fuera de tu vertiginosa y bochornosa carrera política

  • Irene Montero -


Vuelve otra vez Irene Montero a arremeter contra todos los jueces, solo porque uno osó reprochar a Podemos, en una conferencia, que sus representantes se pensaran que estaban ahí para aleccionar a los juristas sobre el consentimiento, añadiendo que la ex ministra de Igualdad no está para dar clases a nadie desde “su cajero del Mercadona”.
 

De todas las cosas que se le pueden decir a Irene Montero, parece que la que más le molesta es que le recuerden que toda su experiencia laboral, antes de que su pareja exigiera al Gobierno inventar un ministerio para ella, se reduce a tres meses de cajera en un supermercado. Ha sido decirle esto y mostrar su cara más histriónica, para llamar clasistas a todos los jueces, afirmar que tienen que aprender mucho sobre violencia machista y mandarlos a leer: “de cajera a juez Velasco: cumpla la ley y póngase a estudiar”.
 

No consigo comprender a esta mujer. De cajera a cajera, Irene, que yo también desempeñé ese trabajo hace mucho tiempo, hay muchas cosas que se te pueden decir y que, aún siendo ciertas, entiendo que son mucho más hirientes a que hayas trabajado de cajera. Porque por lo menos has cotizado tres meses fuera de tu vertiginosa y bochornosa carrera política, que ya es mucho más de lo que ha cotizado la mayoría de la plana de Podemos.
 

A mí me dolería mucho más saber que todos mis méritos para ser ministra pasan por las manos y la cara de mi pareja, a la hora de negociar que se monte todo un ministerio para que yo haga algo y me lleve una pasta. No sabría cómo ir de mujer empoderada por la vida, después de esto.

Me voy a atrever a recordarte que cuando tú llegaste al Gobierno y te hiciste cargo del ministerio de Igualdad, España era un país considerado mundialmente el quinto mejor para vivir en él siendo mujer. Tras tu paso por el Gobierno, nos dejaste en el puesto 27º.

Me escocería profundamente ser recordada como aquella que, sin saber de leyes ni tener preparación para ello, se dedicó a redactar y promulgar una ley que terminó reduciendo condenas a gresores sexuales y violadores, mientras decía con orgullo: hemos puesto el consentimiento en el centro. Mira, Irene, yo no soy jurista ni sé si el consentimiento estaba en el centro o en la esquina del salón de nuestras leyes, aunque sí sé que estaba, no solo el consentimiento como un ente abstracto, sino el consentimiento expreso, el consentimiento tácito y también los actos consecuentes. Pero hubiera preferido que dejaras el consentimiento en su esquina, en lugar de poner violadores en la calle antes de tiempo, en vez de reducir las penas de monstruos que abusan de niñas y de animales que violan a mujeres. Me hubiera gustado muchísimo más que dejaras el consentimiento tranquilo donde estaba, antes que clamar al cielo por el piquito de un patán que no sabe comportarse y exigir su cabeza, pero mirando para otro lado cuando hemos llegado a unos límites nunca vistos: se denuncian 14 violaciones al día en este país. Sí, violaciones, no agresiones sexuales, que con eso ya se disparan las cifras. Es decir, en España, una mujer es violada cada dos horas. Me voy a atrever a recordarte que cuando tú llegaste al Gobierno y te hiciste cargo del ministerio de Igualdad, España era un país considerado mundialmente el quinto mejor para vivir en él siendo mujer. Tras tu paso por el Gobierno, nos dejaste en el puesto 27º.
 

Pero para ti lo importante era poner el consentimiento en el centro, incluso el de los niños, afirmando que se pueden tener relaciones sexuales con un niño, si el niño quiere. Me encantaría saber si les dices eso a tus hijos, que si se les acerca un señor en el parque y les convence para que le hagan una felación a cambio de un helado, está bien si ellos quieren. Que si un profesor les invita a quedarse después de clase y les toca en sus partes íntimas, está bien si ellos quieren.

Has trabajado duro para que tanto niñas como mujeres tengamos que compartir espacios íntimos, como aseos o vestuarios, con personas que nos ponen sus testículos y sus penes en la cara sin que nos podamos quejar

Más que me reprochen mi experiencia de cajera, me dolería profundamente saber que mis políticas han perjudicado no solo a las mujeres de las que tanto digo preocuparme, mientras me lleno los bolsillos, sino también a los hombres, contra los que has arremetido sin piedad, hasta eliminar su derecho a la presunción de inocencia.

No contenta con esto, has trabajado duro para que tanto niñas como mujeres tengamos que compartir espacios íntimos, como aseos o vestuarios, con personas que nos ponen sus testículos y sus penes en la cara sin que nos podamos quejar, porque no queremos ser tránsfobas y no vaya a ser que acabemos en la cárcel o pagando multas escandalosas.

 

Y para qué vamos a hablar de la ley de bienestar animal, que no protege a animales, a propietarios, a ganaderos ni a veterinarios, pero contenta a los ecologistas de ciudad que se esconden en oenegés y otros chiringuitos solidarios y que ahora cobran un pastizal gracias a esa ley.

 

Y todavía te queda soberbia suficiente como para tratar a los jueces con condescendencia, insultarles llamándoles clasistas y mandándolos a estudiar. A unas personas que para estar donde están han dedicado una media de diez años única y exclusivamente al estudio de las leyes. Nada comparable con tus amplios y extensos conocimientos, por supuesto.

Demasiados trapos sucios

Yo te recomendaría que abras esa aplicación móvil en la que tu ministerio se gastó más de 200.000 euros, llamada “Me toca”, que después de más de un año apenas ha tenido 10.000 descargas, cuya nota es de 1,6 sobre 5, que no se ha actualizado desde su lanzamiento, que tiene toda la pinta de no cumplir con la Ley de Pretección de Datos, porque se ceden los datos a terceros desconocidos y te niega tu derecho por ley a eliminarlos, y que le digas al padre de tus hijos que le toca poner la lavadora, porque con tantos trapos sucios que tenéis ambos, no creo que déis abasto. Disculpa que no te mande a leer y sí a callar, pero creo que tienes cosas más urgentes por las que preocuparte, ya que, estando de paseítos por Bruselas, se os deben de acumular las lavadoras en casa.

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